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Opinión / Desde Baluarte

Vicente Amigo abre las puertas de Baluarte por primera vez tras la pandemia

Por Ana Ramírez García-Mina

Crítica del concierto ofrecido el jueves 27 de agosto en el auditorio de Baluarte por Vicente Amigo dentro del ciclo de conciertos de Flamenco on Fire. 

Vicente Amigo actúa en Pamplona dentro del festival Flamenco On Fire. PABLO LASAOSA
Vicente Amigo actúa en Pamplona dentro del festival Flamenco On Fire. PABLO LASAOSA

Los sentidos tienen su propia memoria. Lo pensé mientras me sentaba de nuevo en una butaca de Baluarte, casi seis meses después de que el mundo se parara. Volví a escuchar el clásico murmullo pre-concierto. Yo casi lo había olvidado, pero mi oído no. También me sumergí en la penumbra anaranjada del auditorio. Y, pese al tiempo, mis ojos seguían recordándola.

Probablemente, este era el primer concierto para muchos tras la pandemia. El Flamenco on Fire abrió las puertas del Baluarte con uno de los artistas más esperados de esta edición: Vicente Amigo. El guitarrista sevillano presentó en el festival su último lanzamiento, Memoria de los sentidos (2017). Y volver a las butacas me hizo comprender esa forma particular de recordar que da nombre al álbum.

Los sentidos iban recordando y acomodándose por sí solos, pero las cosas han cambiado desde la última vez. Si adentrarse en un auditorio ya era una experiencia solemne para los melómanos, ahora se le suma algo quirúrgico. Por ese nuevo olor que ha venido para quedarse: el del líquido desinfectante.

Antes de entrar, el personal del festival se encargó de repartir gel hidroalcohólico entre las manos de cada asistente. Las medidas de seguridad, butacas precintadas, aforo restringido, entrada y salida ordenadas, me recordaron la fragilidad de aquel momento. Las mascarillas contenían la emoción de algunos y la expresión grave de otros, conscientes de que la nueva normalidad pende de un hilo fino.

Desde el escenario, Vicente Amigo reconoció que también para él era el primer concierto en meses: “Me siento un poco extraño. Es como empezar de nuevo”. La séptima edición del Flamenco on Fire, como siempre en homenaje al Maestro Sabicas, arrancó el miércoles en Tudela con la actuación del cantaor Miguel Poveda. Y anoche continuó con la del guitarrista, quizá el mejor del panorama flamenco actual.

Vicente Amigo es un músico prodigioso, de eso no quedaron dudas sobre el escenario. Solo en la introducción, exploró todos los registros de su guitarra. Rasgada, con la pulsación metálica del flamenco hondo al que rinde culto en Memoria de los sentidos. Pero también lírica, con un sonido cambiante y lleno de matices que es hijo del mestizaje. Lo de lírico no es azar. El mismo Rafael Alberti dijo de Amigo, cuando el músico tenía 30 años y adaptó sus poemas a la guitarra: “Ha sabido trasladar todo el latido y temblor de mis versos”.

El concierto arrancó con los Tangos del arco bajo, un tema del año 2005. Del tiempo en el que el guitarrista se consagró como uno de los alumnos aventajados de Paco de Lucía. En diálogo con el bajista que lo acompañaba, Ewan Vernal, poco tardó Vicente Amigo en sentirse de nuevo cómodo sobre el escenario. El cante corrió a cargo de Rafael de Utrera, con una voz brillante, ágil y rítmica en el tango.

El registro de Utrera también dominó el quejío grave en Autorretrato, un tema escrito originalmente para Enrique Morente. Su voz y de los versos que cantaba (“Érase una vez un barco de papel perdido, / érase una vez un hombre de cartón herido, / érase una vez una playa sin mar, sin niños”) fueron los protagonistas, con un acompañamiento respetuoso.

Y una guitarra que, en las manos virtuosas de Amigo, se convirtió por momentos en un instrumento sobrio y humilde, a la altura de toda circunstancia. Utrera exhibió además una potencia desgarrada en Azul y Corinto o en Las Cuatro Lunas, los dos temas taurinos de la noche dedicados a Manzanares y a Talavante.

A la percusión, cajón flamenco, cajas y platillos tocados con las manos, el músico Paquito González. La sintonía con Vicente Amigo fue evidente, por el cruce de miradas y el juego entre los rasgueos y los golpes de cajón. Especialmente en Amoralí, la bulería disfrutona que abre su último álbum y que el guitarrista coronó con un solo en los trastes estrechos. Quizá Memoria de los sentidos es un trabajo en el que Amigo, en general, destaca más como el instrumentista brillante que es y no tanto como compositor.

Esta tendencia se invirtió en los temas que pertenecen a Tierra, su álbum anterior. En Baluarte, sonaron Estación de Primavera y el precioso Bolero a los padres. En este último, Ewan Vernal tuvo un protagonismo que se echó de menos en el resto del concierto. Los temas de Tierra son resultado del diálogo entre la tradición celta y el flamenco en unas composiciones admirables. Y aquí sí afloró el Vicente Amigo más íntimo, tocando casi para sí mismo, con un aire de jazz y de blues en su discurso.

De este mismo álbum vino el tema que cerró el concierto, Roma, y que consiguió poner a todo el Baluarte en pie. Pero, antes, el escenario se tiñó de azul para Réquiem. Vicente Amigo dedicó esta pieza a Paco de Lucía en su último álbum. Comenzó con unos acordes disonantes, dolorosos, sobre el pedal del bajo. Recordaba al rostro sufriente del guitarrista seis años antes, mientras cargaba el féretro del maestro en su funeral.

La música dedicada a su padre musical, y al de tantos otros, terminaba con unos versos: “Será el flamenco / quien con más fuerza / te eche de menos”. Y ha sido el flamenco de Vicente Amigo el que ha devuelto memoria a los sentidos. El que nos ha devuelto la experiencia de la música en directo, que con fuerza echábamos de menos.


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