• jueves, 18 de abril de 2024
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Blog / La cometa de Miel

¿Cómo están ustedes?

Por Pablo Sabalza

Porque esto es una barbaridad muy bárbara

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Los payasos de la tele, Gaby, Fofo y Miliki junto a Fofito.ARCHIVO

Era el año 1980.

Sentado sobre una suave alfombra de lana merina con motivos de medallón y tonos azulados, azules y marfil ornamental aplaudía a una vieja televisión Telefunken que proyectaba a los famosos payasos de la tele.

Mi sonrisa multiplicada por tres.

Un bombín, unos grandes zapatos negros y una nariz pegada.

Un vestido rojo hasta las rodillas, una peluca pelirroja y una bondad infinita.

Esta era la indumentaria de aquellos circenses que atesoraban en sus rostros la ternura que un niño desea admirar en un adulto.

Jamás hubo ni habrá mayor convocatoria frente a una pantalla.

Ni TikTok, ni Instagram, ni YouTube, ni influencers podrán igualarse a la pasión desmesurada de aquella audiencia que se reunía a corear sus eternas canciones:

Susanita tiene un ratón; La gallina turuleca; Mi barba tiene tres pelos; Hola, Don Pepito, Hola , Don José; Estaba el señor Don gato; Dale, Ramón y, por supuesto, aquella canción que todos los que fuimos niños en los años 80 nos sabemos de memoria, Había una vez un circo…que alegraba siempre el corazón.

El pasado lunes se cumplió el 44 aniversario de la muerte de uno de los famosos payasos de la tele. Su nombre, Fofó.

Murió el 22 de junio de 1976 a la edad de 53 años.

Fofó era el más gracioso del trío y en una encuesta periodística resultó ser el que más votos consiguió de los niños consultados, resaltándose su sentido de la bondad y su alegría.

Les contaré una historia.

En cierta ocasión a Fofó le llegó la petición de unos padres cuya hija precisaba de una operación urgente. La niña se negaba con todas sus fuerzas a la intervención, aunque les había indicado a sus padres que si el que la operaba era el payaso Fofó estaría dispuesta a pasar por el quirófano. Parece una historia sacada de algún guión cinematográfico, ¿verdad?, pero ocurrió, ocurrió en realidad. La reacción de Fofó no se hizo esperar. Convino con aquella familia el lugar y la fecha prevista para la intervención. Se vistió con la bata de médico y estuvo en la sala de operaciones con la pequeña hasta que le inyectaron la anestesia.

Operada con éxito, cuando volvió en sí tenía a su lado a Fofó con sus manos entrelazadas a las suyas y sonriendo.

Un payaso con un gran corazón.

El día que sus hermanos y su hijo, Gabi, Miliki y Fofito, respectivamente, anunciaron que Fofó había muerto lo comunicaron con tanta magia y delicadeza que aún, a día de hoy, despierta una lágrima de emoción al recordarlo.

Sus palabras fueron las siguientes:

"Fofó está muy contento, muy feliz. No está aquí con nosotros porque en el cielo hay muchos niños que le esperaban y él, voluntariamente, se ha ido al cielo a cantar canciones a todos los niños que están en el cielo. Pero está contento él y estamos contentos todos nosotros".


Veinticinco mil personas se dieron cita en el madrileño pueblo de Vallecas para darle su último adiós en aquel multitudinario entierro.

Nunca ha ocurrido nada igual con ningún otro artista circense.

Muchos niños de España descubrieron la muerte, la pérdida o la despedida a través de Fofó.

Pronto regresaré a mi casa. A Navarra.

Aquella alfombra merina con motivos de medallón y tonos azulados y azules y marfil ornamental ya no cubre el suelo del salón.

La vieja televisión marrón de la marca Telefunken dio paso a una pantalla de plasma.

En los televisores actuales se proyectan personajes de toda índole y condición.

Sin embargo, existe una naricita de payaso en nuestro interior. Un pedacito de infancia que no se ha apagado. Una sonrisa de luz inagotable y una carcajada con nariz pegada y zapatos de clown.

Porque, tras todo lo vivido y más en estas últimas fechas, aún sonreímos al escuchar tres palabras que lanzaba nuestro payaso preferido y que nos conmovían el corazón:

¿Cómo están ustedes…?

No les oigo…

¿Cómo están ustedes…?

Sigo sin oírles.

¿Cómo están ustedes?

Ahora sí, amig@s. Ahora, sí.


 

(Recuerden. Un día sin reír es un día perdido)

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¿Cómo están ustedes?