• jueves, 18 de abril de 2024
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Opinión / Periodista, de Ayoó. Independiente, pero no de mis ideas, mis amigos y mis estados de ánimo.

Hay vida en el centro

Por Antonio Casado

El voto a Podemos no es tanto de fe en sus propuestas cuanto de castigo a los dos partidos protagonistas de la reciente historia de España, aunque no supieron responder al malestar social generado por la crisis económica y la corrupción.

Sin embargo, ahí está el conglomerado de Podemos-IU-etcétera, camino de convertirse en la segunda fuerza política. Como por si solos no podrían acceder al gobierno, el manual de la campaña ordena a sus mensajeros acosar obsesivamente al PSOE para que cante la gallina. O sea, para que anuncie ya si pactará a su derecha con Rajoy o a su izquierda con Iglesias. Absurda pretensión la de creer que Pedro Sánchez iba a tener prisa por elegir entre la horca y la guillotina antes de ver los números del 26-J.

Ese acoso obsesivo al que me refiero tiene una parte negativa y otra positiva para la causa socialista. La negativa es dar por sentado el sorpasso, aunque el PSOE pueda tener más votos que el 20-D pero menos escaños (la suma de IU a Podemos, por pura aritmética, tiende a rebajar los porcentajes de las otras tres fuerzas en liza). La positiva es reconocer al partido de Sánchez que tendrá la llave de la gobernabilidad.

Por tanto, tendrá que gestionar los dos vectores que, a mi juicio, van a marcar el resultado del 26-J. Uno es el aislamiento del PP, puesto en evidencia por el innegociable veto a Rajoy pregonado por Albert Rivera, líder del partido afín. Con el único que limita, como en la otra punta Podemos solo limita con el PSOE. Y el segundo vector es el muy extendido miedo a que el chavismo-leninismo-peronismo-populismo de inesperada escala técnica en la Socialdemocracia amable de Rodríguez Zapatero, acabe controlando los resortes del poder.

Los dos vectores vienen activados por la polarización entre los los extremos del arco político: PP y Podemos. Mucha gente se rebela contra una dinámica electoral que, como le va a ocurrir a Sánchez, obliga a elegir entre barba y coleta. Además está el hecho curioso de que, yendo camino de ser los de más alta facturación electoral, están dirigidos por los dos líderes con peor valoración (Rajoy e Iglesias) respecto a los que ocupan el centro (Sánchez por la izquierda, Rivera por la derecha).

Hay vida política en el espacio atenazado por los extremos. Ya conocemos el lugar común de que el punto medio es territorio de virtud y que las elecciones se ganan en el centro. No olvidemos que el aislamiento del PP y el miedo a Podemos puede acabar revalorizando la convergencia ya ensayada PSOE-Ciudadanos, si suman más que el PP.

La ruptura socialista de sus puentes con Podemos -es un hecho- no permite apostar por esa alianza de izquierdas. Y solo quedaría la posibilidad de un Gobierno en solitario del PP con la neutralidad, que no alineamiento, del PSOE. Llegado el caso, sabría cuál es su sitio ante la frontera que separa el compromiso constitucional y el gamberrismo político.


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