• viernes, 19 de abril de 2024
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Una historia en erupción

Por Leire Escalada

'Panza de burro', debut novelístico de la canaria Andrea Abreu, narra la amistad entre dos niñas del norte de Tenerife, una historia de ternura y crueldad entrelazadas.

El norte de Tenerife es el escenario en el que transcurre la novela Panza de burro, de Andrea Abreu. ARCHIVO
El norte de Tenerife es el escenario en el que transcurre la novela Panza de burro, de Andrea Abreu. ARCHIVO

Una isla dentro de una isla. Un lugar en que el las nubes están tan bajas que se funden con el mar.  Un barrio que es alfombra de un volcán. En este escenario casi mágico, pero cargado de bofetadas de realidad, se ambienta Panza de burro, la primera novela de Andrea Abreu (Tenerife, 1995) y una de las novelas del año. La obra está editada por la escritora Sabina Urraca, dentro del proyecto Editora por un libro de la editorial Barrett.

A partir de un planteamiento sencillo, la amistad ente dos niñas del norte de Tenerife, la autora despliega un univeso narrativo rico y una voz propia sin corsés en la que la oralidad canaria toma las riendas y empapa sus páginas. Leer Panza de burro es una experiencia que envuelve al lector en ladridos, mojo, canciones de Aventura, cagadas, gritos y caricias. Una historia con ritmo y aliento poético en la que las andanzas de las pequeñas, narradas por una de las protagonistas, retratan una comunidad que es un mundo. Sus límites son los que impone la clase social, el dinero, la brecha entre los guiris que habitan las casas rurales y las vecinas que las limpian. La distancia entre entre el barrio y la playa a la que las niñas no pueden ir porque los mayores están tabajando.

El fenómeno meteorológico propio de las Canarias que da título a la novela ahonda en esa atmósfera singular que recorre la historia. No hay mundo conocido más allá de la venta de la Chela, cuenta la narradora, con su mirada de niña pero de agudeza reveladora. En Panza de burro, la ternura y la crueldad se enroscan en torno a sus personajes. Lo escatológico se funde con el amor y los besos a escondidas conviven con mierda congelada en una caja de regalices.

La violencia es palpable, lo mismo que una delicadeza extraña y hermosa que brota de la misma brutalidad. Ahí está la magia de esta novela sin tregua. El capítulo comerme a isora, así, sin mayúsculas ni una sola coma ni un punto en sus casi tres páginas, ejemplifica muy bien ese torrente narrativo y poético que construye Abreu: "yo quería ser isora dentro de isora isora isora isora bebiendo un vaso de leche con gofio y diciendo foc yu in mai laif isora pisándome la cabeza con los tenis isora escachándome la cabeza con los tenis isora diciéndome shit no grites no seas basta no te das cuenta de que te está oyendo mi abuela".

No hay grandes gestas pero cada capítulo (todos muy breves) ofrece una cuenta más que imprime profundidad a la historia. Los juegos de poder y la fiereza del amor se exploran sin pudor en las relaciones entre los personajes, especialmente de la protagonista y su amiga Isora: "Parecía  como una canción antigua, una canción que venía de siglos atrás, de cuando Isora y yo todavía no éramoso amigas pero estábamos predestinadas a serlo, porque si algo yo sabía era que Isora y yo estábamos hechas como estaban hechas las cosas que nacen para vivir y morir juntas y me di la vuelta y le dije shit, acompáñame aunque sea cas los homosecsuales, acompáñame, chacho, que yo siempre te acompaño". O tambien: "Yo soñaba con curarle la tristeza a Isora, quería ser su perro y ella mi santa con heridas en las rodillas".

Abreu es una escritora joven, pero no una promesa literaria porque no promete, da. Léanla un fisquisto, que no van a poder parar.

Panza de burro. Andrea Abreu. 176 páginas. 17,90 €

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