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Blog / La cometa de Miel

Enid Blyton presenta a 'Los cinco y David Bowie'

Por Pablo Sabalza

Desde que nos enteramos de la trágica noticia del fallecimiento de David Bowie hemos podido leer ríos y ríos de tinta merecida sobre esta leyenda de la música.

Yo, sin embargo, quisiera aprovechar estas líneas para contarles un acontecimiento real acaecido en San Sebastián y que bien podría firmar la escritora inglesa autora de la saga de ‘Los Cinco’, Enid Blyton.

Año 1997. Mes de Julio. Velódromo de Anoeta.

Cuatro jóvenes de Navarra junto a un norteamericano se desplazaron a la capital guipuzcoana  para disfrutar de uno de los tres conciertos que ofrecería el artista a sus incondicionales. El primero tuvo lugar en la sala Aqualung de Madrid, el segundo en el Pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza y el último, de quince minutos menos de duración que el anterior según el cronómetro melómano, en el citado enclave donostiarra.

Por la mañana de ese mismo día, nuestros cinco protagonistas, transitaron por la parte vieja de la ciudad y degustaron, en los concurridos bares y tabernas, de sus elaborados pintxos (¡Ay, cómo los extraño..!) y de sus subrayados caldos (entiéndase por vinos).

Por aquellas atractivas calles se toparon con un actor de una serie española, concretamente de antena 3, que en aquel momento pegaba fuerte en las audiencias. Debo apuntar que mis cinco aventureros supieron de quién se trataba por el revuelo generado por las féminas vascas que se habían percatado de la presencia de tan distinguido personaje, pese a que éste fuese camuflado con gorra y unas gafas de sol muy grandes y muy negras. Gozo que quedó en un pozo al no recibir ni autógrafo, ni foto ni sonrisa y similares de tan célebre artista.

Horas después, bien regados y mejor comidos, se fueron a disfrutar del concierto de El Duque Blanco que dejó en el armario sus camaleónicos atuendos colgándose una camisa de estética marbellí y en el que pudieron deleitarse con canciones de gloriosos álbumes como ‘The man who sold the world’, ‘Hunky Dory’, ‘The rise and fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars’, ‘Low’, ‘Heroes’ o ‘Let’s Dance’…

Una vez caído el telón del ‘Shakespeare del pop’, los cinco disfrutaron de unas horas por la ciudad. La noche les condujo a Igeldo donde, desde la ventanilla del coche, uno de ellos advirtió la presencia de David Bowie entrando en una villa de la zona para una fiesta privada que, según dicen, había organizado el pintor Julián Schnabel. Al parecer, David quiso visitar el enclave con el fin de ver y admirar los últimos trabajos del pintor. Eso sí, entre txakoli y txakoli.

Nuestros chicos llamaron al artista desde el coche pensando que no depararía en su presencia. David dejó al grupo que le acompañaba. Atención al dato. Anduvo quince metros hasta donde se encontraban nuestros cinco ‘bowieanos’ y estuvo unos minutos despachando con ellos mientras éstos, casi interrumpiéndose, le felicitaban por su concierto y le mostraban sus entradas con el fin de que se las firmase. Y ahí, empieza la aventura.

Tienes a David Bowie frente a ti. Una leyenda viva del pop. Un artista que ha sido ejemplo para Iggy Pop o del mismísimo Mick Jagger y no tienes un ‘fucking’ bolígrafo para que te firme tus entradas. ¿Es que acaso esperas que lo tenga David Bowie para ti?

Nunca te dejes en casa el bolígrafo. Por lo que pueda pasar.

Nuestros cinco jóvenes se despiden de David, montan en el coche y se van extasiados, como la noche con la luna, a su meta nocturna. De repente, apenas unos minutos después de ponerse en carretera se escucha en la parte de atrás del vehículo cuatro palabras. Cuatro palabras que cambian la orientación del vehículo, que provocan el griterío de la noche, que aceleran el corazón de los cinco de Enid Blyton como no se recuerda. Esas cuatro palabras fueron: ‘Aquí hay un bolígrafo’. Un ‘fucking’ y milagroso bolígrafo.

Llegan, tiempo después, a la puerta de la villa que alberga a nuestra estrella del pop y se topan, sabíamos que no iba a ser fácil, a un miembro de seguridad del cantante.

Le explican que se lo acaban de encontrar, que ha charlado con ellos, que han estado de risas…¿Crees que el segurita se lo cree? ¿Acaso piensas que ese tipo de seguridad que ha recorrido el mundo con una de las estrellas más titilantes de la música del siglo XX no se ha encontrado con fans con excusas muchísimo más brillantes, trabajadas y estudiadas que la de  nuestros singulares amigos?

Les voy a decir dos cosas.

La primera. David Bowie, el gran David Bowie, a cara descubierta se separó de sus amigos, anduvo 15 metros hasta donde se encontraban los cinco, habló y rió con ellos. El artista español de la serie que sea de la cadena que sea, ataviado con gorra y gafas de sol muy grandes y muy negras ni tan siquiera se paró a saludar a sus incondicionales. Diferencia entre Grandes y pequeños. Entre, cómo lo diría yo, entre una orquesta y una charanga con pandereta.

La segunda. Los cinco se llevaron las entradas firmadas. Eso sí, por el miembro de seguridad de David Bowie. Que sí, que ya lo sé, que no es lo mismo. Pero la firma se la llevaron.

Descansa en paz, David.

Dedico este escrito a sus relatores, a saber (Egoi , Miguel, Miguel Ángel, Fermín y Blake).

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