• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión /

Casi 1.000 años después...

Por Alfonso Ibáñez

Navarra se encuentra en una encrucijada absolutamente vital. El pacto presupuestario del PSN con Bildu va mucho mas allá de un mero trámite para superar la presente legislatura. 

La presidenta del Gobierno de Navarra, María Chivite. EFE/Villar López
La presidenta del Gobierno de Navarra, María Chivite. EFE/Villar López

En nuestra Comunidad, la posibilidad de que exista una mayoría absoluta es prácticamente inexistente. Las mayorías absolutas son susceptibles de darse en sociedades con marcada tendencia al bipartidismo, cuestión esta que en Navarra no ha lugar, ya que confluyen tres tendencias principales, izquierdas, derechas y nacionalismos

Es precisamente por ello que en nuestra Comunidad históricamente han gobernado PSN o UPN con el permiso uno del otro, con la máxima de dejar fuera de la ecuación al nacionalismo. 

Pero esto ha sido así hasta la presente legislatura, en la que Chivite decidió romper con la tradición, cruzar una línea roja no escrita, y facilitar un gobierno sostenido por la izquierda más radical pero sobre todo con la conjunción de partidos nacionalistas como son Geroa Bai y Bildu

Cruzar esta línea roja para Navarra no es baladí en absoluto, más bien al contrario, es cuestión absolutamente vital, ya que en el ámbito nacionalista, podemos ver en el País Vasco como la guerra abierta está entre la “derechona” del PNV y el nacionalismo radical de Bildu. Así, la confrontación entre la derecha y la izquierda nacionalista se convierte en el eje natural  del escenario electoral. 

Es por ello que la apuesta de la izquierda constitucionalista, PSN, de formar gobierno con la izquierda nacionalista, Bildu, se contrapondría directamente a la necesidad de la derecha navarra, Navarra Suma, a pactar con otra fuerza para tener posibilidades de gobernar. Así, pasaríamos de un eje sociopolítico de constitucionalistas vs nacionalistas a un eje izquierda/derecha en el que el nacionalismo pasaría a formar parte de cualquiera de las dos posibilidades de gobernar. Por una parte socialistas con Bildu y por otra Navarra Suma con Geroa Bai, o al menos con la parte peneuvista de esa coalición. Es decir, que el PSN se cierre a cualquier posibilidad de llegar a los acuerdos constitucionalistas a los que históricamente se había llegado, abocaría a poner en manos de los nacionalistas, minoritarios en voto, el futuro de Navarra. 

Hemos visto estos días cómo en el Senado el Partido Socialista, rehén de sus pactos con la izquierda más radical y con los independentistas vascos y catalanes, han apoyado integrar a la Comunidad Valenciana en los Paisos Catalans. Es decir, integrar el antiquísimo reino de Valencia (1238), a los Paisos Catalans de antes de ayer. Ciertamente, es un mal presagio para lo que nos podría pasar a los ciudadanos del Reino de Navarra (1162) con respecto a la entelequia de euskalherría, que a día de hoy ni tan siquiera existe. Tantos siglos, tantos reyes, tantas dinastías, tantos y tantos navarros que dieron su vida por Navarra, hoy a punto de desaparecer por unos acuerdos políticos de muy dudosa consideración. 

La historia de Navarra, sus gentes, sus reyes… merecen unos lideres actuales que sepan defender esta historia milenaria y que no miren, en una estrechez de miras sin precedentes, el día de mañana como si no hubiera un ayer. 

Navarra podrá ser de izquierdas o de derechas, progresista, conservadora o liberal, pero no puede dejar de ser Navarra, una comunidad diferenciada con siglos y siglos que fundamentan su actual realidad. 

Arrojar tantos siglos de historia, despreciar los esfuerzos y las vidas de tantos y tantos antepasados que han hecho posible que una pequeña Comunidad como la nuestra tenga sello, proyección y reconocimiento propio, facilitar que todo ello se disuelva en una entelequia sin pasado ni futuro, supondría un acto absolutamente despreciable. 

Todos y cada uno de los dirigentes que históricamente ha tenido Navarra han sabido defender y proyectar hacia el futuro nuestra historia y nuestra identidad. Hoy, a nuestros dirigentes actuales, no podemos exigirles ni un ápice menos de lo que los navarros han exigido a los suyos durante tantos y tantos siglos. La defensa de Navarra como entidad política, geográfica y social diferenciada, está por encima de cualquier otra consideración de corto recorrido y nulas miras. 


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