• viernes, 19 de abril de 2024
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Blog / La cometa de Miel

Autores suicidas: Papeles en negro

Por Pablo Sabalza

Hay días en que todo está desordenado. El pelo. La cama. Las palabras. El corazón. La vida…

El otro día leí una noticia en un medio de comunicación en la que apuntaba que un pobre hombre había intentado suicidarse, sin éxito, un total de diecinueve veces. Lo había probado casi todo. Se tiró desde un puente con intención de ahogarse…y lo salvaron. Ingirió innumerables pastillas…pero un familiar llegó a casa antes de lo previsto y pudo trasladarlo al hospital. Se lanzó desde un tercer piso…y, ‘sólo’, se rompió una pierna y un brazo. Así hasta diecinueve…luego les cuento el final de la historia…

El asunto es que esta lectura coincidió con el libro que ahora mismo estoy abordando y que será, a la postre, el que les presente en una próxima recomendación, ‘Las desventuras del joven Wether’ de  Johann Wolfgang von Goethe, cuyo tema principal junto al sinsentido de la vida, el amor enfermizo o la inconformidad consigo mismo es el suicidio. Y a raíz de estas dos lecturas me puse a investigar para ustedes el triste vínculo entre los autores y el suicidio y, por ende, los papeles blancos que se convierten en negros.

La relación de los escritores con la muerte es bien sabida y se puede llegar a la conclusión de que pueda resultar más fácil para ellos desaparecer que seguir escribiendo su propia historia. ¡Pum!

Hemingway, por ejemplo. El escritor y periodista estadounidense se disparó a sí mismo con una escopeta el 2 de julio de 1961. La ausencia de una nota de suicidio y el ángulo del disparo hizo difícil determinar si realmente su muerte fue o no un accidente. Se presume que una posible causa fue la enfermedad de Alzheimer que se le fue diagnosticada poco antes, así como su marcado carácter depresivo y su alcoholismo.

Otro autor que también utilizó un arma para quitarse la vida fue Mariano José de Larra, escritor del Romanticismo español del siglo XIX y que tuvo que aguantar el que su novia se liase con su padre. Al final, se suicidó minutos después de que su pareja le dijese que no iba a volver con él. No volvió mañana…

Jacques Rigaut funda la ‘Agencia General del Suicidio’ y se dispara un tiro en el corazón, en París, el 5 de noviembre de 1929 y Vladimir Maiakovski se pega otro tiro, en Moscú, el 14 de abril de 1930: “Muero de libertad/ mientras el mundo es un incendio”.

Y qué decirles de la célebre cantora, compositora, pintora y poeta Violeta Parra, mujer dura, violenta, irascible y apasionada hasta los extremos, que sufría una profunda depresión y que, viéndose  decepcionada con la familia, las instituciones, los hombres e incluso su público, endeudada y fracasada terminó con la vida de un certero tiro en la sien antes de salir a actuar en la carpa que fue finalmente su tumba. Sus últimas palabras: ‘Gracias a la vida…que me ha dado tanto’

Otros escritores utilizaron medios distintos para irse al patio de los calladitos. Y así fue como la escritora Sylvia Plath, el 11 de febrero de 1963, sumida en la depresión (el médico aconsejó que se ocupara ella misma de sus hijos y no la ayudaran en ningún caso en las tareas diarias) y con poco dinero, viviendo entre las pastillas para dormir y las pastillas para despertar, se levantó pronto, en un acto de último amor materno a pesar de que siempre dudó de ser capaz de sentirlo,  preparó el desayuno a sus hijos, abrió la llave del gas y se asfixió con la cabeza en el horno. 

La frustración literaria empujó a John Kennedy Toole autor de ‘La conjura de los necios’ a desviar los gases de escape hacia el habitáculo de su coche o el polaco Tadeusz Borowski, superviviente de Auschwitz y autor del libro 'Por aquí se va al gas, damas y caballeros', que se suicidó dos años después de publicarlo y a los tres días de haber tenido una niña. ¿Cómo lo hizo? Con gas...

Hay pistolas, hay gases y hay hasta harakiris como fue el suicidio de Mishima. Al puro estilo samurái. Las armas cortantes en los escritores a la hora de ‘mandarse a mudar’ han sido muy empleadas como es el caso de Salgari, Nicolas de Chamfort, Louis Verneuil o Ernst Weiss, quien se cortó las venas al contemplar la entrada de las tropas nazis en París desde la ventana de un hotel.

Otros decidieron ahorcarse como Fostewr Wallace, Nerval o Mainländer y muchos de ellos utilizaron barbitúricos como Stefan Zweig y Kooestler (ambos lo hicieron junto a sus esposas).

También ha habido suicidios muy curiosos como el de Ángel Ganivet que se lanzó al Mar del Norte. Una vez rescatado, y habiéndose despistado sus salvadores, se volvió a tirar al mar. Esta vez sí consiguió su objetivo. Tamiki Hara optó por lanzarse al paso de un tren y los autores Jerzy Kosinski y Gabriel Ferrater recurrieron a bolsas de plástico.

La escritora londinense Virginia Woolf sufría de un trastorno de doble personalidad y por el temor a volverse loca, decidió quitarse la vida. Se llenó los bolsillos de piedras y se ahogó en el río Ouse."La vida es un sueño, el despertar es lo que nos mata".

Fue el Mar del Plata un 23 de octubre de 1938 y hacia la una de la madrugada de un martes, cuando Alfonsina Storni abandonó su habitación y se suicidó arrojándose de la escollera del Club Argentino de Mujeres. Hay versiones románticas que dicen que se internó lentamente en el mar. Esa mañana, dos obreros descubrieron el cadáver en la playa. A la tarde, los diarios titulaban sus ediciones con la noticia: «Ha muerto trágicamente Alfonsina Storni, gran poetisa de América». Se despidió escribiendo a su hijo “suéñame, que me hace falta”.

O la desdichada poetisa Karoline von Günderrode, quien, víctima de una pasión incontrolable se quitó la vida a las orillas del Rin cuando sólo contaba con 26 años de edad. Su cadáver aparecería horas más tardes tumbado junto a unos sauces con los ojos abiertos fijos en el cielo. En la cintura llevaba una gran toalla llena de piedras. Su expresión era serena y lucía un hermoso vestido rojo. Nadie halló jamás el puñal que sin duda alguna está todavía en las profundidades del Rhin. Bettina escribiría más tarde en su autobiografía haber tenido el presentimiento de que su amiga iba a suicidarse, y le pidió encarecidamente a un amigo de la familia que le quitase el puñal fuese como fuese. Pero unos imprevistos del viaje hicieron que llegara ya tarde a cumplir su misión.

Una larga y triste lista de escritores que decidieron marcharse antes de tiempo dejándonos sus obras y llevándose para sí, sus abismos, para quemarse en sus propios fuegos.

Sin embargo, otros, como el protagonista de la noticia con la que abría éste, vuestro escrito, después de intentar suicidarse un total de diecinueve veces se atragantó en un centro psiquiátrico con un trozo de manzana y se murió.

…Y yo, que me quedo mirando este azul tan bonito que tiene hoy el cielo y esa forma que sólo tú tienes de echarte a la calle y ponerte andar, pienso…

Para qué desear papeles negros si son las páginas como nidos blancos a la espera de letras con alas que están por llegar…

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