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Blog / El espejo de la historia

El Estatuto Vasco de 1936 (III)

Por Javier Aliaga

Proponemos un hecho histórico para que el lector adivine si se trata o no de una falsedad.

El presidente de la República, Alcalá Zamora firma el decreto del Estatuto de Cataluña.
El presidente de la República, Alcalá Zamora firma el decreto del Estatuto de Cataluña el 15 de septiembre de 1932 en la Diputación de Guipúzcoa, en presencia de varios ministros, a la derecha el ministro de Obras Públicas Indalecio Prieto.

Verdadero o Falso:

Álava dijo NO al Estatuto Vasco en el plebiscito celebrado el 5 de noviembre de 1933, el resultado fue compensado con los irregulares de Vizcaya y Guipúzcoa.

 

Consecuencias del 19 de junio de 1932

El resultado de la asamblea de ayuntamientos vasco-navarros del 19 de Junio de 1932, tuvo múltiples repercusiones. El primer afectado fue el PNV navarro. Tan sólo unos días después, Irujo (Manuel) reprochaba por carta a Aguirre (José Antonio) la posibilidad de que las provincias vascongadas continuasen el proceso estatutario sin Navarra: «Vds. confeccionarán un Estatuto de tres, al cual unirán un artículo repleto de literatura afectiva para Navarra. Las Cortes cortarán ese art. como han cortado el camino de Aragón y Valencia que contenía el catalán. Y el Estatuto “vascongado” será la piedra angular que garantizará la separación perpetua de Euzkadi, en Vascongados y Navarros; o lo que sería aún peor, en “vascos” y “navarros».

Otro foco de conflicto fue la minoría parlamentaria Vasco-Navarra, cuyo jefe, el tradicionalista Beunza (Joaquín) hizo unas declaraciones a “ABC”: «yo he defendido siempre un Estatuto único que comprendiese las provincias Vascongadas y Navarra. En la sesión de hace unos días, celebrada en Pamplona se acordó lo contrario. Por lo tanto, no puedo ser yo quien defienda en el Parlamento una cosa en discrepancia con mis convicciones y mis propagandas.»

Anunció también que había enviado una carta de dimisión al presidente de la Junta de la coalición católico-fuerista, Sánchez Marco. En aquella carta, Beunza reconocía que el Estatuto proyectado no tenía nada de separatista, razón por la que lo apoyaba. Finalmente, la coalición desestimó la dimisión. A este respecto la prensa especuló sobre una posible dimisión del diputado por Navarra Aguirre, pero ésta no llegó a producirse.

Álava también se vio afectada, el diputado alavés perteneciente a la minoría, el tradicionalista Oriol (José Luis) declaró: «sin la ayuda de Navarra, el Estatuto fracasado en Pamplona sería perjudicial para Álava», entendía que se produciría un desequilibrio entre provincias agrarias e industriales, siendo éstas financiera y demográficamente superiores.

El 1 de agosto se reunieron en Azpeitia, los diputados vasco-navarros con la Comisión de Alcaldes, encuentro en el que materializaron la disolución de la minoría, aunque oficialmente el grupo parlamentario seguía para no cerrar la entrada en comisiones.

Por otra parte, los frustrados partidarios navarros del estatuto único, de diferentes tendencias políticas, constituyeron en agosto la asociación “Acción Autonomista”, cuyo objetivo era reintegrar a Navarra en la senda estatutaria. El 24 de septiembre presentaron a la Diputación un informe en el que invalidaban la enmienda de la asamblea de enero y por tanto, Navarra tenía que seguir en el proceso estatutario.

Promulgación del Estatuto de Cataluña en San Sebastián

En el verano de 1932, el Estatuto de Cataluña se encontraba en una situación de bloqueo en las Cortes, pero a raíz de la intentona golpista de agosto, los trámites se aceleraron hasta su aprobación el 9 de septiembre. El presidente de la II República, Alcalá Zamora, hizo una tournée por distintas localidades de Guipúzcoa, al final de la cual visitó Pamplona el día 16.

