• jueves, 28 de marzo de 2024
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Blog / La cometa de Miel

El de Tolosa

Por Pablo Sabalza

El que sabe no habla, el que habla no sabe

Varias personas charlan en una reunión de trabajo. ARCHIVO
Varias personas charlan en una reunión de trabajo. ARCHIVO

No falla. Cada vez que acudo a un sitio, da igual que sea a una comida familiar, a una reunión de trabajo o a una quedada con amigos…siempre está la típica persona que lo sabe todo, al que no se le escapa nada. Aquél a quien todo el mundo escucha habida cuenta del énfasis con el que subraya cada una de sus palabras, la seguridad manifiesta en todos sus argumentos y la inmensa aureola de razón que le circunda.

Entre ustedes y yo, la mayoría de las veces o se inventa la mitad de lo que dice o lo tiene cogido con pinzas, pero eso no le impide que su oratoria sea más convincente que ninguna.

Y pobre, muy pobre de ti como oses llevarle la contraria. En ese caso su orgullo se verá tan atacado que esgrimirá no una, sino cien y una razones para enlazar sabe dios cómo todas ellas y mantener su ego por encima del de todos.

En definitiva, enfocan sus energías en limitar las capacidades, creatividad e iniciativa de otros para que no queden en evidencia sus propias carencias.

A todas estas personas las defino como: Tolosa, pues Tó lo sa(ben)

Muchas veces uno no tiene que hacer otra cosa sino guardar silencio y quedarte esperando. No tardan en llegar.

Estoy convencido de que ahora mismo les está viniendo a la mente ese familiar que en las reuniones navideñas o cumpleaños o festividad cualquiera sabe de todas las vacunas, conoce todas las pandemias de la historia, entiende de economía tanto o más que cualquier profesional, sin serlo, o reconoce el canto de cualquier pájaro del mundo. Ya le ponen cara, ¿verdad?

Pues ése y no otro es un ‘Tolosa’.

¿Y en el trabajo? En el trabajo hay más Tolosas por metro cuadrado que en ningún otro lugar.

El que conoce todos los datos, cómo funcionan perfectamente todos los equipos y que, además, por encima de todo, nunca asumirá que le contradigan o se dude de su sapiencia laboral…o la que sea.

Esta actitud es la que se conoce como el Síndrome de Procusto y tiene su origen en la mitología griega.

Cuentan que Procusto, nombre proveniente del griego Procustes, éstirador’, o también llamado Damastes ('avasallador' o 'controlador'), era un bandido y posadero.

El caso es que Procusto ofrecía posada al viajero. Posteriormente, lo invitaba a tumbarse en una cama de hierro y mientras éste dormía, lo amordazaba y ataba a las cuatro esquinas de la cama.

En el supuesto caso de que la víctima tuviera una altura considerable y su cuerpo sobresaliera por los extremos de la cama, procedía a serrar las partes del cuerpo que la traspasaran, bien fueran los pies, las manos o la cabeza.

Por el contrario, si era una persona bajita, lo descoyuntaba a martillazos hasta estirarlo.

El mito cuenta que nadie coincidía jamás con el tamaño exacto de la cama, pues Procusto poseía dos: una excesivamente larga y otra extremadamente corta, de manera que nunca nadie encajaba en las medidas exactas.

Y así vivió Procusto hasta que se topó con Teseo, rey de Atenas según la mitología griega y recogidas sus aventuras en la obra de Plutarco.

La leyenda cuenta que Teseo fue quién dio la vuelta a la tortilla retándole a Procusto a comprobar si su propio cuerpo encajaba en el tamaño de la cama, dándole un poco de su propia medicina.

En resumen, el mito de Procusto promueve la uniformidad, el obligar a la gente a que encaje en nuestros patrones y en ser intolerante con la diferencia. Cuando alguien busca continuamente que todo se ajuste a lo que él o ella dice o piensa, lo que quiere es que todos se acuesten en el "lecho de Procusto".

Aparecen en todos los ámbitos de la vida (laboral, social, político, personal y, por supuesto, en el cultural)

Yo les invitaría a que recuerden siempre la frase atribuida a Sócrates: Solo sé que no sé nada.

Porque, al fin y al cabo, saber que no se sabe, eso es humildad. Pensar que uno sabe lo que no sabe, eso es, mis queridos Tolosas, eso es enfermedad.

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El de Tolosa