• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Escritor y periodista español, que ha desarrollado su carrera en prensa, radio, televisión e internet.

Mentiras y democracia

Por Andrés Aberasturi

Imagino que no voy a ganar muchos adeptos con esta columnilla de nada en la que sólo pretendo plantearme cómo funciona nuestra democracia, si sirven o no los referéndums y las consecuencias de una y otra cosa.

De entrada conviene dejar claro el viejo tópico: mientras no se invente otra cosa, el menos malo de los sistemas políticos es el democrático. Vale, queda claro. Como queda claro que es la ciudadanía la que debe tomar las decisiones y a la que hay que consultar ¿todo? Esa es la gran pregunta.

Sería fácil recurrir ahora al arrepentimiento de los millones de personas que se arrepienten ahora de haber votado el famoso Brexit. Y sería fácil, incluso, plantearse lo que significan los resultados de nuestras elecciones. Hay cosas terribles como la simplificación en las redes sociales de podemitas radicales que pedían la muerte -sin más- de los viejos que son los que votan al PP y evitan así la política del cambio. Pero eso son anécdotas porque también hay radicales de derechas escribiendo en 140 tonterías parecidas pero al revés. Es lo de menos.

Lo que yo me pregunto es algo que también creo que reconoció el mismísimo Felipe González ya en plena madurez: fue un error hacer un referéndum sobre la entrada en la OTAN. Y claro que fue un error porque hay materias y cuestiones que nosotros, los que los partidos llaman "la gente" no podemos valorar con la información que tenemos.

En contra de lo que se esperaba de mis ideas, siempre me mostré a disgusto con algo tan progre y democrático como el "jurado popular" porque sencillamente no me fío ni de mí mismo cuando intento ser objetivo en cosas que me afectan sentimentalmente. Y se diga lo que se diga, el jurado popular va teniendo un recorrido de estruendosos fracasos.

Y qué decir del Brexit y de la cantidad de mentiras que dijeron los defensores de la salida sobra las cuentas de la Gran Bretaña, sobre la situación genial que se iba a producir, sobre que no iba a pasar nada. Era mentira y la gente votó creyendo esas mentiras porque estas cosas tan técnicas se votan con el corazón y uno se cree lo que le dicen los que dicen lo que quiere uno oír que pocas veces tiene que ver con la verdad.

¿Cuántas veces hemos hablado de lo que pasaría con una Cataluña desconectada de España? Pero no sólo lo han dicho los que están afectados por el problema sino economistas, politólogos, líderes europeos, intelectuales... da igual: el "España nos roba" sigue vivo en las conciencias sin reflexión de muchos y ya se pueden escribir tratados y echar las cuentas que se quieran para demostrar que no es verdad, que nadie de los convencidos dejará de creerlo.

"Cataluña se irá de España pero continuará en Europa" es otro de los mantras. Geográficamente claro, pero quien lo afirma sabe que ni política ni económicamente eso es posible y es ahí donde reside, creo, el problema de nuestras democracias: en las mentiras que impunemente nos quieren vender unos y otros.

Porque las mentiras al final calan y el ciudadano, que es un tipo normal que ve la tele, oye la radio y hasta compra algún periódico de vez en cuando, no es un experto en casi nada y lo cierto es que la mayoría no terminamos de entender lo de la reforma laboral. Y entonces llegan ellos y te dan dos versiones no ya con variantes sino radicalmente antagónicas.

Ellos son los líderes, los que manejan los datos y están en el secreto de las cosas, los que entienden o deberían entender, los que están rodeados de expertos que pagamos todos. ¿Quién me está diciendo la verdad? El ciudadano no tenía por qué saber la trascendencia de entrar o no en la OTAN, para eso están -deberían estar- los gobiernos y sus asesores. ¿Qué sabemos nosotros de los escudos antimisiles o de los daños colaterales?

Pues esas cosas pasan un día sí y otro también. El plebiscito al final sólo logra dividir y enfrentar y si los políticos están constantemente preguntando a las bases no puede ser por una cuestión de pureza democrática sino más bien para liberarse del peso y la responsabilidad que tendrían que asumir. Y no se atreven.


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