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Opinión / In foro domestico

Y el nueve. Y el diez. Y el...

Por Ángel Luis Fortún Moral

Porque obras son amores y no buenas razones, la igualdad sigue importando cada día. ¿O no? Acaso nos conformemos con que “están mucho mejor que nuestras madres”. Y qué decir de cómo vivían nuestras abuelas. ¿De verdad nos conformarnos con tan simples mejoras?

Un aspirador de limpieza en un domicilio.
Un aspirador de limpieza en un domicilio.

En Quebec, allá por 2006, decidieron que era insuficiente el 21% de padres que optaba voluntariamente al periodo de paternidad tras el nacimiento de sus criaturas. Así que se les ocurrió establecer “5 week daddy quota/congé de paternité”, por el que los padres disfrutan obligatoriamente de cinco semanas intransferibles para el cuidado de sus hijos.

¿Qué ha pasado? Pues que en la primera revisión de la medida, efectuada en 2012, se constató que se estaba produciendo un fenómeno muy curioso: los padres, cuando regresan del permiso de paternidad, tienden a estar menos tiempo en el trabajo y más en casa realizando tareas domésticas. Una media de 43 minutos al día.

En cambio, las madres estaban aumentando, en aproximadamente media hora más, el tiempo diario dedicado a sus trabajos, y reduciendo el tiempo dedicado a las tareas domésticas una media de 28 minutos.

Los datos avanzados de 2016 señalan que ya se habría alcanzado el 40% de padres que han aplicado reducciones de tiempo de trabajo y excedencias para el cuidado de sus hijos. Una cifra que a Suecia le costó décadas.

Este fenómeno “milagroso”, no lo había conseguido una severa ley de igualdad salarial y de condiciones laborales de 1996, que contempla un severo seguimiento sobre las empresas para evitar que las obligaciones y sacrificios familiares restaran únicamente sobre la carrera profesional de la mujer y cargaran de estrés únicamente a las madres.

¿Y aquí, en España? El porcentaje de padres que voluntariamente optaron por el permiso de paternidad cedido por la madre fue tan sólo del 1’8%, en 2014, y del 1’9%, en 2015.

A diferencia de lo que ocurre en Quebec, en España el 21’1% de las madres reduce su jornada, frente al ínfimo 2’1% de los padres. Y un 38% de mujeres deja su trabajo tras la maternidad, por lo que la consecuencia es obvia: según datos de la OCDE, apenas se mueve la diferencia del tiempo que dedica la mujer a las labores domésticas (4’29 horas) respecto al tiempo que dedicamos los hombres (2’32 horas) en la última década.

Todo parece indicar que la “daddy quota” ha sido la clave, esto es, implicar a los padres en las tareas y obligaciones familiares. Un modelo que ya ha copiado el resto de Canadá y que han comenzado a aplicar en Francia y Bélgica.

Efectivamente, cuota sí, la palabra maldita. Una medida intervencionista de discriminación… ¿Realmente se puede considerar discriminatorio que un padre tenga la oportunidad de disfrutar de cinco semanas para el cuidado exclusivo de sus hijos?

Tal vez cambiando la perspectiva… En realidad se trata de una medida que incentiva una custodia compartida, implicando al padre durante cinco semanas, mientras la madre tiene la oportunidad de reincorporarse al mercado laboral. Custodia compartida que, en este país, parece que hayamos descubierto a partir del divorcio.

Como medida intervencionista no terminará de convencer a quienes siguen confiando en el orden natural del mercado, el orden natural del reparto de la riqueza y hasta en un orden natural que restaura prodigiosamente la contaminación de nuestro mundo. Sin necesidad de intervención alguna. La economía se arregla sola y la igualdad efectiva se produce de manera espontánea.

Nada tendríamos que hacer. Por alguna razón, una mañana nos levantaremos y habremos conseguido el reparto equitativo de las obligaciones familiares. Y, dicen, la prueba es que el mundo en que vivimos hoy es mucho mejor que el que vivieron nuestras madres y abuelas. ¡Pues sólo faltaba!

El problema está en cuándo y cómo se han producido esas mejoras. La verdadera clave está en si nos conformamos con simples mejoras o nos ponemos (el ocho, el nueve, el diez...) y afrontamos, callandico y sin que nos lo tengan que pedir, todas las tareas.


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