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Opinión / Desde Baluarte

Un nuevo ‘Elisir’ abre la temporada de Fundación Baluarte

Por Ana Ramírez García-Mina

Crítica de la representación de la ópera L’elisir d’amore, de Gaetano Donizetti, en Baluarte los días 20 y 22 de septiembre de 2018.

Representación de la Ópera _L'elisir d'amore_ en el Baluarte. MIGUEL OSÉS (14)
Representación de la Ópera 'L'elisir d'amore' en el Baluarte. MIGUEL OSÉS

El humor muere si se separa del tiempo en el que nació; es difícil reírse a carcajadas con una comedia de Plauto; los adolescentes miran con cara de póker a Millán Salcedo y las empanadillas de Móstoles, mientras sus padres se preguntan qué es eso de los ‘memes’.

Pero L’elisir d’amore, casi 200 años después de su estreno, provocó carcajadas y emociones en las butacas del Auditorio Baluarte.

La producción de la Ópera de Lausanne abrió la temporada de la Fundación Baluarte, llevada a España por primera vez. El clásico pueblo vascofrancés de finales del siglo XVIII en el que se ambienta la obra se convirtió en una pequeña porción de suelo. Al fondo, un bosque de espigas gigantescas y el neumático de un tractor, tan alto como el escenario.

El espacio y el tiempo de la ópera bufa de Donizetti desapareció en una escenografía entrañable, moderna y ligada con gran acierto al libreto de casi 200 años.

El ‘Preludio’, interpretado por la Orquesta Sinfónica de Navarra y la batuta de Matteo Beltrami, se materializó en la lucha de un niño y un pájaro proyectada sobre el escenario. La Orquesta escogió un tempo contenido, que creció a medida que la obra avanzaba.

El volumen fue excesivo en algunos puntos y la sección de viento metal, deslavazada. En general, acompañamiento de la Sinfónica de Navarra fue correcto y estuvo a la altura del reparto.

También lo fue la intervención del coro de la Asociación Gayarre de Amigos de la Ópera (AGAO), dirigido por Íñigo Casalí. Aunque tuvieron algunas dificultades para el empaste, especialmente en los cambios de tempo, su acompañamiento fue acertado en una obra con números corales exigentes.

En el escenario aparecieron enormes latas recicladas. Incluso Adina, interpretada por Sabina Puértolas por primera vez, narró a los campesinos diminutos la historia de Tristán e Isolda desde un papel del tamaño de una alfombra, arrugado y desechado por los hombres.

La actuación de la soprano navarra fue tan moderna como la escenografía que la acompañaba: una Adina burlona y sarcástica, que rechaza explícitamente a dos hombres que no le interesan.

Puértolas ofreció una voz técnica y ágil. La soprano, con volumen y gran facilidad para alcanzar el registro agudo, interpretó su exigente papel de forma nítida y limpia. Quizá se encontró menos cómoda en los graves y en su piano, que se mostró algo descontrolado en momentos puntuales.

La suya fue una Adina original y arriesgada; interpretaba algunas de sus arias mientras corría y daba vueltas por el escenario, con un resultado más que solvente.

Nemorino fue el joven humilde y enamorado a cargo del tenor Antonino Siragusa. Su actuación, algo más sobria, añadió una dignidad inusual al clásico campesino ignorante. La voz del italiano no destacó por un volumen arrollador y un timbre aterciopelado, sino por su sensibilidad. Siragusa utilizó los reguladores con un acierto y control muy notables. A dúo con Puértolas, sus voces empastaron perfectamente en afinación y timbre. El momento estrella del tenor, ‘Una furtiva lágrima’, arrancó los aplausos del público.

El barítono Pablo Ruiz interpretó al doctor Dulcamara, que llegó al pueblo diminuto subido a una lata de refresco.

El papel del charlatán está escrito originalmente para bajo. Ruiz presentó una voz potente, con un timbre redondeado, pero algo insuficiente en los graves. Fue quizá el solista más libre en su tempo. En ciertos momentos, la Orquesta no acompañó sus rubatos expresivos, perdiendo el efecto de un Dulcamara correcto y divertido.  

El grotesco Belcore, que no es sargento ni galante, vivió en la actuación del barítono Emmanuel Franco. Su volumen resultó demasiado ligero para el papel del militar arrogante, aunque su técnica e interpretación fueron correctas. En ocasiones, no logró la coordinación con los músicos del foso.

Merece una mención especial la Gianetta de la soprano navarra Andrea Jiménez. Su calidad vocal e interpretativa dio un resultado muy por encima de lo esperado en este personaje. 

FICHA

Jueves 20 y sábado 22 de septiembre de 2018, a las 20:00 h en el Auditorio Baluarte. Primer concierto de la temporada 2018/19 de la Fundación Baluarte.

Programa:

L’elisir d’amore, de Gaetano Donizetti (1797-1848). Ópera bufa en dos actos, con libreto de Felice Romani

Reparto:

Adina: Sabina Puértolas (soprano)

Nemorino: Antonino Siragusa (tenor)

Belcore: Emmanuel Franco (barítono)

Dulcamara: Pablo Ruiz (barítono)

Gianetta: Andrea Jiménez (soprano)

Orquesta Sinfónica de Navarra (dirigida por Matteo Beltrami) y coro lírico de la AGAO (dirigido por Íñigo Casalí)

Dirección de Escena: Adriano Sinivia.


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