• martes, 19 de marzo de 2024
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Blog / La cometa de Miel

Carta a una hija que un día ojalá tuviere

Por Pablo Sabalza

Se derrama en este escrito el anhelo eterno de un día conocerte.

Una chica disfruta en la arena junto al mar
Una chica disfruta en la arena junto al mar.

Pienso en cómo desearías llamarte. Alma o Sol o Luz o, quizá, Luna.

Escogeré tu nombre entre el universo. Te llamaré, Infinita. ¿Te gusta?

A día de hoy, luminoso estío, aún no conozco a tu madre.

Oteará un día en el horizonte de mis ojos. Espero que sea un martes. De todos, mi preferido de los que visten el esqueleto de la semana.

Aparecerá de repente; como el balido de una oveja o el amarillo encendido del limón.

Si quieres saber ahora de mí te diré que mi corazón, de faquir poeta, desenfunda espadas de rosas y alas alzadas por ti.

Soy de Navarra. Y también de las tierras Canarias por lo que, de lo poco que tengo, son mis raíces lo mejor que te entrego y me florece. Te concedo, pues, mi mar y mi tierra, Infinita mía.

Paseaba ayer por la orilla de la playa con tu invisible mano. Reías tanto…

Jugabas a salpicarme con tu vestido blanco de espuma y caracola. ¡Sirena, ten cuidado! No te metas tan adentro que te llevará la ola de mi salado sueño y no quiero aún naufragar de ti.

De tres consejos quisiera proveerte.

Sé feliz, lee mucho y bebe agua. Nada más. Lo demás no es importante.

Eso sí, si lloras, llora fuerte. Y si besas, que tu boca, rota y roja, esté limpia. Ya te la ensuciará y te la coserá alguien.

Si decides un maravilloso día enamorarte, sufre. No pienses que es malo, Infinita. No hay amor que no haya probado una migaja del veneno amargo de la fresa.

Sueña, pero por la mañana y por la tarde. Deja la noche para otros laberintos.

Conversa con el pobre. Sabe más la mano desnuda que la del bolsillo de plata.

Y anda hacia adelante. El espejo retrovisor de la vida es precioso, Infinita mía, pero nostálgico y a veces dulce, y aún más triste.

Pero ríe. Ríe toda. Ríe siempre; como la abuela que cose calcetines al nieto.

Lee El Quijote y si quieres, acércate a mis libros que, aun no siendo oro, relucirán en tu interior cual cisne.

Infinita, me echo a la calle. Hoy es martes y ya sabes lo que nos puede llegar a pasar un martes.

¿Ríes?

Siempre, ríe siempre

Te doy un beso.

Ese beso que un padre deposita en una hija que un día ojalá tuviere.

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Carta a una hija que un día ojalá tuviere