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Blog / El espejo de la historia

Navarra y la pandemia de gripe de 1918 (III)

Por Javier Aliaga

En esta tercera entrega el autor describe, a través de las crónicas de prensa, los estragos de la gripe en la población navarra durante la primera quincena de octubre de 1918. El virus puso también de manifiesto las enormes diferencias sociales de la época.

Portada de El Pueblo Navarro del 6 de octubre de 1918, confirmando el aumento de la epidemia, dos días antes en Pamplona habían fallecido 6 enfermos de gripe.
Portada de El Pueblo Navarro del 6 de octubre de 1918, confirmando el aumento de la epidemia, dos días antes en Pamplona habían fallecido 6 enfermos de gripe.

Finalizando septiembre de 1918, la gripe del municipio navarro de Muruzábal saltó a la prensa nacional; su medicó titular, Romualdo Iciz, murió en el cumplimiento del deber. Al no haber sido declarada oficialmente la epidemia, la viuda injustamente no tenía derecho a pensión, para la cual se imploraba auxilio. El reconocimiento oficial de la existencia de gripe en España tendría que esperar hasta el 11 de octubre, a partir de aquella fecha los derechos de los médicos quedaron salvaguardados. En Navarra fueron muchos los médicos que enfermaron durante la epidemia, desafortunadamente Iciz fue el único que murió.

El 1 de octubre la prensa de Pamplona informó que los directores de los colegios públicos y privados se sumaban a la suspensión de clases que ya habían adoptado otros centros de enseñanza. En lo que respecta a las escuelas municipales de Pamplona, éstas tardarían unos días más en ser clausuradas; Diario de Navarra (DN) criticó la lentitud en tomar una medida que ya había sido tomada «hasta en villorrios de última categoría».

En la frontera navarra de Valcarlos los carabineros y sus familias se encontraban afectados por la gripe. Nada comparable con la de Irún, a juzgar por la crónica del 3 de octubre de La Constancia de San Sebastián, «allí la mortalidad alcanza a un uno por mil diariose suprimieron los toques de campana y los cadáveres se conducen al cementerio sin sacerdote por hallarse estos fatigadísimos». La situación de la localidad vecina de Fuenterrabía era similar: «diariamente se registran cinco o seis defunciones, pasando los invadidos de mil»

Aquel día se publicó la noticia de la «afección grippal» de carácter leve, que aquejaba al obispo de Pamplona, López de Mendoza, que se encontraba en Zaragoza en cama; el cual había ordenado, días antes, se rezase la oración “Pro tempore pestilentiae” en todas las misas de la diócesis. No obstante, el 8 de octubre, la salud del prelado empeoró hasta el punto que, según El Pensamiento Navarro (PEN), tuvo que recibir el Viático, cierra la noticia con «Rogamos a nuestros lectores que sigan pidiendo a Dios por la salud de nuestro amantísimo Prelado.» Un mes más tarde, el obispo volvería sano a Pamplona.

En aquellas fechas asumiendo la prohibición gubernamental, DN y PEN publicaron pequeños módulos anunciando la suspensión de fiestas, principalmente en honor a San Miguel o a la Virgen del Rosario, firmados por alcaldes o párrocos, de localidades navarras como: Echarri-Aranaz, Beire, Villava, Izu, Zubiri, Echarren (Araquil), Esparza, Larragueta, Elcano, Arellano, Odériz (Larraun), Aizpún, Alzórriz, Ilúrdoz, Guetadar, Sánsoain, Zolina, Zariquiegui…

Las fiestas del Pilar de Zaragoza, siguiendo las instrucciones gubernativas, también se suspendieron. Por el contrario, el Ayuntamiento de Lecumberri, no queriendo ver la gravedad de la epidemia, envió una comisión para solicitar al gobernador civil permitiese celebrar sus fiestas en honor de la Virgen del Pilar. Naturalmente, el gobernador no concedió la gracia.

 El “conflicto de la leche” y otras subsistencias

La leche, al ser considerada alimento para los enfermos, fue objeto de especulación con un incremento de precio. Todos los municipios sufrieron este infortunio, que se acuñó como el “conflicto de la leche”. A este respecto, el Ayuntamiento de Pamplona tuvo una doble actuación: por una parte, intervención del precio; por otra, aumento de la oferta. Efectivamente, a primeros de octubre, el alcalde carlista, Arraiza, se reunió con una representación del gremio de lecheros, fijando las partes una tasa para la leche de 60 céntimos/litro.

