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Blog / El espejo de la historia

Pamplona proclama la II República

Por Javier Aliaga

Proponemos un hecho histórico para que el lector adivine si se trata o no de una falsedad.

Una multitud concentrada en la Plaza Consistorial el 14 de abril de 1931 asiste a la proclamación de las II República.
Una multitud concentrada en la Plaza Consistorial el 14 de abril de 1931 asiste a la proclamación de las II República.

Verdadero o falso:        

Tanto el día de la proclamación de la II República, el 14 de abril de 1931, como al día siguiente en su celebración, por las calles de Pamplona, sonó insistentemente “La Marsellesa” para festejar el cambio de régimen.

“La Marsellesa”

Los franceses tienen una habilidad especial para vender sus productos, lo bueno, lo no tan bueno y lo malo. Como reclamo de sus operaciones mercantilistas, se sirven de sus símbolos: la bandera, o el himno nacional. La pegadiza Marsellesa, se ha empotrado en otras piezas musicales, como en la “Obertura de 1812” de Tchaikovsky representando el avance y la retirada de los ejércitos napoleónicos, y más recientemente en la canción de los Beatles “All you need is love” compuesta por John Lennon. Al margen de estas composiciones, no debemos olvidar que “La Marsellesa” es en esencia una marcha militar con estrofas muy belicosas.

En este sentido combativo, recordemos que a los tres días de los atentados yihadistas del pasado noviembre en Paris, ante el Congreso –conjunto de la Asamblea Nacional y el Senado- reunido en Versalles, el Presidente de la República Francesa, François Hollande, anunció y ratificó una serie de medidas: declaración de guerra; estado de urgencia; modificación de la Constitución para permitir establecer apátridas (déchéance de nationalité) y liberación de los compromisos estructurales con la UE para dotar de más medios a las fuerzas del orden –según él, el pacto de seguridad no puede estar supeditado al pacto de estabilidad-. El acto finalizó con una emotiva Marsellesa, cantada a capela por los congresistas, era una escena que parecía la preparación para la batalla, en la que todo el arco parlamentario sellaba un pacto unísono con las medidas presidenciales. Era envidiable ver cómo el terrorismo servía para unir; mientras que en España, siempre ha sido materia de controversia para rebañar votos.

Al mismo tiempo, Hollande reclamaba la coparticipación de todos los europeos en su anunciada guerra contra el terrorismo yihadista. Inevitablemente, algunos que peinamos canas, nos acordamos de los años dramáticos del terrorismo etarra, cuyos miembros estaban amparados por Francia como exiliados políticos. España era un clamor pidiendo el fin de aquella absurda protección; pero “la France faisait la sourde oreille” (oídos sordos), al mismo tiempo que hacía caja con contratos comerciales a su favor.

En los días posteriores a los crueles atentados de Paris, vimos múltiples eventos de apoyo a Francia, en los que sonaba por doquier los acordes del himno francés. De todos, los más divulgados por su impacto mediático, fueron los homenajes en los estadios de fútbol, en Wembley, o en partidos de liga; como en el clásico Madrid-Barça, con una versión al piano de “La Marsellesa”, encuentro que acabó con un deshonroso 0-4 y con Benítez como entrenador.

El tiempo ha pasado, ha tenido que llegar un nuevo Barça-Madrid, para que el equipo merengue recobre parte de su honor. Del mismo modo, l´orgueil français (el orgullo) se ha recuperado con las capturas de los terroristas Salah Abdeslam y Mohamed Abrini; pero el precio ha sido caro, treinta y tantas vidas, en los dos atentados de Bruselas. En este periodo, la inquebrantable unión francesa contra el terrorismo se ha desvanecido, la propuesta presidencial de modificación de la Constitución, no ha sido bien acogida, ni por la oposición, ni por un sector del partido socialista; el desacuerdo más significativo fue la dimisión de la ministra de Justicia, Christiane Toubira, por lo que “Monsieur le Président a reculé” (ha reculado).

Otra polémica a la que se enfrenta el gobierno socialista francés es la reforma laboral -como la realizada por España e Italia- que ha puesto en pie de guerra a los nietos de la generación de Mayo del 98, surgiendo una versión de Podemos denominada “Nuit Debout” (noche de pie). Tal vez por ello, Pedro Sánchez, en el menú gubernamental que ha estado guisando, ha recurrido a recetas y aderezos a la portuguesa, o a la valenciana; pero en ningún caso, a la francesa, porque el ministro de Economía francés, Emmanuel Macron, –que lidera el movimiento En Marche! Ni à droite, ni à gauche- le hubiera dicho que el plato fuerte, la reforma laboral, ya se lo ha cocinado Rajoy.

