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Opinión / Desde Baluarte

Una deuda con Remacha

Por Ana Ramírez García-Mina

Crítica del concierto de temporada de la Orquesta Sinfónica de Navarra celebrado el viernes 9 de noviembre en el auditorio Baluarte.

La Orquesta Sinfónica de Navarra en concierto en Baluarte. MIGUEL OSÉS 7
La Orquesta Sinfónica de Navarra, durante su concierto de temporada en Baluarte con obras de Fernando Remacha. MIGUEL OSÉS

La deuda de la música navarra con Fernando Remacha (Tudela, 1898-1984) no se ha saldado todavía. Primero, porque es inmensa. Segundo, porque Remacha fue uno de los compositores españoles más brillantes del XX, tres veces ganador del Premio Nacional de Música, pero marcado por la Guerra Civil. El estreno en concierto de su Sinfonía a tres tiempos por la Orquesta Sinfónica de Navarra y la dirección de Alejandro Posada contribuye a desenterrar y descubrir la interesante obra del músico navarro.

La edición de la partitura se hizo a partir de los manuscritos que la familia Remacha conservaba y que se hallaban en el Archivo General de Navarra. El primer movimiento fue como una canción infantil, burlona y festiva. En algunas secciones, las tonalidades de distintas melodías se cruzaban para contrastar con la consonancia y la danza en otras, al modo neoclásico.

En el segundo movimiento, una cuerda oscura y con fuerza, unos buenos solos de clarinete, oboe y trompa, condujeron a la rítmica compleja y bien resuelta del último. La Orquesta Sinfónica de Navarra y la batuta de Posada interpretaron con sensibilidad el estreno en concierto de esta pequeña muestra de lo que fue Remacha, saldando así parte de nuestra deuda.

Tras la música del tudelano, llegó al escenario del Auditorio Baluarte la obra de otro de los gigantes del siglo XX: Leonard Bernstein. Cada movimiento de su Serenade para violín, cuerda, arpa y percusión se corresponde con el discurso que los personajes de El Banquete de Platón tienen sobre el amor.

La parte solista corrió a cargo del violinista Mikhail Ovrutsky. Con un sonido flautado en el piano, el ruso consiguió brillar en el adagio del cuarto movimiento, donde sus melodías y su fraseo natural sonaron por encima del acompañamiento de cuerda. Sin embargo, el violinista fue sepultado en alguna ocasión por el resto de la orquesta, sobre todo en el primer y último movimiento.

La dificultad de la obra, bien resuelta por la técnica de Ovrutsky, hizo que los tempi escogidos fueran algo más lentos de lo habitual en la Serenade. El último movimiento, que requiere la acentuación del swing y la fuerza del Bernstein de Broadway, quedó algo desdibujado por una falta de cohesión en los músicos. Pero la falta de volumen en la parte solista se vio compensada por un gran dominio del arco y la afinación en armónicos y dobles cuerdas.

La segunda parte del concierto se reservó para la Scheherazade, de Rimsky-Korsakov. Una música inmensa, cinematográfica y colorista. Aunque el compositor ruso declaró que su música no debía leerse como una narración, la obra está inspirada en los Cuentos de las mil y una noches. Es inevitable pensar que la famosísima melodía para violín, acompañada del arpa, representa a Scheherazade, la esposa del sultán embelesado con sus cuentos más de mil noches.

Los solos de violín, centrales en esta obra, fueron interpretados por Yorrick Torman, concertino de la Sinfónica de Navarra, con mesura, acierto y un timbre cuidado.  La batuta de Alejandro Posada fue correcta, pero algo anónima en un Korsakov escrito para brillar y emocionar. Si bien los solos del viento madera (clarinete, flauta travesera o fagot) se resolvieron sobradamente, el viento metal sonó destemplado y algo brusco. Por lo demás, fue un Scheherazade bello, que cumplió con la grandiosidad y el efectismo esperados en esta obra.

FICHA

Viernes, 9 de noviembre, a las 20.00 h. en el Auditorio Baluarte. Concierto de temporada de la Orquesta Sinfónica de Navarra.

Programa:

Sinfonía a tres tiempos, de Fernando Remacha (1898-1984). Estreno absoluto.

Serenade para violín, cuerda, arpa y percusión, de Leonard Bernstein (1918-1990)

Scheherazade, op. 35, de Nikolai Rimsky-Korsakov (1844-1908)

Director: Alejandro Posada

Solista: Mikhail Ovrutsky (violín)

Entrada: menos de tres cuartas partes del aforo.


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