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Opinión / Toros

Esfuerzo, trabajo y dedicación ¡Vuelve la casta navarra!

Por Álvaro Alonso

Miguel Reta lidia el 17 de julio su primera corrida de toros en la plaza francesa de Ceret tras la suspensión de 2020 por la pandemia. 

Ganadería Reta de Casta Navarra en la finca de la Tejería de Grocin. PABLO LASAOSA
Miguel Reta observa a parte de su ganado de la ganadería Reta de Casta Navarra en la finca de la Tejería de Grocin. PABLO LASAOSA

En ocasiones, ideas que consideramos locuras campan a sus anchas por nuestras cabezas. Te reconcomen, te dejan con el runrún de pensar, ¿y si lo hago? ¿Por qué no intentarlo? Cualquiera de nosotros ha sentido más de una vez esa sensación especial al tantear la posibilidad de tomar una decisión que cambiará nuestra vida.

Sin embargo, ¿qué ocurre cuando esas ideas nos rondan desde la juventud? ¿Merece la pena intentar los sueños de infancia y juventud en la vida adulta? Todas estas preguntas, propias de un examen de conciencia y autoevaluación, son las que pudo hacerse Miguel Reta, ganadero de reses bravas.

Lo que en su infancia se reflejaba como un hierro taurino pintado en la pared del frontón del pueblo hoy es una realidad: la Casta Navarra vuelve a la lidia y muerte. Pero no se trata solo de esto, que ya de por sí es un hecho de enorme mérito y relevancia, sino que consiste en algo más.

Hace algo más de dos décadas Reta, de dedicada familia hostelera, se propuso sumergirse en las más de una vez turbulentas aguas del mundo ganadero de bravo. Además, lo hizo a lo grande, apostando por la casta navarra, pues es lo que el pastor del encierro conocía, sin plantearse el escoger otra familia brava. Ahora bien, hay que hacer un obligado alto en el camino.

¿Qué es la dichosa casta navarra, esa de la que tanto se habla últimamente? Pues bien, cabe decir que la ganadería taurina actual es fruto de una ingeniería genética artesanal, fruto de siglos de selección en busca de distintos comportamientos en los animales de lidia que los hagan atractivos.

Es precisamente la casta navarra una de las bases sobre las que se cimienta dicha alquimia ganadera. En total, podría decirse que el toro bravo actual procede de siete castas fundacionales. La navarra, caracterizada por su menor tamaño y colorado pelaje entre otros rasgos definitorios, gozó de gran estima y popularidad hasta comienzos del siglo XX. Es en este momento cuando comienza a vivir un progresivo abandono por su indómito carácter en la lidia. “Prefiero antes un zarpazo de los tigres de Veragua (otra procedencia de bravura), que la picadura de un mosquito navarro”.

Así opinaban los matadores de la época sobre los toros de míticas ganaderías como Carriquiri o Zalduendo. Sin embargo, 100 años después, esta sangre brava parece estar experimentando un inesperado resurgimiento de sus cenizas, puesto que la francesa localidad de Céret ha apostado por incluir en su exigente feria una corrida del hierro de Reta de Casta Navarra. Si bien la selección de los ganaderos ha dado sus frutos, ¿se acordarán los toros, algunos de seis años, del comportamiento de sus ancestros? Los valerosos matadores que se enfrentan al encierro que hasta esta semana ha pastado en Grocin lo sabrán de primera mano. 

Porque esa es otra. Qué vida la de esos toros a la espera de su lidia. Años de libertad pastando en la finca de La Tejería, una de las más septentrionales en esto de la ganadería de lidia.

En las estribaciones de Urbasa, entre bosques de encinas y fértiles campos de cultivo, disfrutan de la calma y la quietud los animales de Reta. Sufriendo, eso sí, el rudo invierno. Barro, nieve, lluvia… La dureza del invierno navarro la sufren las reses, también las de festejo popular (donde la casta navarra nunca ha terminado de irse) que los ganaderos cuidan con tanto mimo.

Y es que el festejo popular ha sido la base para que el romántico proyecto de recuperar la lidia haya sido posible. Trabajan unos para que puedan vivir otros. Por eso la pandemia ha sido tan dura. Cientos de bocas que alimentar, sin ingresos, es muy complicado de mantener. De ahí que muchos animales hayan acabado en el matadero, en lo que supone años de trabajo e inversión tirados a la basura de una forma tan banal y fría que ni siquiera económicamente es recompensada como merece. Quizá la corrida de Céret sirva a los ganaderos para resarcirse del terrible rodillo de 2020. No solo a las cabezas visibles, sino a todos aquellos amigos, familiares y trabajadores que han empujado durante estas dos décadas para que la casta navarra protagonice uno de los mayores acontecimientos del año. Y es que con alfombra roja serán recibidos los animales que aguardan en la Tejería cuando en esa tierra tan próxima a Cataluña hagan acto de presencia los Retas.

Frente a la censura cultural de un lado de los Pirineos, la liberté francesa unida al genio y carácter navarro. Ocurra lo que ocurra, pues en esto de los toros dos y dos nunca son cuatro, la fecha del 17 de julio del presente año pondrá en los ojos de todo el planeta de los toros el patrimonio genético y cultural que Navarra brinda al mundo gracias al esfuerzo y dedicación de quienes apuestan por la tauromaquia más original y primigenia. Esta vez el capote de San Fermín hará presencia en tierras galas, esperamos que motivando la bravura de los animales navarros. ¡Suerte a todos!


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Esfuerzo, trabajo y dedicación ¡Vuelve la casta navarra!