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Aznar no pide perdón

Por Antonio Casado

 En la opinión pública española, las declaraciones a la CNN del ex primer ministro británico Tony Blair caen como dosis de recuerdo sobre las mentiras de Aznar.

Aquel acaba de pedir disculpas por la invasión de Irak en 2003, que el entonces presidente del Gobierno español apoyó con entusiasmo digno de mejor causa. Y es normal que los españoles hayamos desviado la mirada hacia él, con la lógica esperanza de que imite el valiente gesto de su exsocio británico en el apoyo a la invasión iraquí.

Sin embargo, los indicios de arrepentimiento no han aparecido por ninguna parte en el actual presidente honorario del PP y excoprotagonista de la famosa foto de las Azores (Bush, Blair, Aznar y Durao Barroso). Ni aparecerán. Sería un rasgo de grandeza impropio del personaje. Y además supondría admitir una relación entre su apuesta iraquí y la inesperada victoria electoral de Rodríguez Zapatero en marzo de 2004. La misma relación que los electores británicos establecieron respecto a la salida del poder de Tony Blair tras las elecciones de 2007.

El emergente gobierno de Gordon Brown encargó después una investigación oficial sobre la guerra de Irak, cuyos resultados están al caer. Y esa es, muy probablemente, la razón de que Blair se haya adelantado a un dictamen desfavorable para él. Como en nuestro país no ha habido ni habrá ningún protocolo oficial de condena a la absurda apuesta bélica de Aznar, al margen de la ONU y a la contra del masivo sentir de los españoles, el expresidente va camino de ser tan perezoso como Bush en reconocer la chapuza.

Recordemos que Durao Barroso ya lo hizo cuatro años después, afirmando que la invasión se llevó a cabo con información falsa sobre la existencia de armas de destrucción masiva. Lo mismo que ahora reconoce el expremier británico Tony Blair mientras pide perdón a la opinión pública de su país. No solo por haber manejado información falsa. También por no haber sabido calibrar los efectos de aquella guerra. Uno de los más visibles y de los más graves es la aparición del llamado Estado Islámico (ISIS), aunque Blair sigue aislando el derrocamiento del dictador, Sadam Husein, como un acierto de la coalición.

Ni las urnas de 2004 ni la caótica situación actual de la región parecen despertar la mala conciencia de Aznar. Aún no se ha curado de aquella frustración, la de ver cómo Zapatero capitalizaba la relación que los votantes establecieron entre los atentados del 11-S y la apuesta española en Irak.

Por tanto, no es previsible una reacción valiente de su mala conciencia, como la que ha debido de sufrir ahora Tony Blair. Aunque casi mejor que no haga nada, que no diga nada, por no remover la memoria de aquel Aznar que volvía de ver a Bush como requeté después de comulgar en Tejas, zona cero del lobby inductor de aquella guerra turbia.


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