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Ana Torralva, teoría y juego del duende

Por Miguel López-Remiro

Las fotografías de Torralva nos trasladan a ese duende instantáneo que rodea al artista y que solamente la cámara de una persona que el intérprete del flamenco siente como familiar puede retratar.

Ana Torralva, Mina Obdulia con la playa Gorguel al fondo, 1997
Ana Torralva, Mina Obdulia con la playa Gorguel al fondo, 1997

Perteneciente a la relevante generación de fotógrafas españolas que surge en la década de los años 80, junto a artistas como Cristina García Rodero o Isabel Muñoz, Ana Torralva (San Fernando, Cádiz, 1957) presenta en el centro de arte Domus Artium de Salamanca una exposición sobre una parte esencial de su carrera: su visión del arte del flamenco y su entorno. La muestra se plantea como un recorrido retrospectivo por las tres décadas de trabajo Torralva sobre esta temática.

Compuesta por 70 fotografías, la exposición lleva por título Teoría y Juego del Duende y se inspira en una conferencia que impartió Federico García Lorca en el año 1933. El duende, casi como una categoría estética lorquiana, era descrito como algo extraño al artista, como un escalofrío, una fuerza que no está en la técnica, ese algo que lleva al artista a otros recovecos creativos. Este concepto sobre el genio nos habla del momento de inspiración más tenso y que en el arte del flamenco se presenta de una manera muy visual.

Las fotografías de Torralva nos trasladan a ese duende instantáneo que rodea al artista y que solamente la cámara de una persona que el intérprete del flamenco siente como familiar puede retratar. Lejos de una mirada folclórica o comercial, Torralva nos presenta una visión cercana.

La muestra incluye sus últimas series de grandes figuras del cante y la interpretación flamenca. Son fotografías de gran formato, siempre en blanco y negro y con una gran calidad técnica. Artistas como El Cigala o Rocío Márquez, Enrique Morente o Carmen Linares, se plantean en el papel fotográfico, como dice el comisario, desde una mirada hacia dentro, casi con el mismo ejercicio creativo que los artistas asumen al interpretar su arte.

La exposición también incluye fotografías de interpretes fotografiados fuera de su arte, junto a su familia o en poses no de escenario. Aquí la mirada es diferente porque vemos a la persona sin ese duende activado, haciéndonos entender mejor, paradójicamente, la transformación que estos artistas sufren al interpretar, imbuidos por ese duende que lo altera todo.

Pero son las fotos de la década de los años 90 las que me parecen más excepcionales. En esta serie, sólo de paisajes, instalada al principio de la muestra, Torralva nos acerca a un lugar épico en el desarrollo del cante del flamenco, el pueblo de La Unión. Este pueblo, cercano a Cartagena, y vinculado a la minería desde tiempos históricos, hizo ver un resurgir de su actividad minera en el siglo XIX, lo cual vino acompañado de la llegada de mucha población de pueblos andaluces y murcianos, generando un crisol que llevaría a convertir a este lugar en uno de los epicentros en el desarrollo del cante del flamenco.

Con las minas ya cerradas, pero con el aura allí todavía presente por lo que significó para este arte, reavivada todos los años con el famoso festival del cante de las minas, el entorno áspero de las minas es recorrido por Torralva mediante una mirada introspectiva de tipologías de elementos industriales como grúas o chimeneas, formas industriales desmoronadas que nos hablan de un pasado en el que junto al desarrollo de la mina se desarrolló el cante flamenco.

Y entonces uno entiende la exposición, porque esa mirada hacia adentro que vemos en todas las fotografías de la exposición, parte de la experiencia vital de esta fotógrafa: vivió su infancia en Cartagena, a poca distancia de La Unión, y cuenta que ese paisaje industrial le cautivó y desde allí tejió esta narrativa sobre el flamenco. Otra vez el duende, ese escalofrío inesperado que ahí queda y que lo impregna todo, y que permite a Torralva mirar la realidad desde esos recovecos creativos desde los que aparece el arte.

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Ana Torralva, teoría y juego del duende