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Lo urgente y lo importante

Por Juan Iribas

Ayer por la tarde me acerqué a la máquina de café de mi oficina a por un descafeinado.

Como se suele decir, malo no, lo siguiente. Además, vi las entrañas del armatoste mientras un empleado rellenaba todos sus recipientes. El tal Robert me aseguró que lo que vertía era café molido. Yo le contesté poniendo cara de búho. Ahora bien, si llega a pasar por ahí Juan Valdés con su bigote, lo mismo le entra la risa floja y huye al galope en su burro…

Durante la espera para que la máquina estuviera lista para servir, una compañera del trabajo me comentó que tenía muchísima prisa por un asunto vital (conste que no somos cirujanos). Esas palabras me hicieron recordar una conversación que mantuve con una chica australiana, pero que hablaba el castellano mejor que Miguel de Cervantes. Coincidimos en la puerta del baño de un bar cercano de la plaza de toros de Pamplona un 9 de julio a las cinco de la tarde, cuando los toreros ya tienen la boca seca.

-Hay esperas urgentes, como las nuestras, y otras importantes, dijo muy sonriente. Yo me mudo de Melbourne a Canberra este otoño, pero me corre más prisa entrar aquí, comentó señalando al letrero con la palabra ‘Toilet’.

Sonreí, me sentí por un momento Alfredo Landa y hasta recordé la escena de ‘Solo los tontos se enamoran’, donde Salma Hayek aguarda su turno en la fila que lleva al cuarto de baño de una tasca.

-Lo primero que aprendí del idioma español fue su vocabulario; recuerdo que me confundía mucho con las palabras urgente e importante, comentó la australiana con algo de vino por dentro y por fuera.

La verdad es que muchas veces, seamos de Australia o de Despeñaperros, no somos capaces de diferenciar más allá de la mera terminología qué es urgente y qué es importante.

Aquella tarde del 9 de julio, yo, como esa chica rubia de uno noventa y pico, realicé mi urgencia en el cuarto de baño. Dos años después de aquella casualidad, tocó lo importante: nos casamos en Canberra por todo lo alto.

Ideación de ‘Lo urgente y lo importante’

Cada vez que veo a la actriz Salma Hayek me acuerdo de ‘Solo los tontos se enamoran’ y la escena de la conversación con Matthew Perry junto a la puerta de un cuarto de baño.

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