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Opinión / In foro domestico

¿Menos Sanfermines?

Por Ángel Luis Fortún Moral

Con permiso de su autoridad, señor Director, permítase una mirada un poco más allá del borde cuenco (Ezkaba, El Perdón, Alaiz-Aranguren y Etxauri-Zabalgoien). Y bastante más allá de las exigencias autoimpuestas sobre “unas fiestas sin igual, riau, riau”.

Cientos de personas asisten al Chupinazo que da comienzo a las fiestas de San Fermin en Pamplona. MAITE H MATEO (10)
Cientos de personas asisten al Chupinazo que da comienzo a las fiestas de San Fermin en Pamplona. MAITE H MATEO

En los últimos cincuenta años los Sanfermines se han forjado en torno a un modelo de gasto y disfrute sin límites, farra non stop y arriesgar la vida, elementos irresistibles para el vitalismo la gente joven de todo el mundo. Es el modelo de la era heminguayana, al que la crisis económica sólo ha dado la puntilla, un modelo agotado y que no se sostiene por razones que trascienden a las acciones municipales y locales que buscan y rebuscan el modo de mantenerlo.

La encuesta de población elaborada por la ONU indica que la población joven mundial ha pasado del 19’4% al 16’4% de la población mundial total, entre 1985 y 2015. Un proceso de envejecimiento en la población mundial sobre el que poco han podido influir las distintas organizaciones sanfermineras.

Añade la ONU que, en 2015, el 83% de la población joven mundial se encontraba en países subdesarrollados. En 1985 era el 58%. Así pues, cientos de millones de jóvenes hoy se enfrentan al reto de jugarse la vida tratando de superar los muros protectores del primer mundo. Luego ya, si eso, tal vez se lleguen a plantear otros grandes retos de la vida, como correr un encierro o tirarse de la Fuente de Navarrería.

En consecuencia, así a bulto, tal vez la dinámica demográfica mundial esté ejerciendo alguna influencia sobre la menor afluencia, a bulto, que se observa en Pamplona, año a año, del 6 al 14 de julio, desde hace algunos años, incluso antes de la crisis.

Al igual que, así a bulto, tal vez esté ejerciendo alguna influencia, sobre nuestra pretendida singularidad, que hoy existan miles de opciones de desenfreno festero, con avión ida y vuelta low cost, a lo largo del año y a lo ancho del mundo. El desfase total, mitificado en nuestros Sanfermines de los 80 y 90, ya no es exclusivo de estas fiestas. Menos juventud pudiente con muchísimas más opciones para elegir.

La misma globalización que obró el milagro de transformar en millonaria a una ciudad de poco más de cien mil habitantes está masificado los ochomiles, las inmersiones con tiburones, los descensos a volcanes y los safaris africanos. Incluso zonas de acción humanitaria se plagan de miríadas de jóvenes en un fenómeno que ya se califica como turismo cooperativo. Ahí y así se reparten las masas pudientes.

Y, sin embargo, sigue siendo un problema real la masificación de los encierros, a pesar de los esfuerzos policiales. Un encierro, cada vez más atlético, en el que miles de corredores se apartan radicalmente del modelo Hemingway de borrachera y gaupasa.

Porque, al margen de las cifras hosteleras en que tradicionalmente se ha medido el éxito de la fiesta, hay otras masificaciones a las que se presta menor importancia; desde luego, a muchas de ellas ninguna importancia presupuestaria. Más afluencia en la Procesión y en los momenticos, masificación popular en actos y celebraciones que, hasta ahora, pasaban desapercibidos hasta para “los de casa” y que estamos descubriendo y revitalizando ahora. Pero al parecer lo único que preocupa es el estado de ocupación de las calles San Nicolás o Jarauta, o la recaudación de esos nuevos jaitxokos en la madrugada del miércoles sanferminero. Y venga presupuestos y venga a pergeñar ideas experimentales y espacios alternativos.

Los Sanfermines existían antes de que el bueno de Ernest los divulgara. Y los Sanfermines seguirán existiendo cuando desaparezcan o se transformen algunos de los tótems actuales. Porque estas fiestas no se pueden reducir a dos o tres focos, por mucho que algunos hayan llegado a identificarlos con la misma esencia. Menos Hemingway, sin duda, pero ¿menos Sanfermines? San Fermín trasciende a la simple fiesta. (Riau, riau).

En el tránsito cotidiano por el Casco Viejo, más allá de los ocho días de julio en que se han programado las fiestas durante buena parte del último siglo, no hay momento del año en el que falten grupos de curiosos en los aledaños del recorrido del encierro. Y muchos más en torno a la ruta jacobea. Menos afluencia entre el Chupinazo y el Pobre de mí. Muchísima más en el periodo de Ya falta menos.

Y ahí se presenta el siguiente dilema, el modelo se nos impondrá (que nos autoimpondremos) en esta nueva era en la que todos los núcleos turísticos se están convirtiendo en insoportables parques temáticos.

Turismo que, en Pamplona, es atraído por nuestra fiesta. Fiesta construida por incontables aportaciones de incontables autorías. Está en la esencia de esta fiesta que lo que un día comienza como rareza, al siguiente se consolida como tradición. Lo que algunos se empeñan en proscribir, la fiesta lo mantiene a borbotones. Una fiesta infinita. Una fiesta inagotable. Riau, riau.


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¿Menos Sanfermines?