• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Desde Baluarte

Así es como nace una diosa

Por Ana Ramírez García-Mina

Crítica de la representación de la tragedia Medea por la compañía de teatro amateur Mutis por el Foro celebrada el 17 de febrero en el Museo de Universidad de Navarra.

Representación de la tragedia Medea por la compañía de teatro amateur Mutis por el Foro. ÁLVARO JIMÉNEZ (2)
Representación de la tragedia Medea por la compañía de teatro amateur Mutis por el Foro. FOTOS: ÁLVARO JIMÉNEZ

Representación de la tragedia Medea por la compañía de teatro amateur Mutis por el Foro, enmarcada en la Muestra de Teatro Universitario organizada por el Museo de la Universidad de Navarra.

Autores: Fernando Álvarez de Toledo y Loyola Santorromán desde textos de Eurípides y Séneca

Dirección: Fernando Álvarez de Toledo. Subdirección: Loyola Santorromán y Markel Urrestarazu

Música original: Roberto Inglés.

Vestuario: Bosco Tamames.

Entrada: tres cuartas partes del aforo, aproximadamente.

Reparto:

Medea: Mar Ruiz Retegui.

Nodriza: Loyola Santorromán.

Jasón: Mario González.

Creonte: Mikel Delgado.

Corifeo: Markel Urrestarazu.

Pedagogo: Andoni Amadoz.

ASÍ ES COMO NACE UNA DIOSA

El arte adelantado a su tiempo suele tener un sabor amargo y grande en su público, como la primera cerveza. Casi siempre son los años los que elevan a los genios. Por eso, existen obras que nacen viejas y parecen de mármol incluso en su estreno. Pero hay otras con un eco afilado y brillante, que atraviesan los siglos y la humanidad de quien las contempla. Palabras de dos mil años latieron desnudas sobre el escenario, como recién nacidas, gracias al trabajo de la compañía de teatro joven Mutis por el Foro.

En el Museo de la Universidad de Navarra, los actores de Mutis interpretaron una adaptación de la Medea de Séneca y Eurípides, escrita por Fernando Álvarez de Toledo (dirección) y Loyola Santorromán (subdirección).  La trama que precede a la obra apareció proyectada en el telón. Dos voces y las imágenes introdujeron al público en el universo de Medea, la hechicera traicionada por Jasón.

Mar Ruiz Retegui en el papel de Medea. Una mujer que vive en su herida, entre la pasión, el dolor y el miedo. En la voz de Ruiz se escucharon todas esas emociones sin perder la interferencia que hace, definitivamente, humana y diosa a Medea: la ira. Desde que subió el telón, las palabras antiguas de la hechicera ya hablaban de venganza. Incluso en sus declaraciones de amor. Ruiz Retegui supo llevar a un público eminentemente joven hasta las entrañas encendidas de su personaje.

La mentira, la manipulación y el paternalismo de Jasón fueron brillantemente interpretados por Mario González. Si en Medea es la ira la que da vida al personaje, Jasón cae con el orgullo roto por la pérdida de sus hijos y su futura esposa. Las palabras de los hombres en el escenario fueron dolorosamente reales. Las reflexiones que descansan en Medea son tan subversivas hoy como en el momento de su nacimiento. Es el eco afilado. Y el Jasón de González fue más que creíble en sus juegos psicológicos y la caída final.

Creonte, el padre entregado, vivió con sus contradicciones logradas en la actuación de Mikel Delgado. Junto a Jasón, tuvo una apariencia moderna y marcial. Todo un acierto: la autoridad uniformada frente a la humanidad de Medea, con un aire oriental. Markel Urrestarazu interpretó con voz solemne a Corifeo y escuchó los secretos de Medea dando vida al amable rey Egeo.

La música en directo, compuesta por Roberto Inglés, acompañó a toda la Medea. Primero, en el coro. Sotto voce, cantaron una progresión de acordes arcaica y obsesiva. Junto a la percusión del cajón flamenco o los bastones, el acompañamiento creó una atmósfera primitiva que envolvió la obra con gran acierto.

La escenografía también estuvo en sintonía con las emociones que iban apareciendo sobre las tablas. Destacó la voz, afinación y proyección de Natalia Lacunza. Merece mención aparte la actuación musical y teatral de Loyola Santorromán en el papel de la dulce y luminosa Nodriza, como contrapunto a Medea.

La guitarra de Álvaro Aranda fue otro de los grandes aciertos en la adaptación de la obra. Acústica y en punteo para la escena de amor con Jasón. Flamenca para la pelea. Eléctrica y distorsionada por una barra de vibrato para el deseo de venganza que ciega a Medea. Y así, consumida por el odio, es como nace una diosa.


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