• jueves, 18 de abril de 2024
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El chico que no quería crecer

Por Juan Iribas

Tuve la suerte de poder acudir a la representación de Los chicos del coro en no sé qué ciudad. Aparte de mi mala memoria, el hecho de ser el hijo de una profesora de solfeo me hizo ir con la música a otra parte más que de vez en cuando, así que no recuerdo si sucedió en Mataró, Valladolid, San Sebastián o Pamplona.

Yo tendría la misma edad que ellos y me moría de envidia al escuchar con los ojos cerrados Vois sur ton chemin y demás con esas virtuosas cuerdas vocales cuidadas como si se tratara de los mejores violines Stradivarius, mientras mi educación musical apenas pasaba de la escala de notas.

Me llamó la atención ver llorar al director del conservatorio cuando un chico con flequillo rubio, gafas redondas y los brazos caídos actuaba como solista; era un muchacho que lo mismo podría estar jugando al fútbol, subiéndose a los árboles o devorando las rodilleras de sus pantalones, aunque escogió el camino sinfónico; le aplaudimos mucho al terminar la actuación y, con gesto tímido, en un castellano con terrible acento francés dijo: “No quiero crecer. Jamás. Deseo ser siempre un chico; un chico del coro”. Eran tan de verdad sus manifestaciones que aún las tengo presentes; me dio pena que las agujas del reloj y las hojas del calendario convirtieran esa voz prodigiosa en otra adolescente y luego, adulta.

    -Yo tampoco; paso de ser mayor, le dije a mi madre.

    -¿Te gustaría que no le crecieran las hojas a los árboles el resto de las primaveras?

    -…

    -Lo mejor de esta vida es la naturalidad; nacemos para prosperar en lo físico y en lo intelectual día a día. No hay marcha atrás.

Me obsesionaron sus palabras, así que me medía a diario en la pared de mi habitación; cada vez que la marca era la misma que la del día anterior, me alegraba y, sobre todo, me acordaba de aquel niño de talento prodigioso. Lamentablemente para mí, crecí, cumplí años, las hojas de los plátanos se cayeron e iban naciendo cada cuatro estaciones mientras cambiaba de ciudad por culpa del empleo de mi madre.

Hoy me he acordado de ella al pasear con mi hijo cerca del auditorio: “Mira: Los chicos del coro; los vi con tu abuela hace muchos años, probablemente a tu edad. ¡Qué manera de cantar! No te puedes hacer a la idea. ¿Te apetece que compre entradas y vayamos con tu madre?”.

Él me respondió con la mirada y a las cuatro horas estábamos los tres recostados en cómodas butacas plegables en tonos de color burdeos. Yo, como cuando era pequeño, cerré los ojos para escuchar Vois sur ton chemin. Al abrirlos volví a ver al niño de flequillo rubio, gafas redondas y los brazos caídos. Porque él no había querido crecer.

Ideación de El chico que no quería crecer

He estado ordenando unos cajones y, entre otros papeles, me he encontrado la entrada de la actuación en Baluarte de Los chicos del coro en diciembre de 2007, que me ha hecho recordar a uno de sus integrantes, aquel chico rubio que cantaba como los ángeles porque ensayaba como un demonio (perdón por el topicazo).

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El chico que no quería crecer