Discoteca

Quizá hará 25 abriles. ¡Cómo pasa y cómo se pasa la vida! Tras atravesar la puerta, recorrías un largo pasillo; a la derecha, creo recordar, había una barra y, algo más adelante, la pista de baile junto a unos sillones granates.

Nunca bailé demasiado, aunque me acuerdo de una lambada en la que no era capaz de distinguir entre las cuatro piernas cuáles eran las del chico y cuáles, las de la chica... Tampoco bebí ni fumé en exceso.

Era una época en la que mis amigos y yo mirábamos con ojos como prismáticos; lo hacíamos de lado a lado, como si estuviéramos ante un Federer-Nadal. No quiero recordar si había reciprocidad en la mirada por parte de aquella quinceañera de ojos negros…

El sábado pasado volví a aquella discoteca (por enésima vez). Hoy es un supermercado. Mientras compraba leche, algo de pescado y unas nueces quise hacer un flash back. ¿La panadería? Eso era la barra. ¿La zona de las verduras? Los sillones. La pista de baile estaba a la altura de los lácteos. Entre oferta y oferta se escuchó por la megafonía una canción de aquel entonces mientras aquella quinceañera de ojos negros (hoy ya con un cuarto de siglo más a sus espaldas) me miró. Sí, por fin me miró en la pista de baile para que, como dice David Trueba, la gente se atraiga. Luego nos acercamos hasta los sillones granates. Ella compró berenjenas y yo, vainas…

Ideación de ‘Discoteca’

Mientras hacía la compra en el supermercado, dos adolescentes hablaban de que sus padres conocieron a sus madres “aquí, que esto era una discoteca, tía”.

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