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Blog / La Claqueta

Miniserie, saga… ¿Cuál es el mejor formato para contar una historia?

Por Santi Irurtia

A menudo algunas historias parecen forzadas en formatos en los que no encajan del todo.

Historias que funcionan mejor como películas y otras como miniseries.
Historias que funcionan mejor como películas y otras como miniseries.

En retrospectiva, a menudo el estilo del cine de una década se resumen en una frase con el común denominador. Los 70: cine arriesgado, atrevido a mostrar personajes antipáticos y nihilistas. Los 80, la reacción opuesta, cine más seguro con un tono más familiar.

Me pregunto cómo se verán desde el futuro las dos décadas que llevamos de siglo. No tengo claro que sean grandes décadas del cine… Puede que hayamos experimentado más cambios de forma que de contenido. Ha cambiado más cómo consumimos cine que el tipo de historias que vemos. Más allá del streaming puede que lo que haya protagonizado el cine de este siglo sea el esplendor del cine de superhéroes y de las series de televisión.

Tras el impacto cultural de las series a inicios de los 2000, parece que el público se ha ido cansando más de las series de muchas temporadas. Y ahí estaban los datos de consumo para que las productoras llevasen a cabo más miniseries, historias más largas que una película pero que no tuviesen 5 o 6 temporadas.

Me pregunto cómo a veces no se elige el formato inadecuado debido a las modas. En 2011 Sony encargó la trilogía de “Los hombres que no amaban a las mujeres” a David Fincher, tres películas de un presupuesto cercanos a los 100 M. Solo llegaron a producir la primera ya que generó beneficios pero no los suficientes para cumplir las exigencias de su director para las dos secuelas pendientes. Es entendible que el director buscase refugio para su control creativo en Netflix donde ha llevado a cabo historias adultas y nada baratas que solo pueden funcionar en la pequeña pantalla (“House of cards”, “Mindhunter” o “Mank”).

Tengo curiosidad por saber qué hubiera pasado si Fincher hubiera podido contar la saga de Stieg Larsson en formato serie de 10 capítulos (3 películas de 2 horas y 40 minutos) o si “El Irlandés” de Martin Scorsese se hubiera estrenado en tres o cuatro episodios. Es una historia tan densa que a veces pide a gritos un respiro. Antes de que HBO comprase “Juego de Tronos”, durante muchos años en Hollywood se contempló adaptarla como una saga de películas. El problema siempre era el mismo, no era posible contar tanto en tan poco tiempo.

Y es que con la moda de las miniseries, que a principios de los 2000 tenían connotación negativa como proyectos low cost, llegan nuevas concepciones absurdas. Si antes era el formato cinematográfico el que se elegía para contar historias por defecto, ahora parece ser la miniserie. Esta problemática fue más notable con el estreno de “Kenobi”, la serie de Disney de Star Wars con poca razón de tener este formato serie más allá de lo bien que había funcionado la serie anterior, “The Mandalorian”.

Una de esas nuevas concepciones absurdas es que las miniseries tienen que durar mínimo 8 episodios, no se conciben historias de tres episodios (hay excepciones y qué buenas son: “Así nos ven”, “Chernobyl” o “Unorthodox”). Así, a menudo tenemos series que podrían contarse con menos metraje como “Sharp Objets”, “Outer range”, “The oldman”, “Los anillos del poder”, “Moonkinght” o “Dahmer”.

Supongo que se trata de pensar qué formato va a ser más digerible para el espectador si se quiere llevar a cabo la visión original del director. Es decir si la duración de esta historia es 2 y 50 minutos, quizás sea mejor dividirlo en tres episodios que forzar un metraje de 2:30. Dejar a un lado el supuesto prestigio de un formato sobre otro y no estirar ni contraer innecesariamente.

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