• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / Como periodista lleva ejerciendo desde los 18 años en que comenzó en el diario Pueblo. Ha trabajado después entre otros medios como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo y la Cadena Ser.

La plegaria más sincera de sus "señorías"

Por Antonio Pérez Henares

Los lideres claman, unos más que otros, alguno con la boca pequeña y otro se calla, que no quieren repetición de elecciones, que sería un fracaso y que las gentes de a pie -no sé de donde sacan eso- no las desea. 

Unos dicen lo que sienten y piensan, otros que lo piensan solo y los hay que ni una cosa ni la otra, que lo proclaman mientras por detrás cruzan los dedos. En la calle, y aunque ellos se atribuyan la interpretación de ese sentir de manera exclusiva y han decidido que no queremos urnas, las sensaciones son diversas y uno barrunta que está creciendo el número de aquellos a los que no les importaría nada el hacerlo. Dicho lo cual con el mismo derecho interpretativo de cualquiera de nuestros prebostes políticos.

La verdad es que en el único sitio donde uno diría que existe una fortísima corriente -aunque aquí la doblez actúa muy bien en el otro sentido- en contra de nuevos comicios es en el propio parlamento, en el conjunto de sus señorías tan recién electas ellas. Neonatas casi, que temen que no cumplen ni medio añito y que no llegan a echar en el escaño ni el primer dientecillo. Y algunos de ellos, encima, que se estrenaban ya no solo en esto sino incluso en la política de moqueta, con sueldo, cartera y tratamiento o en la política a secas.

No son pocos quienes con las anteriores elecciones, al margen de sus alegrías corporativas y partidistas, se llevaron la de su vida cuando lograron el escaño y lo que ello conlleva. Un salto cualitativo para tantos de ellos en sus vidas, posiciones y estatus. Y no solo económico, que también pues no es nada difícil visualizar que son muchedumbre quienes han mejorado substancialmente y en algunos casos radicalmente pues anteriormente no existía en sus curriculum oficio excesivamente concreto ni beneficio que fuera apenas cuantificable.

El escaño trae aparejadas muchas cosas, y no es la más pequeña salir en la tele, significa la entrada en segmentos privilegiados y más allá de salarios, que han de ser dignos, y prebendas varias que pueden ser hasta muy razonables y respetables, pero que hay que recordarles que abjuraban de ellas como de la vil "casta", otorga  una pátina y un lustre social, en cualquier ámbito y escala, de derecha a izquierda, apetecible por cualquiera. Vamos que no obligan a palos a nadie a estar en el. Más bien a palos hay que andar para que lo dejen.

Y he aquí su desazón de ver que todo ello peligra, que corre el riesgo de ser efímero y hasta de perderse o como poco correr el albur y la incertidumbre de tener que ponerlo de nuevo en juego. Algunos, expulsados o díscolos, que en tan breve espacio ya hay de los unos y de los otros, ya pueden darlo por perdido. Pero hasta el que mejor lo tiene se malicia: puedo repetir sí, casi seguro, pero luego ya veremos en qué puesto y depende de eso que si salgo o me quedo fuera o que se le antoje al jefe moverme la silla y yo no me haya enterado hasta el último momento.

En estos días procesionales de Semana Santa me da a mi que hasta los más ateos de nuestras señorías al ver pasar a la Macarena, a la Esperanza o a la Borriquilla como que les sale una cosa así como de lo hondo: "Virgencita, virgencita, que me quede como estoy". Esa es su oración, su plegaria más sincera. Más que todas las consignas que lanzan a puñados por el twitter. Que ni estos días dejan descansar a uno.


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La plegaria más sincera de sus "señorías"