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Blog / La cometa de Miel

Me mata la soledad de Goytisolo

Por Pablo Sabalza

A solas soy alguien. En la calle, nadie.

Juan Goytisolo, en una imagen de archivo. EFE - EL ESPAÑOL
Juan Goytisolo, en una imagen de archivo. EFE - EL ESPAÑOL

A lo largo de estas últimas fechas ha tenido lugar en diversas ciudades de España una nueva edición de la Feria del Libro.

Los autores nacionales e internacionales más solicitados en las librerías se reúnen con sus lectores para debatir acerca de su obra y plasmarles su dedicatoria y rúbrica en sus ejemplares.

Una gran fiesta literaria en la que el libro asume el máximo protagonismo.

Durante varios años he tenido la oportunidad de visitar distintas Ferias del Libro. Unas más nacionales y otras cada vez más provinciales.

Tengo en el recuerdo un año en el que estuve firmando ejemplares de mis juveniles obras en la Feria del Libro de Madrid. Fue el segundo de los siete años que he disfrutado de tan maravilloso encuentro en la capital. Lo tengo muy grabado en mi memoria, ya que padecí de una manera muy acentuada un brote de alergia que me tuvo estornudando y con picor de ojos durante la hora y media que duraba mi firma.

Debo decirles, con total sinceridad, que no firmé más de cinco libros.

Una vez finalizada aquella firma agónica, ya que la alergia me producía gran malestar, me fui con mis ojos rojos paseando por la Feria rumbo al hotel en el que me hospedaba.

Una gran cantidad de público se citaba en aquella jornada que estaba próxima a alcanzar la hora de la comida.

La curiosidad me llevó a saber qué autor/a generaba semejante cola por llevarse su dedicatoria.

Sorpresa la mía cuando advertí que no eran gigantes sino molinos.

Presentadores de concursos de cocina y telediarios. Colaboradores (me llama la atención cómo se utiliza esta palabra) de programas de sobremesa de televisiones privadas. Deportistas tanto de seco como de mojado. Cantantes tanto de gallo como de gallina. Peluqueros con dos eles y con voz de doblaje de Disney. Grandes hermanos que tenían más familiares que ninguno esperando a saludarles. Autobiógrafos y autobiógrafas que contaban y relataban sus garbeos con sus noches y sus días, con sus corridas de toros y sus pases de pecho, con su tendido al sol y sus cuernos de cerrado y sacristía.

¡Ay, esta España mía de charanga y pandereta!

Y así, pululando por aquella quinta avenida de la ‘literatura’ fui a parar a una caseta en la que en su interior estaban dos abueletes despachando. No tenían a nadie pendiente de firma. Daba la sensación de que aquella Feria no iba con ellos. Relajados, como quien conversa con un amigo en una cafetería, hablaban y asentían. Uno se llamaba Enrique Vila Matas y el otro, Juan Goytisolo. Y solos, como dos jugosas manzanas en un caos de estrellas y galaxias, hacían caso omiso al devenir y discurrir de la ristra de escritores y amago de, que sonaban en la megafonía del recinto.

Esta semana, tristemente, la inauguramos con el fallecimiento de uno de ellos.

Juan Goytisolo fallecía en Marraketch (Marruecos) a los 86 años de edad y numerosas voces de las letras españolas se unieron al dolor.

Este autor fue premio Nacional de las Letras 2008 y premio Cervantes 2014. Corresponsal de guerra en Chechenia y Bosnia. Casi nada al aparato. Y aún hay escritores que utilizan sus “armas” para lincharlo.

Un escritor de los de verdad.

‘Símbolo de la cultura, el pensamiento, la creatividad y los Derechos Humanos’.

Autor de más de cincuenta libros entre los que encontramos ensayos, poesía, literatura de viajes y novelas. Su obra, ‘Señas de identidad’, recuerdo haberla visto en las infinitas estanterías de libros que tenían mis padres en casa.

Hace dos semanas visité Madrid. Comí con un escritor. Un escritor de los de verdad. De esas personas que no te da para una comida, con música de platos y cubiertos incluida, para hacerle todas las preguntas que uno desearía que le contestase. Ya tendré otra ocasión…

Le señalaba la soledad de Goytisolo y de Vila Matas en la Feria del Libro de la capital.

Yo sé que volveré un año de estos a mi caseta a firmar tres o cinco libros. Regresaré al hotel con mis ojos y mi nariz roja por la alergia. Eso yo lo sé.

Contemplaré, siempre absorto, cómo una bandada de curiosos se acerca al presentador o al cocinero o a la celebridad de moda para que les firme sus libros. Sus grandes obras literarias. Eso yo también lo sé.

Pero hallaré a mis gigantes entre tanto molino.

Surcaré los ríos de las gentes mientras suenan charangas y panderetas.

Y encontraré a mis escritores, a ésos que admiro como los niños veneran a los futbolistas.

A los escritores de verdad.

Como tú, mi pobre Enrique Vila Matas, que te quedaste triste y solo sin tu amigo Goytisolo.

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Me mata la soledad de Goytisolo