Dieta

Soy demasiado impaciente. Es una de mis taras. Con media hora de adelanto llegué a la interesante presentación de una novela del montón, así que tuve que ‘hacer tiempo’ (como si el tiempo se hiciera…).

Paseé por el casco viejo de Pamplona. Llovía. Me daba igual mojarme. Necesitaba una dosis de intemperie, de cerrar los ojos y de poder respirar a mi aire.

Recorría una calle de punta a punta, y media vuelta. Así todo el rato. Me fijaba en distintos comercios, aunque solo me llamó la atención uno: la herboristería. Quizá por el olor, tal vez por su escaparate, a lo mejor porque, cada vez que pasaba, veía a la dependienta en su mundo, mirándose para dentro.

Me pareció que tendría alguna preocupación. Acaso que no entraba un alma a por equisetos, té verde o grajeas de vete tú a saber qué. Quise que su pensamiento estallase como una pompa de jabón en el dedo de un niño, así que entré.

“¿Ahora, qué le digo que quiero? ¡Socorro!”, pensé horrorizado.

Vi un cartel escaso de credibilidad en el que aparecía una chica joven, rubia, sonriente, guapa, delgada, y un letrero lleno de tópicos: “Ponte a dieta. ¿A qué esperas? Tu peso ideal para estar ideal”. Un horror marketiniano…

Y gracias a aquella impaciencia me puse a dieta y perdí tres kilos, que sin duda recuperaré si vuelvo por ahí a otra presentación y veo a la dependienta mirándose hacia dentro...

Ideación de ‘Dieta’

Me llamó la atención la mirada al infinito de una dependienta que vi el otro día a través del escaparate (y no, no entré a aquel comercio ni me puse a dieta).

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