• viernes, 19 de abril de 2024
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Blog / Aún aprendo

David Beriáin, 93 metros

Por Miguel López-Remiro

El autor recuerda una charla ofrecida por David Beriáin en Pamplona y cómo explicó los motivos del nombre de su productora audiovisual, 93 metros. 

David Beriáin, durante la charla ofrecida en la Universidad de Navarra.
David Beriáin, durante la charla ofrecida en la Universidad de Navarra.

Ha fallecido el periodista David Beriain en Africa mientras trabajaba en un documental. Conocí a David en el año 2013, unos minutos antes de compartir escenario en el primer “Ted Talk” organizado por un grupo de alumnos de la Universidad de Navarra, de la cual los dos éramos antiguos alumnos. Luego ya no volvimos a coincidir. 

El grupo de gente que habíamos sido convocados a aquellas charlas incluyó también a Belén Torregrosa o Conor Neill. Se nos había invitado a impartir una ponencia sobre un lema inspirador: “shaking the ordinary”, una frase puesta ahí para abrir una conversación sobre cosas extraordinarias, inspiradoras, en un entorno universitario. Y recuerdo perfectamente lo que él narró. En la sala de orientación, antes de salir, intercambiamos ideas, hablamos brevemente sobre lo que íbamos a contar, yo iba a hablar de la realidad del artista, él iba a centrarse en una historia personal que explicaba su compromiso profesional como periodista. 

En su ponencia desplegó anécdotas, nos metió en la intrahistoria de cualquier cosa que podamos narrar, dijo cosas que había aprendido de maestros en la universidad, como por ejemplo, “uno es mediocre si tiene algo o alguien grande delante y no sabe darse cuenta”, y que hay que aspirar a ser grande y ser capaz de apreciar lo extraordinario. Habló también de saber escuchar, saber contar lo que vemos haciendo palanca en una clave que es intentar entender la condición humana.

Yo pensé que su charla terminaba ahí, pero, de repente, a modo de coda final, nos contó el por qué del nombre de su productora, que es “93 metros”. Lo relacionó no con una historia remota, tampoco con un término épico, lo vinculó directamente con su círculo más próximo: la historia de la vida de su abuela. Nos dijo que 93 metros era la distancia que había desde la puerta de su caserío hasta el banco de la iglesia al que iba a rezar todos los días. No necesitaba más, porque además como dijo con mucha gracia recordando una conversación con ella, estaba siempre muy ocupada como para salir de ese espacio. Me pareció alegórico y poético y un fenomenal homenaje a una vida asentada en un espacio de normalidad, un espacio en el que sin embargo podía acaecer lo extraordinario sin ir lejos. 

Terminó diciendo, emocionado y con admiración, que a él le había costado alma, vida, corazón, y viajes descubrir lo que su abuela había sido capaz de descubrir en 93 metros. Esa paradoja y su empeño por seguir buscando historias que contar centraron su carrera, vida que hoy ha terminado lejos de aquí, pero de alguna forma cerca, y es que finalmente los 93 metros los pone cada uno. 

Cuáles son tus 93 metros, yo los estoy trazando, al llegar al sitio rezo por ti David.

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David Beriáin, 93 metros