Pan

Hace poco coincidí con una compañera de la carrera a la que veo de ciento a viento, casi siempre por casualidad. Eran las dos y pico de la tarde de un viernes, así que, como ella no había comido y yo tenía hambre, nos metimos en el primer bar con menú del día.

Ella es de esas personas que cae bien, muy bien; despierta, rápida, ingeniosa; sonríe con los ojos, algo que, al menos yo, sobrevaloro.

Después de repasar el pasado, que es todo lo que nos une, me comentó que lo más romántico que le han dicho es: “¿Hay pan?”.

Creía que me tomaba el pelo, como en la facultad, pero me hablaba en serio. Totalmente en serio. Yo, mientras mordisqueaba la corteza de mi rebanada, aluciné; le comenté que aquello me parecía ridículo.

-“¿Hay pan?”. ¿Crees, Juan, que hay algo más precioso que eso? ¡Cuánta gente daría dinero por poder preguntárselo a alguien! ¿O te parece que hace falta recitar a Neruda?

Sobreactuó con aquel “cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo…”. Y me expuso sus argumentos. Uno tras otro. Y me desarmó.

Me acuerdo que gesticulé a la camarera mostrándole la panera vacía mientras le guiñaba un ojo a mi compañera de la facultad.

-Tonto, no has entendido nada.

Pero lo había comprendido todo.

Ideación de ‘Pan’

Me encantan los encuentros inesperados y las conversaciones espontáneas.

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