La proclamación de la II República en Pamplona

En la tarde del lunes 13 de abril de 1931, cumpliendo con su tradicional visita, llegó a Pamplona el Ángel San Miguel de Aralar. En la víspera, los ciudadanos habían acudido a las urnas para elecciones municipales, cuyos resultados a grandes rasgos ya se conocían: la Conjunción republicano-socialista había ganado ampliamente en la mayoría de las grandes capitales. Una de las excepciones fue Pamplona, donde ganó la candidatura antirrevolucionaria ganó con los jaimistas al frente. Todo ello aventuraba un panorama incierto, con la posibilidad de desembocar en conflictos sociales. En la madrugada, manifestantes recorrieron Pamplona vitoreando a la República; algunos exaltados derribaron el busto del general Sanjurjo y arrancaron las placas de la Av. de Alfonso XIII –actual Av. Baja Navarra- y de la Plaza de Primo de Rivera –actual Plaza Merindades-. La Guardia Civil tuvo que efectuar algunas cargas para mantener el orden.

El día 14 amaneció con la proclamación de la República en Eibar, los pamploneses se arremolinaban frente a las sedes de los periódicos para conocer los últimos acontecimientos que se sucedían en Madrid y Barcelona. Cuando el cambio de régimen era un hecho, el comité de la Conjunción republicano-socialista organizó una manifestación que partió del Centro Republicano y finalizó en el Ayuntamiento. Desde cuyo balcón, los principales líderes del comité, proclamaron la II República a una multitud que rebosaba la plazuela. En primer lugar, un emocionado Serafín Huder, recordó cómo su padre había proclamado, desde el mismo balcón, la primera República. Seguidamente tomaron la palabra: Ansó, Sáez Morilla, Osácar y Azarola, exhortando a la ciudanía para que mantuviese la serenidad. La Pamplonesa conjuntamente con la banda de música del regimiento de América y la de trompetas de caballería de Almansa, interpretaron los acordes de “La Marsellesa” para izar la bandera republicana en el balcón de la Casa Consistorial.

Finalizado el acto, el júbilo popular era evidente, al dispersarse la muchedumbre, ciertos grupos continuaban dando vivas a la República y cantando “La Marsellesa” y “La Internacional”. Seguidamente el comité se dirigió al Palacio de la Diputación para ser recibidos, con todos los honores, por los diputados en el salón del trono. La Diputación y el Ayuntamiento descolgaron el retrato del Rey –como Ana Colau ha retirado el busto del emérito don Juan Carlos del Ayuntamiento de Barcelona-. Algunos exaltados querían colgar una fotografía del capitán Galán, fusilado por la intentona golpista de Jaca.

Por orden del Gobierno provisional, el presidente de la Audiencia provincial, José Maria Olalde, asumió las funciones de gobernador civil de la provincia y se declaró el día siguiente fiesta nacional. Por la noche, todavía se podían oír grupos recorrieron las calles entonando “La Marsellesa” y dando vivas a la República.

Los periódicos locales del día 15 asumieron el cambio de régimen, en forma más destacable el nacionalista “La Voz de Navarra”, en su primera plana, inserto un editorial que tituló a dos columnas “¡Bien venida sea la República!”, en la misma página insertó una nota en la que arremetía contra “Diario de Navarra”; que tuvo respuesta y cruce de acusaciones en ediciones posteriores del Diario y del “El Pensamiento Navarro”. Ese mismo día, otro rotativo local, el alfonsino “El Pueblo Navarro”, con el titular de la salida del Rey para Cartagena, tras 16 años de existencia, dio por finalizada su misión, anunciando su desaparición.

Dentro de los festejos de celebración de la II República, a primera hora de la jornada, las bandas de música recorrieron las calles tocando dianas, todos los comercios y los centros de trabajo cerraron. A las 11, salió la comparsa de gigantes y cabezudos –el Rey Europeo fue descoronado y despojado de su collar a modo de toisón-, al mediodía se celebró un concierto interpretado por la Pamplonesa en la Plaza de la Constitución, ante un gentío que pedía con insistencia se tocase “La Marsellesa” para ser coreada por los asistentes. Por la noche, se repitió el concierto con sesión de bailables, se quemó una colección de fuegos artificiales y se corrió un zezenzusko. En todas estas celebraciones, que coincidieron con la visita del Ángel de Aralar, la animación fue enorme y no se registró el menor incidente; sin embargo, las circunstancias políticas hicieron que aquel año, el Arcángel llegó bajo el régimen borbónico de Alfonso XIII, despidiéndose con la II República instaurada.

