• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / Periodista y dibujante cristiano. Trabaja para las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, imparte clases de Diseño de Videojuegos en la Universidad de Navarra y cada fin de semana presenta el programa Implicados en Navarra TV. También dibuja viñetas para Buigle.net y Religión Digital.

Un Hombre de Dios

Por Alejandro Palacios

En un país cainita como España, es extraño que exista una persona de la que todo el mundo hable bien. 

El navarro Juan Carlos Elizalde.
El navarro Juan Carlos Elizalde.

Y si nos referimos a alguien de Iglesia, ni les cuento. Y bueno, ya si es un obispo, apaga y vámonos. 

Al hombre de quien voy a hablarles lo conozco desde hace varios años. He compartido con él retiros espirituales, convivencias, trabajo en la televisión, entrevistas, tertulias, varias conversaciones, dudas… He tenido el placer de haber sido catequista durante unos meses en su equipo de pastoral de Roncesvalles y, sobre todo, he tenido la suerte de ser su amigo.

Estos días entre Navarra y Vitoria se ha estado moviendo un hombre, un sacerdote para ser más concretos, que responde a esa extraña raza de personas hacia la que todo el mundo tiene buenas palabras. Hablo del nuevo obispo de Vitoria.

Juan Carlos Elizalde, ahora Monseñor Juan Carlos (¡qué raro suena!), es el reflejo en nuestra Iglesia de aquellas palabras que resonaron en el bautismo de su fundador: “Tú eres mi hijo amado”. Y no por casualidad es éste su lema episcopal. Porque sencillamente así se siente cualquiera que converse unos minutos con Juan Carlos. Reside en él esa extraña capacidad que tienen algunos hombres muy ocupados, pero geniales, de hacer sentir a su interlocutor que no tienen otra cosa mejor en el mundo que escuchar sus problemas y su vida. 

Humilde y cercano, con una sonrisa permanente, refleja ese rostro que quiere Francisco para la Iglesia. El rostro de una Iglesia que acoge, que no condena, que perdona y que ante toda situación sabe ver las circunstancias personales de cada individuo. Quedó claro su estilo cuando, en la alocución final de su ordenación episcopal, afirmó que quería que los pobres, parados, inmigrantes y marginados sean el corazón de la Iglesia de Vitoria.

Están de suerte en la capital vasca con el obispo que les ha tocado. Y con el que les podía tocar, también. Pues, como confirmaron varios medios, en la terna también estaba Mikel Garciandia, otro grande de nuestra diócesis, una de las mejores cabezas (y corazón) que tenemos en Navarra.

Para finalizar, no me equivoco al creer que, desde ahora, las cartas pastorales que pueda escribir Juan Carlos avivarán en muchos de nosotros el interés por leer la opinión semanal de un obispo. Sencillamente porque con él nunca es “el mismo rollo de siempre”. Él llega, toca y, lo más importante, anima a seguir creyendo.

Amigos y amigas de Vitoria, sigan a este hombre, léanle, conózcanle y, si tienen la oportunidad, hablen personalmente con él. Porque en ese momento estarán delante de un Hombre de Dios.


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