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Blog / La cometa de Miel

'First Date' con el ladrón más famoso del mundo

Por Pablo Sabalza

El pasado viernes tuve un First Date o, también llamada en mi adorado pueblo, primera cita.

Erik el Belga. Efe.
Erik el Belga

No ejerció de maitre Carlos Sobera, aunque debo decir que tampoco me importó, ya que el restaurante, el vino, la elección de los platos y el ambiente estuvieron a la altura de cualquier programa televisivo.

Conocí a mi cita hace algunos años aunque nunca nos habíamos emplazado en un restaurante. A solas. Los dos.

Vestía de negro. Ojos verdes. Pelo pajizo. Frases cortas. Gestos comedidos. Elegancia, clase, distinción.

…Y una sonrisa…¡Ea, que me robó el corazón!

La conversación se inclinó por los ladrones de arte.

Me preguntó si había oído hablar de Erik el belga. El más célebre ladrón de obras de arte del siglo XX.

Este pintor nacido en Nivelles, Bélgica, en 1940, abandonó el mundo de las antigüedades y del comercio de arte para convertirse en ladrón. Apasionado del románico y del gótico expolió durante la década de los 70 cerca de 7000 piezas de arte sacro en ermitas e iglesias de buena parte de la península.

-¿Eres de Navarra y no conoces a Erik el belga? –me preguntó extrañada.

Negué con la cabeza.

En la noche del 25 al 26 de octubre del año 1979, -apuntó-, fue robado el retablo del Santuario de San Miguel de Aralar, enclave ubicado en la localidad navarra de Huarte Araquil.

Eran cuatro ladrones. Dos desmontaban el retablo. Dos esperaban fuera.

Cuentan que Erik el belga recibió por parte de su cliente toda la información acerca del célebre retablo que preside la capilla mayor y una de las obras maestras que alberga el Santuario. Esta joya de la decoración románica fue realizada, según dicen, en tiempos del rey Sancho VI el Sabio, a finales del siglo XII, y se trata de un conjunto de cobre dorado y esmaltado, formado por 39 piezas de esmalte, placas y medallones, con adorno de pedrería semi-preciosa. ¡Vamos, un caramelo para cualquier ladrón que se precie!

-¿Más vino? –indicó señalando con sus ojos mi copa.

Asentí.

El caso es que el bueno de Erik fue unos meses antes a la zona para estudiar el terreno y preparar el trabajo.

Una ayudita de alguien del interior del Santuario. Una ventana, casualmente, abierta que daba al monte. Una puerta que debía estar cerrada por la que se accedía a la capilla. Un cristal antibalas que costó, ‘Dios y ayuda’, quitar…El retablo desmontado pesaba poco.

Se montaron en un coche oficial, ya que eran los únicos vehículos que en aquellas fechas, a raíz de los numerosos controles de carreteras que existían no les daban el alto, y se fueron para Valencia donde entregaron el retablo. Cobraron en Barcelona. 100 millones.

-¡No está mal! –advertí.

Bebió un sorbo. Sus labios se asemejaron a los de la Mona Lisa.

Distintas piezas del retablo fueron a parar a Italia. Otras, a París. Todas se recuperaron en 1986.

El 20 de mayo de 1991 quedó instalado, de nuevo, en el Santuario.

-Y de Erik, ¿qué se supo?

Fue detenido en 1982, pasó tres años en la cárcel Modelo de Barcelona, de donde salió absuelto de sus 14 juicios por robos contra el patrimonio histórico artístico porque los delitos habían prescrito.

Mi primera cita o, First Date, acabó con una historia de mi tierra que desconocía.

¡Carlos Sobera! Avisa a cocina y que preparen una Second Date, anda, que esos ojos verdes bien merecen otra cena.

¡Será ladrona!

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