Como ha quedado claro a lo largo todo lo expuesto, la respuesta a la pregunta planteada es verdadero. De todos modos, la celebración del advenimiento del régimen republicano a los acordes del himno francés, no fue un fenómeno aislado de Pamplona, se repitió a lo largo y ancho de toda la geografía española.

La vuelta de los exilados y la marcha de la familia real

Francia ha sido históricamente para los españoles tierra de exilio, a donde marcharon algunos miembros del Comité revolucionario, con los acontecimientos de diciembre de 1930: Domingo, Prieto, Martínez Barrio y d’Olwer. Con la República ya proclamada, éstos tenían que incorporarse a sus respectivos ministerios: Instrucción, Hacienda, Comunicaciones y Economía. El día 15, a la llegada del rápido a la estación de Irún, el republicano Ayuntamiento de Irún organizó una bienvenida para los ministros en el cambio del tren francés al español –la diferencia de anchura de vías obligaba a ello-, haciéndoles pasar por un arco de banderas republicanas a los acordes de “La Marsellesa”. Prieto y Domingo, hicieron uso de la palabra desde la ventanilla del tren. Finalizados los discursos, cuando el tren ya partía, se interpretó nuevamente la marcha francesa.

Mientras unos volvían del exilio, otros lo iniciaban. En San Sebastián, el tren en el que viajaba la familia real –excepto Alfonso XIII que viajó de madrugada en barco-, paró en una estación del Norte atiborrada de donostiarras monárquicos –no había sitio en los andenes por lo que algunos marcharon a Hendaya- que deseaban despedirse de la reina y de los infantes. Entre lágrimas de los miembros de la familia real y de buena parte de los asistentes, se hizo entrega de un precioso ramo de flores a la reina Victoria Eugenia. Aquel día, de madrugada, fueron recibidos en Irún, al son de “La Marsellesa”, otros republicanos, entre ellos, los golpistas de Cuatro Vientos: el comandante Franco –hermano del dictador- y el general Queipo de Llano.

Los campos de la vergüenza

El abrupto fin de la II República, como consecuencia de la guerra incivil, llevó consigo el éxodo republicano. Al final de 1938, intuyendo lo que se venía encima, Francia –en una situación financiera delicada como consecuencia de la depresión- cerró sus fronteras; sin embargo, la presión diplomática y la caída del frente del Ebro forzaron para reabrirlas. Se calcula que en los primeros meses de 1939 entraron al departamento francés de Pirineos Orientales, casi medio millón de exiliados, pero ya sin banderas y sin Marsellesa. Buena parte de éstos, fueron confinados en seis campos de concentración, donde las ínfimas condiciones salubridad provocaron la muerte a muchos de ellos –irremediablemente nos recuerda al actual campo griego de Idomeni-. La situación empeoró todavía más, con la invasión alemana de Francia en 1940, algunos exiliados fueron destinados a campos de exterminio nazi.

Es especialmente sangrante que España, país que ha sufrido un exilio tan dramático a raíz de la guerra incivil y que durante años una parte de su población tuvo que emigrar por cuestiones económicas, sea tan poco sensible al problema migratorio sirio, dejándose llevar por la mezquina iniciativa europea. Francia ya no es país de acogida de exiliados, como lo ha dejado patente el gobierno socialista francés -en connivencia con el gobierno de Cameron-, al desmantelar el molesto campo de Calais -apelado “la jungle” (la jungla)-, de emigrantes que intentaban, por todos los medios, llegar a Gran Bretaña.

Hoy en el mundo global que vivimos, al igual que una empresa privada traslada los centros de producción a un país para reducir costes, Europa “deslocaliza” la miseria, subcontratando a Turquía la gestión de los refugiados. Esta deleznable postura europea no justifica la decisión del Parlamento de Navarra del “quita y pon” de la bandera de la UE. Nos queda el consuelo de que los partidarios del acuerdo parlamentario -los mismos que hacen patria con la ikurriña-, se vayan civilizando y no recurran a la quema de banderas de otros tiempos para exteriorizar sus desacuerdos con un país.

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