• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Tribuna

Navarra: pasado y futuro

Por Carlos Pérez-Nievas

La Presidenta Barkos decía hace unos días que quería que le dejaran gestionar a ella las pensiones. Dios no lo quiera.

Pleno del Parlamento de Navarra (06). IÑIGO ALZUGARAY
La presidenta del Gobierno, Uxue Barkos, camino por la Cámara seguida por Adolfo Araiz (Bildu). IÑIGO ALZUGARAY

El PP ha pretendido convertir la raquítica subida de un 0.25 % en un triunfo, subestimando la inteligencia de los pensionistas, a quienes la carta en la que les comunicaba la buena nueva les ha parecido, y con razón, un insulto y una provocación.

Nuestra presidenta, dice que ella lo haría mucho mejor, y yo no lo creo. También subestimó la inteligencia de las viudas navarras, y después de años en los que sus pensiones mínimas se equiparaban por ley al SMI, caso único en España, pretendió colar una reforma legal por la que quería que se equipararán al IPC, que crece menos, y en algunos años recientes nada. La oposición, estuvo al tanto, en especial el PSN, y se vio obligada a rectificar. Así pues, mejor que se olvide de bravatas, y que no saque pecho, porque ya tuvimos conocimiento de sus intenciones en su momento.

Pero esa reclamación, esconde lo peor de su forma de entender la política. Esa reclamación aparte de populista y tramposa (sabe que es imposible), es profundamente insolidaria y absolutamente egoísta. En definitiva, es puramente nacionalista. Solo cabe en quien está deseando no compartir nada con aquellos españoles a los que peor les va, especialmente con aquellos pensionistas de comunidades con menos recursos.

Esos que se las apañen como puedan, a mí que me den mi parte, así puedo jugar a mi antojo con las necesidades de los míos. Pero eso sí, solo de los míos. Solo pensar en los miles de andaluces, extremeños, castellanos de Soria o riojanos que nos ayudaron en los años 60 y 70 a pasar de ser una comunidad agrícola y beata a una industrial y abierta, debería hacerla recapacitar sobre sus mensajes de desprecio y olvido hacia compatriotas nuestros, también suyos aunque los ignore y dé la espalda.

Navarra puede seguir encerrándose en sí misma, o tomar protagonismo en los próximos años en la transformación política y social que en España y en Europa se está llevando por delante a las viejas estructuras políticas, al inmovilismo económico y a las insostenibles políticas sociales que algunos temen acotar.

Navarra no puede convertirse en una de las peores comunidades para los pequeños empresarios; no puede tener tipos impositivos que castigan a la clase media trabajadora; no puede obsesionarse en perseguir a universidades o clínicas por motivos ideológicos en el siglo XXI; no puede ser paraíso de okupas o sin papeles; no puede adjudicar plazas a funcionarios de la administración general en función del conocimiento del euskera, no oficial en la mitad de la comunidad…

Todas esas políticas están en marcha. Todas esas políticas nos perjudican y la opción no es volver a gobiernos obsesionados con el diferente, con políticas de amiguetes, y enrocados en el inmovilismo, en el conservadurismo, y sometidos al poder económico. No, la opción es saber que Navarra debe ser pieza motora de una renovación absoluta, que supere conservadurismos y nacionalismos, modelos ambos que, por razones cada vez más evidentes, debemos descartar para liderar el futuro.


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