• jueves, 25 de abril de 2024
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Blog / El espejo de la historia

A propósito de Woody Allen

Por Javier Aliaga

La reciente autobiografía de Woody Allen es un alegato de defensa contra la acusación de pederastia que pende sobre el director de cine.

Woody Alllen y su mujer Soon-Yi en una exposición. ARCHIVO
Woody Alllen y su mujer Soon-Yi en una exposición. ARCHIVO

Me he sumado a los lectores de la reciente autobiografía de Woody Allen, titulada A propósito de nada (Apropos of Nothing), por el morbo de saber algo más de la batalla jurídica y mediática con su expareja Mia Farrow, sobre el supuesto abuso sexual cometido por Allen a Dylan Farrow -hija adoptiva de ambos- siendo una niña de 7 años, en el verano de 1992. Sin dejar de ser una biografía, el libro no defrauda a los amigos del cotilleo, ya que su parte nuclear es un alegato de defensa contra la acusación de su ex.

El título puede adquirir un doble significado. Por un lado, Allen, tal vez, quiere significar que no hubo nothing con su hija. Por otro, tampoco desvela nothing nuevo que no se conociese del desdichado caso antes de la publicación del libro. La autobiografía viene a contrarrestar la campaña de acoso que está sufriendo el octogenario cineasta.

En efecto, la antigua acusación a Woody Allen de pedofilia, tras los movimientos #MeToo y Time’s Up, ha cobrado actualidad con nuevas reprobaciones en EEUU: allí su última película Día de lluvia en Nueva York no ha podido ser estrenada; los actores de sus films arrepentidos, lamentan haber trabajado con él; la editorial Hachette, ante la presión del feminismo, declinó editar la autobiografía, finalmente ha sido publicada por Arcade Publishing.

No es fácil comprender este culebrón porque en el entorno de los Farrow-Allen, nothing es normal. A los 21 años Mia (María de Lourdes Villiers) Farrow se casó con el cincuentón Frank Sinatra; en su segundo matrimonio con André Previn, tuvo 3 hijos y adoptó otros tres, entre ellos, Soon-Yi. Con Woody Allen, su tercera pareja, adoptaron 2 hijos -Moses y Dylan- y tuvieron otro biológico Ronan. Además Mia, siendo embajadora de Unicef, adoptó otros 5 hijos; en total ha tenido 14 hijos. Tres de ellos murieron en extrañas circunstancias.

Por su parte Woody Allen (Allan Konigsberg) había tenido tres parejas -dos matrimonios- antes de la Farrow. Mia y Woody constituían La extraña pareja, en doce años de relación, no compartieron techo. Para cumplir sus deberes paternales, él madrugaba, cruzaba Central Park, para llevar a Dylan al colegio. Los hechos constitutivos del supuesto abuso sexual se produjeron meses después de que Mia descubriese unas fotos eróticas de su adoptiva hija Soon-Yi que evidenciaban su relación con Woody. En aquel momento, él tenía 56 años y ella era universitaria de 20 años.

En sus memorias Allen insiste “Jamás le he puesto un dedo encima a Dylan”, recalca que fue una vendetta de una furibunda Mia, que manifestó: “Él me quitó a mi hija, ahora yo voy a quitarle a la suya”. Acusa a su ex de alimentar la mente de su hija con “la idea de que yo había abusado de ella”. Añade que una asistenta preguntó a la pequeñita por qué lloraba, ella le respondió “Porque mamá quiere que mienta”. No culpa a Dylan de mentir “ella cree todo aquello que se le sugirió y se le inculcó durante años”.

La principal baza de Woody Allen es que hubo dos investigaciones con resultados coincidentes: una del Estado de Nueva York y otra del hospital Yale-New Haven. El dictamen de esta última es demoledor: “Dylan no fue abusada por el señor Allen”, “Dylan tenía serios problemas para distinguir entre la realidad y la fantasía… se le hace creer que efectivamente ha sufrido abusos sexuales”. Lo cierto es que no hubo juicio por el abuso sexual, por lo cual, Allen nunca ha sido declarado “culpable”. La justicia sí se pronunció por la custodia: al cineasta se le denegó el régimen de visitas.

Sin embargo, hace años, Maureen Orth en Vanity Fair aportó argumentos que apoyan la versión de los Farrow: 1) Allen ya estaba en tratamiento siquiátrico por comportamiento inapropiado hacia Dylan, por ello las niñeras tenían instrucciones de no dejarle solo con la pequeña; 2) el polígrafo al que fue sometido Woody no estaba aprobado por la policía; 3) el juez no consideró fidedigno el informe de Yale-New Haven, los autores no vieron a la pequeña ni a Mia, entre ellos no había ni psicólogos, ni psiquiatras; 4) el fiscal archivó el caso, por no llevar al estrado a la pequeña víctima debido a su fragilidad.

Allen se felicita de haber recobrado a su hijo Moses que, junto a Soon-Yi, le apoyan. Su supuesto hijo biológico Ronan –Mia llegó a sugerir que es de Sinatra-, periodista de prestigio autor de Depredadores, muy crítico con su padre, defiende incondicionalmente a Dylan. El cineasta se lamenta de no haber podido contactar con su hija adoptiva: “no sólo se negó a verme sino que encima escribió una «carta abierta» declarando que yo había abusado de ella”. Tras la publicación de las memorias, Dylan se ha reafirmado en las acusaciones a su padre.

En el libro, que está dedicado a Soon-Yi, Allen confiesa reiteradamente el amor que profesa a su mujer, con la que se casó hace 23 años. Para ella, no tiene adjetivos, es: “Guapa, sexi, inteligente y divertida: una esposa perfecta”. El matrimonio de los Allen adoptó dos niñas. Al respecto, pone de relieve que estas dos adopciones le exoneran de la acusación de pedofilia, pues los controles son tan rigurosos que si hubiese la menor sospecha, nunca habrían prosperado los expedientes de adopción.

Sorprende que en esta España inquisitorial, donde la izquierda tiene patente de corso para condenar sin pasar por el juzgado, no se haya impuesto el “Yo te creo Dylan”. La explicación es simple: Javier Bardem y Pedro Almodóvar se han posicionado a favor del cineasta. La prueba del algodón la tendremos dentro de unos días en el Zinemaldia de San Sebastián que estrenará Rifkin’s Festival, el film que Allen rodó allí el año pasado ¿Habrá algún tipo de protesta contra el director?

Si el lector duda por tomar postura por Allen o por Farrow, le recordaría que la industria del cine es capaz de fabricar sueños, pero también grandiosas pesadillas como las vividas con esta confrontación. Por eso parafraseando a Aute: “Todo en la vida es cine y las pesadillas cine son”.

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