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Opinión / In foro domestico

Julio César pudo ser okupa

Por Ángel Luis Fortún Moral

El 15 de marzo del año 44 a.C, al grito sic semper tyrannis (de este modo siempre con los tiranos), apuñalaron hasta la muerte a Julio César, en un local del teatro Pompeyo en Roma. Los magnicidas se consideraban legitimados: en su opinión, estaban salvando la República.

Una estatua de Julio César
Una estatua de Julio César

Cinco años antes, en marzo del 49, Julio César se había enfrentado a la gravísima crisis económica y social que asolaba Roma, con medidas drásticas como la reducción del interés de los préstamos, el control en el precio de los alquileres o un sistema de arbitraje para la reestructuración de las deudas que incluía la dación en pago. Además, puso en marcha la completa  remodelación urbanística de Roma y revolucionó todo el sistema social con un nuevo calendario (que todavía usamos hoy) ajustado a las estaciones. Todo esto en once días, tras los que renunció a su cargo de dictador.

Julio César no era el primer dictador que tenía Roma. Hay que advertir que, en la antigua democracia griega y en la República de Roma, la dictadura era una institución que se elegía para circunstancias extremas. Las leyes tenían previsto un mecanismo para designar un dictador que pusiera orden y adoptara soluciones adecuadas a situaciones que amenazaban gravemente a Atenas o a Roma.

Otros dictadores, antes que Julio César, habían afrontado crisis y penurias económicas y sociales con medidas de amnistía y condonaciones generalizadas, favoreciendo especialmente a sus partidarios más fieles y aniquilando opositores y detractores. Sin embargo, Julio César optó por establecer un sistema ordenado de reestructuración y pago de las deudas (Lex Iulia de bonis cedendis) que salvase a toda la sociedad.

Julio César tuvo todo el poder militar y político y era aclamado por las masas. Podría haber dado al pueblo exactamente lo que le pedían y del modo en que se lo pedían. Pero optó por un sistema racional, más complejo y que perduró en el tiempo. Pero ese fue el caso de Julio César ¿y qué tendrá que ver con nuestro mundo supermoderno y ultrapopular?

Otro opinador, un tal Chesterton, (sin más ¿para qué más detalles?), en uno de sus libros de opinión (Lo que está mal en el mundo) señala la paradoja del gobernante con una medida de salud pública adoptada para prevenir las plagas de piojos. Escandalizado, protestaba: sugieren suprimir el pelo. No parece habérseles ocurrido suprimir los piojos. Y es que sería largo y laborioso cortar las cabezas de los tiranos; es más fácil cortar el pelo de los esclavos.

Al parecer, hoy la ocupación se pretende justificar como respuesta o solución a las situaciones de abuso del derecho de propiedad. Pretender que se solucionen los problemas del derecho de propiedad, aniquilando todo el derecho es como rapar el pelo de las criaturas para que no haya piojos.

La ocupación es una medida violenta y, como todo recurso violento, es y debe ser muy excepcional. Pretender que se normalice es como pretender que se normalicen las agresiones físicas. Se deja que se produzca una agresión y luego ya se verá si era o no “justa”.

Habilitar la ocupación, normalizarla, es asumir que se seguirán produciendo abusos en el ejercicio del derecho de propiedad. Y es colocar a la sociedad en medio de un combate de fuerzas: los especuladores y los okupas. Como hay especulación se habilita la ocupación. Y así, ojo por ojo, el mundo se queda ciego.

Si existe necesidad de vivienda, de locales sociales, de espacios públicos, será necesarias medidas que los promuevan y faciliten. Utilizar procedimientos respetuosos con la participación de todas las personas afectadas o interesadas. Con trasparencia. Con igualdad de posiciones. Vamos, ni más ni menos que aplicar las reglas básicas de cualquier Estado de Derecho.

Julio César, podría haber favorecido a sus partidarios, haberles dado a voluntad. Podría haber aniquilado a quienes, en su opinión, se hubiesen comportado como prestamistas usureros o propietarios abusivos. Julio César era militar, estaba curtido en la disciplina y en la justicia militar. Pero no actuó así. Con todo el poder concentrado en sus manos, decidió establecer mecanismos arbitrales, procedimientos y recursos en los que las partes afectadas pudieran defender sus posiciones.

Julio César pudo ser okupa. Sin embargo, en opinión de algunos con su decisión cimentó toda una civilización. Pero claro, es sólo una opinión. Y aquélla fue la opinión de Julio César solamente. Aquí, hoy, todas y todos tenemos nuestra opinión ¿Por qué no va a ser válida la opinión de cualquiera?


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