Días más tarde, cuando se constató la escasez de la leche, Arraiza se reunió con los dueños de círculos, casinos, cafés y bares, para incrementar la oferta, con los que llegó a un acuerdo. La leche que habitualmente era adquirida por estos establecimientos sería revendida al Ayuntamiento para ser vendida, al precio de la tasa -previa entrega del bono facultativo-, en la antigua pescadería de la calle Calderería. Como fruto del acuerdo, los hosteleros tuvieron que renunciar a este producto en beneficio de la vecinos enfermos, y muy especialmente, de las familias de la Beneficencia Municipal.

Con todo, al crecer el número de enfermos y escasear la leche fresca, se recurrió a la leche condensada en lata, cuyo consumo originó ciertas reticencias. DN hizo una glosa de las excelencias del producto al advertir «en las clases bajas cierto recelo que conviene a todo trance disiparel dictamen favorable emitido por todos los médicos de Pamplona…sus inmejorables condiciones de nutrición y digestibilidad, son muchas las familias acomodadas de Pamplona las que consumen a diario la leche condensada, incluso para criar a sus hijos. En los grandes trasatlánticos la beben cotidianamente toda clase de pasajeros.»

El artículo describe el caso de una mujer que rechazó «la leche condensada que le ofrecía un empleado municipal, porque no había leche fresca, con esta frase desafiante: -Esa leche, bébala usted. Efectivamente, el aludido empleado para demostrar que los recelos de aquella mujer eran infundados echó leche en un vaso y se la bebió de un trago… ¡No se había envenenado!... Aunque nos cueste un poco el decirlo, es falta de cultura.»

El Ayuntamiento de Pamplona aplicó su política intervencionista de precios a otros alimentos básicos. Así por ejemplo, la Comisión de Gobierno acordó fijar el precio del pan por debajo del precio que se estaba vendiendo. Adicionalmente compró gran cantidad de huevos para contener el precio.

Otros ayuntamientos, como el de Fitero y el de Aoiz, optaron por la incautación de la leche para repartirla equitativamente entre los enfermos. Además, el de Aoiz creó un servicio de enfermeros, pagados por el Ayuntamiento, para prestar asistencia a las familias que carecían de ella. El ayuntamiento de Alsasua también se enfrentó al “conflicto de la leche”, cuyo suministro se venía haciendo desde Guipúzcoa, pero fue suspendido por orden de su gobernador civil. Una comisión hubo de ir a buscar leche condensada a Guernica. También compró numerosas docenas de huevos que eran vendidos por debajo del precio de compra.

Otras medidas del Ayuntamiento de Pamplona

La escalada de precios que había provocado la guerra europea, se agravó por la especulación que generó la epidemia, afectando directamente a las clases más desfavorecidas. Las 5 cajas de socorro obreras (“Unión Obrera”, “La Conciliación”, “Unión Productora”, “Sindicato de Obreros Libres” y “Sociedad de Socorros Mutuos Artesanos”) que funcionaban en Pamplona, se vieron desbordadas por las bajas de los asociados. El presidente de “La Conciliación” escribió una carta a la prensa en los términos: «la epidemia reinante… ha llenado de angustia y pavor a los obrerosimpidiéndoles generar su escaso jornal». El escrito finaliza notificando la apertura de una suscripción secreta en beneficio de la sociedad.

La Alcaldía de Pamplona no descansó luchando en varios frentes contra la epidemia; de todas las medidas tomadas, es destacable su apoyo y defensa de los enfermos más desfavorecidos de la ciudad, entre los cuales repartió bonos de medicamentos y alimentos. Además, para mejorar el servicio médico: 1) Puso a disposición de los médicos carruajes para que pudiesen desplazarse rápidamente entre visitas; 2) Inició un servicio médico nocturno para asistencia de «todos los vecinos así pobres como pudientes».

Todas estas medidas fueron económicamente posibles pues el Ayuntamiento abrió una suscripción pública para alivio de los enfermos más pobres, la cual fue inaugurada por el conde de Guenduláin y la sociedad “El Irati” -cada uno con 1.000 pts.-; acordando además, la concesión de un crédito extraordinario de 20.000 pts. con cargo a 1919. Tras diversas discusiones se aprobó conceder una subvención a las sociedades de socorro obreras.

