• viernes, 19 de abril de 2024
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Moneo y el Prado: 10 años después en 360º

Por Miguel López-Remiro

El proyecto de Moneo generó un lugar de recepción al visitante a través de una entrada que suponía el lugar de unión de ambos edificios.

Una vista del museo del Prado con la ampliación de Moneo. FOTO Joaquín Berchez. 2017
Una vista del museo del Prado con la ampliación de Moneo. FOTO Joaquín Berchez. 2017

Me quedo en el Museo del Prado. Tras mi última visita a Cai Guo Qiang vuelvo a venir para ver la muestra de fotografía con la que se celebra el 10 aniversario de la apertura de la ampliación de este museo que fue realizada por el arquitecto navarro, Rafael Moneo.

Premio Pritzker, y recientemente galardonado con el Premio imperial del arte de Japón por su "estilo refinado que tiene en cuenta la historia de cada lugar, y por buscar la armonía entre los diseños de los edificios y su entorno”, Moneo es sin duda uno de los más grandes diseñadores, y destaca además junto a Renzo Piano y Frank Gehry por haber diseñado algunos de los más emblemáticos espacios de arte.

Mientras recorro la muestra, con imágenes tomadas por el fotógrafo e historiador de la arquitectura Joaquín Bérchez, miramos hacia atrás y entendemos cómo este lugar cambió por completo una institución llamada a renovarse.

El diseño de Moneo lanzó una visión acertada que consistía en proponer un nuevo centro de gravedad del Museo, pivotando hacia los Jerónimos, incorporando un nuevo lugar y congregando una gran plaza. El Prado promulgaba una nueva museografía que empezaba a concebir a los museos no sólo como catedrales de conocimiento, también reconociendo que son espacios de encuentro: precisamente plazas. El Campus del Prado comenzaba así, y permitía abrazar un barrio en el que estaba el Casón del Buen Retiro y el Salón de Reinos, con cuya próxima adición -con proyecto de Norman Foster- el Museo creará un lugar realmente único en el mundo del arte.

El edificio histórico del Museo del Prado fue diseñado por Juan de Villanueva en el siglo XVIII, al principio con fines de ilustración científica, siendo inaugurado como pinacoteca por Fernando VII en el año 1819.

Rafael Moneo miró a este edificio y al entorno, y redactó un proyecto que suponía crear una ampliación que aportaba unos 16.000 metros cuadrados de superficie al antiguo edificio de Villanueva. Junto al hecho de incorporar modernas salas de arte preparadas para exposiciones temporales, como las de Ingres, Bosco, Cy Twombly o el propio Cai Guo Qiang, estuvo el gesto de reincorporar el claustro de los Jerónimos en la nueva construcción, dando visibilidad al pasado del lugar y dejando aire para instalaciones técnicas de conservación del Museo.

Además, el proyecto de Moneo generó un lugar de recepción al visitante a través de una entrada que suponía el lugar de unión de ambos edificios. Este espacio se presenta como natural, y las puertas-escultura de Cristina Iglesias o la jardinería de la cubierta que traza ese nuevo prado entre los dos edificios ensalzan ese diálogo.

Los museos se centraron desde su creación en erigirse en espacios de custodia, sin embargo, y a través de proyectos sobresalientes como el del Prado, pasaron a ser ethos expositivos. Y en el caso concreto del Museo del Prado la arquitectura sabia de Rafael Moneo jugó un papel esencial.

Junto a la exposición citada, el Museo ha publicado en la red varios vídeos panorámicas en 360º de las instalaciones, vemos el claustro, salas de conservación, y el exterior. Al ver estas imágenes, pienso en la genialidad de Rafael Moneo que pudo tener esta visión panorámica antes que cualquiera, diseñarla, y dejarnos ahí una plaza-museo en 360º para los demás. 

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