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Referéndum en Fuenterrabía e Irún para volver a Navarra

Por La voz de los lectores

Carta enviada por Patxi Aranguren Martiarena.

Una imagen aérea de Fuenterrabía.
Una imagen aérea de Fuenterrabía.

El 30 de junio se cumplieron los 498 años de la batalla de Noáin, en la que el Reino de Navarra perdió definitivamente su independencia. Pero al mal de la conquista hay que sumar las reiteradas mutilaciones que a lo largo de los siglos sufrió el territorio navarro hasta quedar reducido a una caricatura de lo que llegó a ser.

Navarra fue severamente castigada, antes y después de la conquista de 1512. En el año 1200 se produce la conquista de la Navarra occidental o marítima. Pero la pérdida de territorios no se frenó. En el año 1463 Castilla ocupó las poblaciones navarras de San Vicente de la Sonsierra, La Guardia, Viana y Los Arcos, aunque en el 1466 la ciudad de Viana se sublevó contra los castellanos y volvió a Navarra.

Y no fue hasta 1753 cuando Castilla devolvió a Navarra las poblaciones de Los Arcos, Armañanzas, El Busto y Sanzol, pero no así la comarca de La Guardia, la Sonsierra navarra, que, habiendo pertenecido durante siglos a la Merindad de Estella, pasó definitivamente a Álava. En 1530, ya después de la conquista, perdimos  la Baja Navarra. No es justo que además de conquistar un reino soberano, lo dividan y troceen y se lo repartan como una tarta. El mal menor hubiese sido que todo el territorio del Reino navarro hubiese pasado íntegramente a un solo Estado. Invadieron, conquistaron, dividieron y destrozaron nuestro reyno, y en 1841 nos dieron la puntilla: mataron lo que quedaba de reino. Navarra no se merecía un final así.

Cuando a un  país le cierran la salida al mar acaban estrangulándolo. Eso es lo que hicieron con el Reino de Navarra. Bayona fue el primer puerto navarro hasta que en el siglo XI, cegado por las arenas de las landas, quedó prácticamente inservible. Ello propició un importante movimiento de población gascona (burguesía de armadores y comerciantes de Bayona), hacia San Sebastián, donde encontraron seguridad al amparo de sus murallas. La villa de San Sebastián nace para ser puerto del Reino pirenaico, pero en el año 1200 con la conquista de Guipúzcoa, Navarra pierde su salida al mar.

San Sebastián y Fuenterrabía (Hondarribia), fueron poblaciones navarras que pertenecieron a nuestro reino hasta que le fueron arrebatadas por Alfonso VIII de Castilla. Años después estas dos villas volvieron a pertenecer a Navarra. Así en el año 1256, el rey Alfonso X de Castilla entregó a Navarra las villas de San Sebastián y Fuenterrabía “con todas sus rentas de mar y de tierra” y aún se conserva en el Archivo de Comptos de Pamplona el documento extendido en pergamino, con el sello de Alfonso X, en virtud del cual el monarca castellano da al Reino de Navarra estas dos villas guipuzcoanas aunque la situación revertió. De esta forma Navarra perdió su puerta natural al mar a través del río Bidasoa.

Desde entonces Navarra ha añorado una salida al mar y ocasionalmente ha intentado tener un puerto en propiedad para poder exportar directamente sus productos. Pero esa añoranza no ha sido sentida solo por Navarra, Fuenterrabía también intentó en varias ocasiones separarse de Guipúzcoa y volver a Navarra. Así, en 1639, esta villa guipuzcoana entró en tratos con la Diputación navarra para intentar su incorporación. De 1638 a 1655, Fuenterrabía dejó de asistir a las Juntas Generales de Guipúzcoa y, ante la negativa de sus ciudadanos de volver a Guipúzcoa, acordaron separarla de la Hermandad. Tras 15 años de pertenencia a Navarra, Fuenterrabía fue aceptada nuevamente en la Hermandad.

En 1702, las Cortes de Navarra estudiaron la reincorporación de Fuenterrabía, y encargaron a la Diputación que negociara el asunto. No hubo avances. Pero en 1754 de nuevo Fuenterrabía tomó la iniciativa y pidió su incorporación, solicitando también que se le concediera asiento en las Cortes y se le permitiera conservar su gobierno jurisdiccional sobre Irún, Lezo y Pasajes. En esta ocasión, la desidia de la Diputación hizo naufragar el proyecto.

En el siglo XIX se llevaron a cabo diversas reformas en la división territorial del Estado, y en el año 1805 el rey Carlos IV de España firmó la real orden por la que se ampliaban los límites del Reino de Navarra, incluyendo en los mismos la ciudad de Fuenterrabía, Irún y Lezo. Al llevarla a cabo se alteraba la delimitación de los territorios forales, poniendo de relieve la potestad real para intervenir sobre esta materia en todo el Estado. Era previsible que la segregación suscitara la firme oposición de las Juntas de Guipúzcoa, por lo que se tuvo que preparar con el mayor sigilo. La ciudad era favorable a la unión con Navarra.

Las razones de estado para ampliar el territorio navarro eran asegurar la uniformidad de las disposiciones políticas, fiscales y económicas a lo largo de toda la frontera, así como la simplificación del sistema militar y de defensa de los Pirineos occidentales. La orden de segregación se expidió el 26 de septiembre de 1805. Fue la Guerra de Independencia y la involución política que se suscitó en España al regreso de Fernando VII lo que provocó que se revocase la anexión el 18 de agosto de 1814. El Gobierno inició una profunda reforma territorial y en el año 1833 se aprueba la definitiva división provincial de España que sigue en vigor a día de hoy.

El último intento de Irún y Hondarribia de incorporarse a Navarra fue en el año 1936.En septiembre de ese año viajó a Pamplona una comisión formada por concejales de Irún y de Fuenterrabía, donde se reunieron con el Ayuntamiento de Pamplona y con la Diputación Foral de Navarra para entregar un documento pidiendo la incorporación de ambas localidades. El proyecto no prosperó debido a  fuertes presiones de índole política.

No es fácil unir lo que lleva tantos siglos separado. En el caso de Navarra, el desgarro casi continuo al que ha sido sometida a lo largo de los siglos ha creado una comunidad cerrada sobre sí misma y que desconfía de sus vecinos. Después de ocho siglos no es fácil volver a Navarra. Ahora toca levantarse, mirar a nuestro alrededor y abrir de par en par las puertas del reyno para que puedan entrar aquellos pueblos, que pese a ser navarros por naturaleza, están fuera. Empecemos por seducir a los que nunca han dejado de sentirse navarros, a los de Hondarribia e Irún, invitémosles a volver a casa. Si se convoca en estas dos ciudades un referéndum de incorporación a Navarra y prospera, se abrirá la caja de pandora y multitud de ayuntamientos vascos y riojanos seguirán sus pasos e iniciarán el regreso a nuestra Arcadia.
 

Carta enviada por Patxi Aranguren Martiarena.

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Referéndum en Fuenterrabía e Irún para volver a Navarra