Miranda de Arga: 4 muertos y 2 heridos graves

En Miranda de Arga la noche del 7 de octubre se produjeron disturbios cuyo origen, según El Pueblo Navarro (PUN), fue «el adelanto de la hora del cierre de tabernas» que el alcalde accidental había ordenado como medida sanitaria contra la epidemia. En desacuerdo, se inició un alboroto a la puerta del Círculo de Jornaleros –afectado por la restricción-, que para atajarlo, el alcalde requirió la presencia de la Guardia civil. «Se procedió a algunas detenciones…los protestantes se exaltaron más y a viva fuerza pretendieron liberar a uno de los detenidos» disparando y tirando piedras contra los guardias; los cuales dispararon contra los grupos, balance: 4 muertos y 2 heridos graves.

Sin embargo, el motivo explicado por Jimeno Jurío «radicaba en problemas agrícolas. Las desamortizaciones de bienes comunales en Navarra beneficiaron a unos pocos y perjudicaron a la mayor parte de la población, sobre todo jornalera… Tres días antes del incidente, el ingeniero de montes de la Diputación había dado luz verde para proceder al reparto de la Dehesa... A propuesta de un concejal, se acordó suspender el reparto hasta ventilar las permutas de unos trozos de terreno… la demora disgustó a los impacientes, cundió el descontento y brotó la protesta. El sábado anterior alguien disparó contra el Círculo…»

Situación de la epidemia en Navarra a mediados de octubre

Hasta mediados de octubre de 1918, coincidiendo con el ecuador de la mortífera segunda oleada de gripe, los corresponsales de DN escribieron crónicas estremecedoras: Añorbe (“atacado el 60% de habitantes, 16 fallecidos); Bargota (120 enfermos, 3 fallecidos); Cascante (819 enfermos, 31 fallecidos); Eslava (180 enfermos, 2 fallecidos); Mendavia (700 enfermos, 15 fallecidos «gente joven y robusta»); Mendigorría (800 enfermos, 13 fallecidos); Olazagutía (600 enfermos, 24 fallecidos); Peralta (1.500 enfermos, 2 fallecidos); Santacara (400 enfermos, 3 fallecidos); Sartaguda (400 enfermos 30 gravísimos, 25 fallecidos en 12 días); Valle de Esteríbar (230 enfermos, 30 fallecidos)

Otras noticias de DN: Barásoain (80 enfermos, 3 fallecidos) «los cadáveres son conducidos directamente al cementerio sin tocar campanas»; Cirauqui 25 fallecidos, «Se han desarrollado escenas desgarradoras, con motivo de haber sido invadido en 72 horas casi la totalidad del pueblo»; Fitero tras la muerte del párroco, «era rara la casa donde no atacó por lo menos a la mitad», enfermos «casi todos los panaderos, se llegó a tener falta de pan».

Entre las crónicas de PUN: Asiáin «se piensa en ampliar el cementerio, porque el actual es muy reducido»; Los Arcos con 2.000 habitantes (800 enfermos, en 30 horas 11 fallecidos el 05/10), «Están enfermos el médico y el farmacéutico titular»; Lerín «la epidemia grippal produce estragos. Hay días que se registran 4 o 6 defunciones. El lunes último [7 de Octubre] ascendieron a 11. Los atacados exceden de 800 y se dice que hay tifus…el celoso médico don Benedicto Labat no puede llegar a atender a todos los enfermos…Los farmacéuticos y el practicante se encuentran enfermos y el médico tiene un aspecto cadavérico».

En otro de los periódicos, el PEN, encontramos más noticias: Echarri-Aranaz «El número de casos es abrumador…estamos totalmente invadidos por la epidemia reinante… de unas 1.500 personas que figuran en el censo…atacadas más de 500»; Mendigorría «ha visto desaparecer… a 30 vecinos de robustez, salud y edad que prometían mucho para el bien de sus familias y de su pueblo»

De acuerdo con los datos de mortalidad en Pamplona de Jesús Ramos, en las 5 primeras semanas de la segunda oleada de gripe (del 17/09 al 22/10) –en total fueron 9 semanas-, se produjeron 118 fallecimientos por gripe. Siete de los cuales, acaecieron el 12 de octubre; aquel día, la Alcaldía endureció las medidas con un bando cuyas disposiciones fueron: 1) Obligación de denunciar en Higiene municipal las defunciones por enfermedad infecciosa; 2) Los cadáveres serán conducidos al depósito del cementerio dentro de las dos horas siguientes del fallecimiento; 3) Se prohíbe acompañar a los cadáveres al cementerio; y 4) Se prohíbe la entrada de público en el cementerio.

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