Compré una estantería en Ikea para organizar mis libros preferidos, pero como fui incapaz de montarla, llamé al manitas de mi vecino para que me echara un capote con las baldas y la tornillería.
- miércoles, 17 de abril de 2024
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Compré una estantería en Ikea para organizar mis libros preferidos, pero como fui incapaz de montarla, llamé al manitas de mi vecino para que me echara un capote con las baldas y la tornillería.
En el tiempo que me hubiera costado interpretar las instrucciones, el del 3º A ya estaba en su casa con los deberes hechos.
Quise colocar mis títulos favoritos en la balda que está a la altura de mi vista. Una vez escuché que en los supermercados ponen sus productos TOP de esa manera, así que emulé a la mejor reponedora con la tentación de releer algún día ‘Un millón de vacas’, ‘Seré duda’ o ‘Nada que esperar’.
Se me cayó al suelo ‘Intemperie’ y me fije que contenía entre sus páginas la tarjeta de visita de mi vecina, quien se marchó al otro barrio por lo menos hacía ya unos quince años. Ella, que hoy superaría el siglo de vida, era una buena mujer, gran conversadora, que rebozaba la merluza como nadie y cuidaba a su canario ‘Batuta’ mejor que a un hijo.
Las tarjetas de visita de aquel entonces no incluían (perdón por la obviedad) la dirección de correo electrónico ni el número de teléfono móvil, pero el fijo aparecía impreso en la parte inferior derecha. “¿Y si marco el número?”, pensé. Me encantaría volver a escuchar su voz, que me hablara de su prótesis en la rodilla izquierda, del padre Santiago o que me invitara a unos cacahuetes mientras veíamos en su televisor tripudo los paradones de Tommy N'Kono.
Marqué el número, al que debí añadir los tres dígitos del prefijo, le conté esta historia a vete a saber quién y, cuando le dejé hablar, comprobé que la voz que había al otro lado del auricular me resultaba familiar: “¿Se puede saber qué tripa se te ha roto ahora?”. Era el manitas de mi vecino.
Ideación de ‘Tarjeta de visita
El otro día introduje en el cajetín de Google el número de teléfono de una vecina que tuve hace muchos años y me llevé una sorpresa: el actual titular de la línea es un viejo conocido mío.
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