• jueves, 28 de marzo de 2024
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Muñozmolinista

Por Juan Iribas

Llevaba repitiendo desde hacía mucho tiempo que su sueño no era otro que tomarse un café con Antonio Muñoz Molina.

Le gustaba su escritura desde el momento en el que leyó la primera frase de ‘Beltenebros’. “Vine a Madrid para matar a un hombre al que no conocía”. El hecho de comenzar de manera tan brillante una novela lo convirtió en muñozmolinista.

En un viaje de negocios a Madrid tuvo la oportunidad de visitar el Café Gijón, donde se respira ambiente literario y uno puede tropezarse con Pérez-Reverte o algún otro académico de la letra y la palabra. “Me encantaría coincidir aquí con Muñoz Molina y sentarnos en estas sillas ‘Thonet’ de madera oscura y asientos mullidos con fundas de tela granate”. Y hubo suerte a medias. Coincidir, coincidieron, pero al faltar demasiado poco tiempo para que saliera su tren rumbo a casa, se quedó con las ganas y con un pequeño golpe en el hombre del escritor andaluz al cruzarse ambos en la puerta del cuarto de baño.

Después de un vuelo Madrid-Nueva York, con ‘jet lag’ o sin él, uno teme perderse visitar alguno de los lugares más tópicos de la ciudad de hierro y hormigón. Con más imágenes en la cámara de fotos que en la retina, hubo otro instante: era un taxi de esos amarillos como los que han utilizado en el celuloide ‘Malas calles’ o ‘Taxi driver’. Del vehículo se bajó el escritor y se introdujo él, que se percató de que el viajero anterior era el académico de Jaén gracias al chivatazo del taxista, un puertorriquense muy leído. Se quedó con las ganas y un bolígrafo que encontró en el asiento trasero.

En la última ocasión y de nuevo en Madrid, llegó a su hotel con el estómago vacío y más sueño que hambre. Tras identificarse en recepción, llamó al ascensor para subir a la cuarta planta. El trayecto lo hizo con un tipo de acento andaluz, cara de buena gente, barba y pelo canosos. “Por fin”, pensó. “¡Por fin!”.

-Buenas noches. Usted tiene que ser Antonio Muñoz Molina, a que sí.

-¿Nos conocemos?, le preguntó extrañado su interlocutor.

Aquel muñozmolinista murió en su habitación, la 434, a manos de alguien que vino a Madrid para matar a un hombre al que no conocía.

Ideación de ‘Muñozmolinista’

Hace algunas semanas leí un artículo en El PAÍS escrito por Antonio Muñoz Molina donde contaba las veces que estuvo a punto de encontrarse con Umberto Eco.

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