• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Escritor y periodista español, que ha desarrollado su carrera en prensa, radio, televisión e internet.

¿Y después, qué?

Por Andrés Aberasturi

Lo bueno de este tiempo de interinidad es que nadie se aclara y todo es bracear desesperadamente entre tinieblas en busca de esa isla fantasma llamada investidura.

Cada uno hace lo que puede y juega su papel; cada medio pronostica -contradiciéndose unos a otros- el castigo o el premio de cada partido. Ahora se van a sentar los tres con sólo una cosa en común: que no siga Rajoy. La cuestión no es baladí, pero no sé yo si suficiente para poner de acuerdo a PSOE, Ciudadanos y Podemos. Creo que no, pero el cortoplacismo tan incrustado en la clase política española, nos lleva a dirimir y negociar algo que incluso puede ser posible, que sin duda es importante y cada vez más urgente pero que no es lo fundamental y que puede llevarnos a callejones tan malos o peores de en los que ahora estamos instalados.

Porque aquí lo que discuten y negocian, digan lo que digan, es la investidura de Sánchez, no llegar a nuevas elecciones y ponerse de acuerdo, incluso con la abstención, para que se pueda formar Gobierno. Y naturalmente que esta interinidad no hace más que perjudicarnos a todos, pero habría que pensar aunque fuera un poco en el futuro. Imaginemos entonces que se llega a un acuerdo de mínimos y todos se dan por satisfechos: Sánchez es elegido presidente.

Lo primero que debe hacer es formar gobierno y no parece que sea tarea fácil aunque Pablo Iglesias renuncie a sí mismo a lo que él mismo se había propuesto; pero es que da otros nombres de su partido para sustituirlo como vicepresidente de ese hipotético gobierno. ¿Y qué haría entonces Ciudadanos? ¿Tan buenísimo es Rivera que se conformaría con ver como ocupan con su apoyo las carteras ministeriales los que le habían llamado de todo? No me lo creo. Pero podemos seguir imaginando y dar por resuelto el primer problema; pongamos que en las negociaciones quedan de acuerdo en quién se va a sentar en el Consejo de Ministros. Viene entonces la segunda parte.

Y la segunda parte, claro, es gobernar con una oposición que tiene más siete millones de votos y mayoría absoluta en el Senado. Pero por imaginar que no quede: dejemos en paz al PP en la oposición. ¿Qué medidas toma el ese Gobierno hipotético de forma inmediata? Que se sepa meter mano a la reforma laboral ¿Derogándola en bloque?

¿Reformándola? ¿Qué reformas exactamente mientras Bruselas te exige cumplir con el déficit? ¿Dan por muerta a la troika como hizo Tsipras con el éxito de todos conocido? Habrá que saber las alternativas que ofrece ese tripartito a la reforma laboral porque me temo que cada uno tiene ideas bastante distintas. Y lo mismo con la LOMCE: la derogamos a mitad de curso y la cambiamos por una ley de educación de consenso; o sea, el tripartito lograr hacer en un mes lo que todos los gobiernos de la democracia no han logrado desde que tenemos Constitución. Y hablando de Constitución: hay que reformarla según unos y según otros -los del "papelito"- hay que iniciar un periodo constituyente ya mismo y olvidarse de todo lo anterior. ¿Y la reforma fiscal? Porque no vale eso de decir que paguen más lo más ricos, eso es una simpleza; hay que decidir cuánto más y si se suben o se bajan los impuestos.

Y así podríamos seguir haciéndonos preguntas fundamentales que van mucho más allá de quién presida un Gobierno. La investidura es importante, ya tenemos presidente y después, ¿qué? Después viene la gobernación que es mucho más seria y bastante más complicada. ¿Lo han pensado quienes ahora se afanan en llegar a un acuerdo contra reloj y en el que vale casi todo para salir del paso? Ojalá.


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