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Blog / El espejo de la historia

Navarra tiene derecho a reclamar Fuenterrabía

Por Javier Aliaga

Fuenterrabía ha pertenecido históricamente a Navarra. Cuando no ha formado parte del territorio navarro ha anhelado integrarse. Su última solicitud de integración data de septiembre de 1936.

Mapa de Navarra del siglo XVII con salida al mar por Fuenterrabía
Mapa de Navarra del siglo XVII con salida al mar por Fuenterrabía.

La legión de seguidores de Javier Ancín, entre los cuales me encuentro, a menudo descubrimos en sus desenfadados escritos provocaciones muy certeras. Sin embargo, en una de sus últimas ocurrencias en la que pedía a sus aberchándales que hiciesen el gesto de conseguir Fuenterrabía para Navarra, se ha quedado corto: la realidad histórica supera a Ancín.

Es bien conocido que los territorios guipuzcoanos actuales y, por ende, Fuenterrabía pertenecieron al Reino de Navarra –en realidad de Pamplona- hasta que en 1200 -siendo rey Sancho VII “el Fuerte”- pasaron a la Corona de Castilla regida por Alfonso VIII. La documentación del hecho es imprecisa: unos lo interpretan como una entrega voluntaria; mientras que los pseudohistoriadores aberztales, para dar coherencia a su relato independentista, lo describen como una conquista de la malvada Castilla.

Haya sido conquista o no, poco importa. Lo que ha quedado patente –muy a pesar de la literatura abertzale- que a lo largo de los siglos Guipúzcoa fue fiel a Castilla en todas sus empresas. Tampoco queda duda del colaboracionismo vascongado en la Conquista de Navarra de la que salieron beneficiados los guipuzcoanos. /blog/javier-aliaga/conquista-navarra-vascongadas/20180225094609172766.html

En 1256 Alfonso X “el Sabio” de Castilla cedió, mientras él viviera, a Teobaldo II de Navarra el uso de los puertos de Fuenterrabía y San Sebastián. Desde entonces, durante siglos, Fuenterrabía ha suspirado por ser el puerto navarro. Así por ejemplo, durante 15 años, a partir de 1638, la ciudad se ausentó de Juntas Generales protagonizando diversos desplantes hasta llegar a ser considerada extraña a la Provincia; en este tiempo estuvo gestionando su incorporación al Reino de Navarra.

En 1702 se proyectó hacer navegable el Bidasoa desde Fuenterrabía a Santisteban y construir una carretera entre estas dos poblaciones. Años después, en 1754, Fuenterrabía dio poder a los licenciados Arriaga y Casadevante para tramitar en Madrid, y ante la Diputación de Navarra, la reincorporación de la ciudad al Reino navarro. Hasta esa época Irún dependía de la jurisdicción de Fuenterrabía; tras años de litigios, en 1766, Irún logró la segregación, un año más tarde también se independizó Pasajes de San Juan.

Todos los esfuerzos realizados por Fuenterrabía para ser el puerto navarro se vieron finalmente recompensados en 1805. La ciudad -incluyendo Irún- entró a formar parte del Reino de Navarra gracias a la real orden del 26 de septiembre de Carlos IV de España, que dispone «el territorio del Reino de Navarra se extienda hasta la desembocadura del río Bidasoa…». La dinastía de Bonaparte trastocó los límites entre Guipúzcoa y Navarra. En 1814, Fernando VII derogó la legislación napoleónica y las fronteras volvieron a la situación anterior a 1805.

La última solicitud de Fuenterrabía para integrarse en Navarra data de septiembre de 1936, en plena guerra incivil. El 21, una delegación compuesta por iruneses y concejales de Fuenterrabía viajaron a Pamplona, y acompañados por la Junta Central de Guerra Carlista, presentaron ante la Diputación Foral de Navarra el deseo conjunto de Irún y Fuenterrabía de integración, con un emotivo escrito: «…nuestros corazones rebosan la gratitud y la emoción de ser navarros».

Este caso ha sido calificado por algún desafortunado escritor de risible. Por chocante que parezca aquella iniciativa estaba plenamente justificada por la tragedia que se había vivido unos días antes en Irún y Fuenterrabía. Vamos a rememorarla en favor de la “Memoria Histórica”.

 A partir de la insurrección de 18 julio, en el Ayuntamiento de Fuenterrabía, como en el resto de la provincia, se formó un Comité local del Frente Popular que asumía la autoridad máxima; éste  estaba compuesto por Izquierda Republicana, socialistas, comunistas y nacionalistas. Vecinos y veraneantes dependían de las decisiones arbitrarias del Comité. Sin embargo, lo peor estaba por llegar, cuando la columna navarra del coronel Beorlegui se aproximaba a Irún, el Comité huyó a Francia, dejando el campo libre a las milicias republicanas que impusieron un verdadero régimen de terror.

El Fuerte de Guadalupe de Fuenterrabía había sido convertido en cárcel para cientos de infortunados que habían sido detenidos por su situación social o convicción política. A final de agosto los milicianos perpetraron sacas de presos para ser fusilados en el cementerio de Irún (Blaya). Ante la inminente caída de Irún, el 4 de septiembre, los fusilamientos se realizaron directamente en el fuerte. Fueron asesinados, al menos, 18 detenidos, entre ellos el pamplonés Joaquín Beunza.

Los milicianos, en su huída de Irún, provocaron un incendio, a base de gasolina, “ideológicamente dirigido” en el que arrasaron barrios completos. Irún pasó a la historia por ser la primera población destruida de aquella guerra.

No debe extrañar, por tanto, que los vecinos que habían sufrido aquellos terribles acontecimientos  –con el apoyo de las viudas de las víctimas-, solicitasen su incorporación a Navarra en agradecimiento a los navarros que los habían rescatado de la pesadilla.

A pesar de la polémica que hubo entre los periódicos de Pamplona y San Sebastián, unos a favor de la integración, otros en contra, todo quedó en agua de borrajas. El franquismo, en coherencia con su proclamada unidad de España, no se dejó llevar por el apasionamiento del momento, manteniendo, tal cual, la ordenación territorial del siglo XIX.

De todo lo expuesto, ha quedado claro que Fuenterrabía ha sido históricamente parte del territorio navarro; por el contrario, Navarra jamás de los jamases ha pertenecido a Euskadi. Consecuentemente, los navarros tenemos más derecho a reclamar Fuenterrabía que los abertzales a demandar la anexión de Navarra.

En definitiva, en el fondo Ancín tiene razón, en lo que no ha atinado bien es en la forma. Al nacionalismo vasco, insaciable fagocitario de territorio, no se le puede pedir bondadosamente Fuenterrabía. Para conseguir playa y puerto habría que apelar al cacareado derecho a la autodeterminación –o a decidir- de aquellos fuenterribenses e iruneses que, durante siglos, vieron frustrado su deseo de ser navarros. Y eso es todo.

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