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Opinión / Tribuna

Así están las cosas

Por Carlos Salvador

El 21 de diciembre de 2015, el día después de las elecciones, Pedro Sánchez ya tenía encima de su mesa las alternativas posibles (e imposibles) para poder intentar conformar gobierno.

Todos las teníamos. La aritmética parlamentaria, esta vez sí, iba a jugar un papel muy importante, decisivo diría yo, a la hora de valorar las posibilidades "reales" de unas opciones u otras.

Ante esta tesitura compleja y más abierta que nunca, Sánchez optó por cerrar una de las opciones, tal vez la más razonable y la más sensata. Sí, aquella con la que -desgraciadamente para él- caso de llegarse a un acuerdo, no sería Presidente.

No sé si fue ese su preocupación o interés principal, lo cierto es que, a pocas horas de abrirse las urnas, ya había bloqueado voluntariamente ese acuerdo con unas expresiones injustas e indignas de alguien que pretende -aún- ser Presidente de todos los españoles. Me he preguntado muchas veces en estos más de 120 días por qué Sánchez recurrió a una expresión tan ofensiva con más de 7 millones de compatriotas con la que (se) cerraba de manera anticipada -preventiva- cualquier acuerdo en el que pudiera participar el PP.

"Mis líneas rojas de negociación son Bildu y el PP" dijo Sánchez y se quedó tan ancho. Con un par.

He comprobado en estos meses cómo los responsables del PSOE se molestan ahora mucho cuando les recuerdo que han sido ellos quienes, recuperando un discurso odioso y frentista de buenos (la izquierda) y malos (la derecha), van a ser los únicos responsables de que tengamos que volver a votar en el mes de junio.

A Mariano Rajoy, los socialistas, lo han tratado como un apestado; lo han inhabilitado siquiera para hablar de qué podemos hacer para mejorar España cuando han sido estos años -los de Rajoy- en los que se han empezado a poner las bases de un futuro económico y social más sostenibles que antes; han comparado de forma infamante al PP con los herederos de Batasuna, sí aquellos que sembraron de dolor y muerte durante décadas nuestro país. Aberrante.

Puede que la semana que viene en un último intento la izquierda, la extrema izquierda, los nacionalistas y secesionistas se unan para entronizar a Sánchez (más vale malo -y débil- conocido) o puede que el PSOE vea la luz y entienda que el ofrecimiento de Rajoy es lo más conveniente y razonable para España, y al final muy al final, apremiados unos y otros, la sensatez se imponga a la lotería de unas nuevas elecciones (mientras hay vida hay esperanza). Aunque conviene no engañar, ambas posibilidades se presentan ya muy muy remotas.

Si nada cambia habrá elecciones. Y yo habré perdido todas mis apuestas.


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