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Blog / Cartas al director

Barkos, la presidenta pobre (cuento chino)

Por La voz de los lectores

Carta enviada por Rafael Berro.

Uxue Barkos, presidenta del Gobierno de Navarra, comparece en el Parlamento de Navarra. PABLO LASAOSA 6
Uxue Barkos, presidenta del Gobierno de Navarra. PABLO LASAOSA

Había una vez una presidenta pobre. Había trabajado durante muchos años en puestos políticos muy bien retribuidos, pero era pobre. Había ido a por todas a la ahora de cobrar, pero era pobre. Había cobrado unas dietas muy problemáticas de justificar y mediante firmas falsas, pero era pobre. Pedía limosna los domingos en las puertas de las iglesias porque era pobre. La gente se apiadaba y le daba monedas porque era pobre.

Vestía pobremente con ropa remendaba y daba pena verla. Pasaba frío en casa porque no tenía dinero para la calefacción. Tenía pocos muebles: sillas desvencijadas, una mesa vieja y un catre. Nada de lámparas, sino bombillas desnudas colgando del cable. Su frigorífico era un desierto. Jamás pagaba un vino, porque era pobre, y solo entraba en los bares de invitada.

Era muy muy humilde, y aceptaba su pobreza con una entereza no menos admirable que la de los grandes estoicos de la historia. De haberla conocido Sócrates, la habría admirado y puesto como modelo.

Había algo, sin embargo, que la consolaba y la sostenía en su penosa situación: se sabía perteneciente a una raza superior, con una lengua superior y con una misión superior que cumplir en su vida superior: imponer la lengua superior a los parias que no la hablaban, marginarlos en las oposiciones a funcionarios y conducir a su pueblo como Moisés al seno de la Patria superior y a la prometida independencia superior.

A nadie se le pasó nunca por la cabeza que su “pobreza” pudiera tener algo que ver con el consejo evangélico “si quieres ser perfecto ve, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres. Después, ven y sígueme”. A las iglesias solo iba a pedir limosna en las puertas.

Sus adversarios decían que su pobreza, como otras muchas cosas en ella, era fingida, pura farsa, como su progresismo; que detrás de esa falsa pobreza, había simplemente operaciones financieras encaminadas a no pagar impuestos.

Sus fans, sin embargo, juraban que su pobreza era real y que se debía a que “España nos roba”. Su caso se estudiaba con pasión en los institutos de modelo D, como ejemplo de la opresión española, del malvado Estado capitalista y heteropatriarcal, sobre Euskadi. Los jóvenes abertzales la idolatraban y la tenían por mártir de la causa.

La historia le perdió la pista tras perder la presidencia después de su primera legislatura en el poder. Unos dijeron que pasó a vivir como una reina en la opresora España, más en concreto en Marbella, cerca de otros expresidentes oprimidos de Euskal Herria de su mismo partido político, que también vivían allí como reyes. Según otros, como era pobre, tuvo que dedicarse a trabajar de peona en la construcción, y estuvo en el tajo sudando la gota gorda hasta que consiguió una pobre pensión de jubilación.

La historia recuerda su caso como atípico, chusco y extravagante. Sin llegar al nivel de Nerón y Calígula, pero un poco de ese estilo.

Carta enviada por Rafael Berro.

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Barkos, la presidenta pobre (cuento chino)