• jueves, 28 de marzo de 2024
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Blog / La cometa de Miel

Tirando del carro

Por Pablo Sabalza

Los vientos y las olas están siempre del lado de los navegadores más capaces.

Trabajadores del Corte Ingles se suman a las diferentes fuerzas de seguridad del estado para el homenaje diario a los sanitarios. MIGUEL OSÉS
Trabajadores del Corte Ingles se suman a las diferentes fuerzas de seguridad del estado para el homenaje diario a los sanitarios. MIGUEL OSÉS

Palmeras integrales de chocolate, salsa sriracha, semillas de mijo pelado, hamburguesas de kale y 3 quinoas, galletas de sarraceno, harina de algarroba, filetes con gelatina para gatos…

Si lo llego a saber empiezo antes.

Esta fue la frase que me repetía un amigo cuando me señaló que se había incorporado en su empresa, durante el confinamiento, a surtir los pedidos por web que se demandan en el supermercado.

Tras haber estado trabajando durante las primeras semanas del estado de alarma en su casa se sumó hace diez días al lugar donde más necesaria, actualmente, era su aportación: el supermercado.

Huevos categoría A talla L o M, membrillo sin gluten pero con fructuosa, salvado de avena micronizado, aceitunas de color cambiante o de chorizo o rellenas de limón, tinte del número nueve…

El primer día, me relataba, se quedó sorprendido al ver las ojeras de los compañeros que asomaban por encima de las mascarillas, similares a lunas invertidas saliendo por el horizonte.

Le emocionó cómo revoloteaban las palabras de ánimo y apoyo entre ellos, la ayuda que se dispensaban unos a otros en ese momento que la vida les había presentado y a la que hacían frente con contenida algarabía.

Si lo llego a saber empiezo antes.

Pañales de seis a diez kilos con treinta y siete unidades de la talla cinco, bolsas de basura de treinta litros, papel de aluminio de sesenta metros, papel higiénico de tres capas ultrasuave…

Me apuntaba que era tal el ambiente familiar que imperaba entre los compañeros que conmovía. Me señaló que por un momento se le enjuagaron los ojos.

Su trabajo era recorrer durante seis o siete horas los pasillos de la sala (así definía el supermercado) buscando los productos que los clientes demandaban y del que, como el reto más importante al que se enfrentara nunca, debía salir victorioso.

El inmenso mundo de la alimentación y los productos de limpieza se le abría como un pétalo en flor.

Mermeladas de kumquat, tortitas de maíz sin gluten bajo en azucares, salsa de chile y piña, melacitina, lecitina, tartas artesanas con sirope de Agave…

Los primeros días tiraba del carro de la compra con ímpetu y armonía, pero conforme fueron pasando las jornadas sus fuerzas se fueron apagando como bueyes. Pese a todo, cuando llegaba a casa tras encaminarse por calles vaciadas y ya alumbradas por farolas, le repetía a su princesa:

Si lo llego a saber empiezo antes.

Se levantaba muy pronto. Desde su cocina se escuchaba el sonido que hacen las gaviotas que él define como el canto de los gallos del mar.

Me decía que preparaba la mascarilla y los guantes y los depositaba a la entrada de su casa, junto a las llaves, la cartera y el reloj.

Se despedía de su amada y deambulaba de nuevo por esas calles sin coches, entre esos edificios cavernas y reflejándose su blanca silueta en los escaparates de los establecimientos cerrados con maniquíes que anhelan volver a ser admirados.

Llegaba a su empresa. Se lavaba las manos, se colocaba los guantes, se ubicaba la mascarilla (aprendió a respirar dentro de ella), cogía el listado de productos, agarraba su carro y comenzaba una nueva jornada.

Banderillas dulces y picantes, ambientador aerosol ropa limpia o de colonia infantil, mantequilla con sal o sin sal, muslitos de pollo congelados, infusión cola de caballo, menta, hierba luisa y piña…

Por cierto, ese amigo… soy yo.

Y sí, mis queridos lectores…Si lo llego a saber empiezo antes.

*Dedicado a todos mis compañeros de ECI que día a día se esfuerzan por cubrir las necesidades de aquéllos que siguen confinados. Mi aplauso emocionado para ellos.

Mucho ánimo para tod@s.

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