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Blog / La cometa de Miel

Johnny Hallyday, la leyenda

Por Pablo Sabalza

Hay personas que mueren menos que otras. Johnny Hallyday es uno de ellos.

Paris (France), 09/12/2017.- A fan holds a poster of French singer Johnny Hallyday during his funeral procession at the Champs Elysees in Paris, France, 09 December 2017. Johnny Hallyday, France's biggest rock star, has died of cancer on 06 December. He was 74. (Francia) EFE/EPA/CHRISTOPHE PETIT TESSON
Miles de personas despiden a Johnny Hallyday en París.

La semana pasada estuve en París. Visité las ciudades que me acogieron durante dos años como son Le Havre y Nancy y paseé por la capital francesa combatiendo el frío.

Al regresar al hotel (Place de la Republique) y enchufar la televisión advertí, conmocionado, el fallecimiento de Johnny Hallyday.

El tipo inventó el rock francés y arrancó del blues unas baladas que siempre han tenido una misma vertiente: el amor. Un amor instalado en todas las generaciones. Abuelos, hijos y nietos en un mismo concierto. Amor a la música con canas y acné.

Su vida no pertenecía al presente real.

Un bólido instalado en una nostalgia extraña. Para eso los franceses son muy dados. No conozco lugar que viva más de la nostalgia que Francia.

Johnny inventó una época que, como sus fans, parecía ignorar los años, las fechas, el tiempo.

Todos los presidentes de la Vª República pasaron bajo el calendario del Rockero con mayúsculas. El tiempo era él. Era y es una cicatriz, una cicatriz musical.

Pensé en cantantes nacionales que se pudieran acercar a este monstruo. No los hay. No los conozco.

Johnny Hallyday creó algo extraño que es ser una estrella mundial pero solamente en Francia.

Los Campos Elíseos cerraron su tránsito para el cortejo fúnebre, para su “último” concierto.

Ochocientos motoristas ejercieron de guardaespaldas. Miles y miles de personas se agolparon desde el Arco de Triunfo hasta la plaza de la Concordia para llegar la comitiva hasta la última parada que era la iglesia de la Madelaine y darle así el penúltimo adiós. El último se lo darán en su casa con su tocadiscos, unos; con su casete, otros; con sus cd y spotify, los más jóvenes.

Lanzaban flores rojas a su paso. Las lágrimas se agolpaban. Alguien que les acompañó toda la vida se estaba despidiendo. Honores de jefe de Estado. No los tendrán Sarkozy ni Macron ni Hollande. No lo tuvo Jacques Chirac.

Estamos hablando de Johnny Hallyday.

La última gran despedida de esta magnitud fue a Víctor Hugo. Sí, el de Los Miserables. Corría el año 1885.

Johnny estuvo en los primeros besos de toda Francia; en la soireé universitaria (también en las mías); en el movimiento de caderas de Elvis (su gran ídolo); en sus bodas; en sus primeros conciertos; en su primera cerveza y en el último desamor.

Desde los años 50 metiendo caña. Llenando todos los estadios. Sesenta mil almas coreando sus canciones. Ni los Rolling ni Bruce ni Coldplay.

-Se ha muerto Johnny Hallyday -apuntaban en los cafés parisinos.

Canciones que ya son un himno como Que je t’aime, L’envie, Laura, Je te promets, Noir c’est noir, Allumer le feu…

Sus apariciones en los conciertos eran espectaculares. Llegó a tirarse de un helicóptero para caer junto a su banda de rock; en un puño metálico gigante que al abrirse descubría a Johny;  apareció entre el público.

Las chupas de cuero con su rostro se venden por miles. La gente conserva en su casa hasta la colilla del cigarrillo fumado por él. Un Dios con ojos de serpiente y voz desgarrada.

Hijo de unos padres que le abandonaron, sobrino de una tía que le cuidó, marido en cinco bodas, padre de cuatro hijos, la estrella más grande del rock. 400 giras, 18 discos de platino, actuó delante de un total de 15 millones de personas y vendió 100 millones de discos desde el principio de su carrera.

No lo dudes. No hubo otro. Se llamaba Johnny Hallyday. Murió la estrella y empezó la leyenda.
 

Que je t'aime

Quand tes cheveux s’étalent

comme un soleil d’été

et que ton oreiller

ressemble aux champs de blé.

Quand l’ombre et la lumière

dessinent sur ton corps

des montagnes, des forêts

et des îles aux trésors

Que je t’aime, que je t’aime, que je t’aime,

que je t’aime, que je t’aime, que je t’aime !

Quand ta bouche se fait douce,

quand ton corps se fait dur,

quand le ciel de tes yeux

d’un seul coup n’est plus pur.

Quand tes mains voudraient bien,

quand tes doigts n’osent pas.

Quand ta pudeur dit non

d’une toute petite voix

Que je t’aime, que je t’aime, que je t’aime,

que je t’aime, que je t’aime, que je t’aime !

Quand tu ne te sens plus chatte

et que tu deviens chienne,

et qu’à l'appel du loup

tu brises enfin tes chaînes.

Quand ton premier soupir

se finit dans un cri.

Quand c’est moi qui dis non,

quand c’est toi qui dis oui

Que je t’aime, que je t’aime, que je t’aime,

que je t’aime, que je t’aime, que je t’aime !

Quand mon corps sur ton corps,

lourd comme un cheval mort,

ne sait pas, ne sait plus

s’il existe encore.

Quand on a fait l’amour

comme d’autres font la guerre.

Quand c’est moi le soldat

qui meurt et qui la perd

Que je t’aime, que je t’aime, que je t’aime,

que je t’aime, que je t’aime, que je t’aime !

Cuánto te quiero

Cuando tus cabellos se despliegan

Como un sol de verano,

y  tu almohada

se parece a los campos de trigo.

Cuando la sombra y la luz

dibujan en tu cuerpo,

montañas, bosques,

e islas del tesoro.

Cuánto te quiero, cuánto te quiero, cuánto te quiero,

Cuánto te quiero, cuánto te quiero, cuánto te quiero!

Cuando tu boca se vuelve dulce,

cuando tu cuerpo se vuelve duro,

cuando el cielo de tus ojos

de repente ya no es puro,

cuando tus manos quisieran,

cuando tus dedos no se atreven,

cuando tu pudor dice "no",

en voz baja.

Cuánto te quiero, cuánto te quiero, cuánto te quiero,

Cuánto te quiero, cuánto te quiero, cuánto te quiero!

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