• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / Escritor y periodista español, que ha desarrollado su carrera en prensa, radio, televisión e internet.

PSOE: El precio de una crisis

Por Andrés Aberasturi

Culpar de todo a Pedro Sánchez, abroncar a los críticos, mirar bien o mal a Susana Díaz, asistir atónitos a lo que está pasando en el PSOE, es, tal vez, quedarse en la anécdota, en la explosión sin más porque alguien tuvo que poner la dinamita antes para que ese gran edificio de casi siglo y medio se esté viniendo debajo de la noche a la mañana.

No, no puede ser que todo se reduzca a abstenerse o votar no a Rajoy; no puede ser que eso sea lo único que haya producido esta catástrofe; viene de atrás y lo malo es el futuro porque pase lo que pase -y creo que nadie sabe ni dentro ni fuera del PSOE lo que puede pasar- no va a servir para aclarar las turbias aguas en las que chapotea nada menos que el Partido Socialista Obrero Español.

El desastre del PSOE se ha consumado ya y no sé si Pedro Sánchez y su camarilla, si los críticos y hasta algunos medios de comunicación son conscientes del daño producido; ni siquiera entiendo muy bien qué es exactamente lo que pretenden unos y otros y hacia dónde les lleva esta carrera absurda. Si sabemos de dónde vienen: de cosechar no sé cuántas derrotas consecutivas bajo un lema que no terminan de explicar nunca: el famoso "gobierno alternativo y de progreso" que lo mismo se puede hacer con Ciudadanos que con Podemos. Y no, claro.

En su momento uno escribió -y lo mantengo- que Rodríguez Zapatero fue el peor presidente de Gobierno de la democracia y sin duda, el peor secretario general del PSOE. Y es posiblemente ahí donde empieza a gestarse la aluminosis de Ferraz, esa gran Casa del Pueblo, un concepto sagrado para los socialistas, que de pronto se cierra a cal y canto para los díscolos que no pueden ni recoger las fotos de su familia que dejaron en el despacho antes de dimitir. Les prohíben la entrada a la casa que fue su casa en tiempos más duros, a la casa que un día quiso ser la "casa común" de la izquierda española y casi estuvo a punto de conseguirlo cuando el viejo y periclitado PCE, apenas sin votantes, tuvo que reinventarse para seguir respirando bajo otras siglas.

Rodríguez Zapatero, seguramente lleno de buenas intenciones pero careciendo de otros dones, se empeñó en entrar en la Historia como el gran hacedor de la "segunda transición" sin que nadie se lo pidiera, sin que fuera un clamor ni una urgencia. Ferraz se trasladó a la Moncloa, formó gobiernos no de ministros (y ministras) sino de secretarios de estado todos a sus órdenes y pensando más en que dieran bien en la fotos que en los resultados de su gestión.

Abrió el melón siempre peligroso de las autonomías y dio alas al independentismo catalán hasta convertirlo en un problema de estado. Llegó la crisis y no se enteró de nada hasta que alguien desde fuera le advirtió de que el país tenía los días contados. Y tuvo que ajustar, reformar, recortar todo tan sobre la marcha que le dio al Partido Popular una mayoría absoluta y la política del PP dio a su vez alas a un partido de indignados que le robaron la cartera del rojerío a Zapatero con lo que a él le gustaba eso de ser rojo.

Pero el PSOE ya estaba tocado. Rubalcaba se retiraba con dignidad y aparecía un tal Pedro Sánchez cuya carrera política como diputado había ido siempre de rebote en rebote: en las elecciones generales de 2008 no obtuvo escaño y gracias a la renuncia de Pedro Solbes consiguió su acta de diputado en septiembre de 2009.

Tampoco en las de 2011 salió elegido pero volvió al Congreso en el 2013 tras la renuncia de Cristina Narbona. Cuando le proclamaron secretario general del PSOE, se puso como reto -paradojas de la vida- recuperar la unidad del partido y la confianza de los antiguos votantes del PSOE que se iban a Podemos. Bueno, parece que no. Pero el mal venía de antes.

Lo que está pasando ahora no sólo en el PSOE sino en España es otro precio que hay que pagar con retraso de una crisis que no fue/es sólo económica. ¿Qué salida le queda al Partido Socialista ahora mismo, divido, sin líderes en la oposición interna y con Podemos -que también tiene lo suyo- amenazando por la izquierda? No sé si existe el mirlo blanco, pero habrá que buscarlo como sea y dónde sea para salvar este desastre que nos afecta a todos.


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