Y eso obliga. Es como si el Estado estuviera llamando a las puertas de Ferraz para recordar a los socialistas que de ninguna manera pueden hacerse cómplices de un bloqueo institucional como el vivido en la fallida Legislatura del 20-D.
También Ciudadanos se reclama de su fe en el sistema y el buen funcionamiento de las instituciones, pero su peso parlamentario no le da para ser decisivo. También están el conglomerado Podemos-Etcétera, los partidos nacionalistas y otras fuerzas menores de ámbito regional.
No vale la pena exigir sensatez a quienes practican el aventurerismo, el camuflaje político y las artes escénicas. Ni a quienes ponen en duda el principio de soberanía nacional única e indivisible.
A nadie se le ocurriría esperar del populismo o de los grupos separatistas decisiones encaminadas a impedir una nueva repetición de las elecciones. Sólo el PSOE tiene ese acreditado compromiso institucional que, llegado el caso, le empujará a pasar del obstruccionismo a la cooperación.
O a la neutralidad que permita la formación de un gobierno del PP, claro ganador de las elecciones del 26 de junio, sólo o en coalición con fuerzas afines del centro derecha. Ya se verá.
Ahora tiene el PSOE la ocasión de demostrar que va en serio su confesada subordinación a los intereses generales, tal y como se hace constar en la resolución aprobada el pasado 28 de diciembre por su comité federal. A saber: "El Partido Socialista estará, una vez más, a la altura de las circunstancias y asumiendo su responsabilidad.
En las decisiones y el comportamiento del PSOE primará siempre el interés general de la sociedad española", por encima de "intereses partidarios y personales".
Es verdad que esa misma resolución prescribía un "no" a la investidura de Rajoy que nunca se llegó a presentar. Parece estar vigente, a juzgar por las declaraciones de los dirigentes socialistas que insisten en el "no es no" y en que el PSOE no apoyará al PP "ni por activa ni por pasiva".
Pero las circunstancias son otras. El escenario es muy diferente, con un PP ganador y muy crecido en escaños (52 escaños más que la segunda fuerza), un PSOE que sigue en pérdida (120.000 votos y cinco escaños menos), un Podemos descalabrado y un Ciudadanos irrelevante.
En esas condiciones, el "no es no" de Sánchez al PP y el veto de Rivera a Rajoy, como elementos de bloqueo, no se mantendrán al precio de una nueva repetición electoral, salvo que Rajoy se busque la vida al margen del PSOE. Y eso es imposible.
Así que todo hace pensar que los números y la política condenan a Sánchez a elegir: gobernabilidad o nuevas elecciones. No tengo la menor duda sobre la salida de ese dilema. El PSOE nunca practicó el gamberrismo político.