Un día antes había firmado en San Sebastián el decreto de promulgación del Estatuto de Cataluña en conmemoración del pacto de esta ciudad de 1930 –ver artículo - El acto, sugerido por Prieto (Indalecio), se celebró en la Diputación de Guipúzcoa con una puesta en escena nacionalista: cien espatadanzaris, bandas de música y chistularis, el orfeón donostiarra interpretando el Gernika’ko Arbola… También participaron representantes y escoltas de las 4 diputaciones, la de Navarra con su vicepresidente y otros diputados forales.

Desde el balcón de la Diputación, el socialista, ministro de Obras Públicas, Prieto simbolizó el hermanamiento entre las dos comunidades, entrelazando las banderas vasca y catalana lo que entusiasmó y ovacionó el público. Por la tarde, Prieto celebró una reunión sobre el Estatuto Vasco, con diferentes parlamentarios de las 4 provincias.

Una semana más tarde, Prieto constató lo hablado en una larga carta, enviada al presidente de la Comisión Gestora vizcaína, Laiseca. La mayor parte de la misma, la dedicó a la situación provocada por Navarra: «hay que despejar inmediatamente una incógnita, la de Navarra; saber si ésta opta decididamente por quedar incluida en el Estatuto…no debía forzarse a Navarra…Dije que no era conveniente violentar su voluntad y que si Navarra no se adhería con espontaneidad y entusiasmo…valdría más dejarla separada…Navarra, que por disfrutar una situación más favorable, se expone en ese orden a perjuicios más cuantiosos. Por eso no se la debe llevar a rastras»

Además, el escrito aludía que el momento político era propicio con la aprobación del Estatuto catalán: «están ya andadas las tres cuartas partes del camino para el Estatuto vasco o vasconavarro» Prieto aportó ciertas recomendaciones de forma: «Debe ser sencillo, conciso, casi esquemático…»

Elecciones municipales parciales de abril 1933

En enero de 1932 los concejales que habían sido proclamados en abril de 1931 –con lista única- en aplicación del artículo 29 de la ley electoral, fueron sustituidos por gestoras hasta el 23 de abril, fecha en la que se celebró las elecciones. Salinas, vicepresidente de la Diputación, concejal de Alsasua por dicho artículo, tuvo que ser relevado de este cargo, situación que aprovechó la oposición para pedir su dimisión como gestor.

Por primera vez en la Historia de España, las mujeres pudieron depositar su voto en una urna. En Navarra la medida afectó a 148 localidades de un total de 267, lo que suponía un censo de 132.000 habitantes; la derecha ganó en 129 ayuntamientos.

La Conjunción republicano-socialista del Gobierno fue la gran derrotada, que obtuvo 5.048 concejales, frente a 10.981 de la oposición. Teniendo en cuenta que dos años antes, el resultado de unas elecciones municipales había desencadenado la caída de la monarquía, la oposición se encontró legitimada para solicitar la dimisión del presidente del Gobierno Azaña.

No obstante, éste en su intervención parlamentaria quitó importancia al varapalo electoral: «Se han celebrado elecciones en ocho mil y pico de ayuntamientos pequeños, lo que en otras naciones se llamaban “burgos podridos”» Azaña desvió la atención de la Cámara, al jugar con el doble sentido de la expresión: por un lado, el tecnicismo inglés “rotten boroughs” referente a un porcentaje pequeño de representatividad electoral; y por otro, la corruptela de los caciques involucrados en gran parte de aquellos municipios.

En junio, a consecuencia de la baja por enfermedad del ministro de Hacienda, Alcalá Zamora retira la confianza a Azaña, dando paso a un turno de consultas; pero finalmente vuelve a designar a Azaña para la formación de Gobierno.

En los siete primeros meses de 1933, en Vizcaya y Guipúzcoa se desató una conflictividad exacerbada entre nacionalistas e izquierdas, provocada en gran parte por los gobernadores republicanos. Surgió un pistolerismo de partidos con enfrentamientos violentos a tiros. Sólo en Vizcaya, según el PNV, los nacionalistas represaliados fueron: 432 encarcelados; 136 detenidos y 514 multados. Lógicamente en este clima de violencia las promesas de Prieto y el proceso estatutario quedaron en stand-by.

Asamblea del 6 de agosto de 1933 EV4

En enero de 1933, las Comisiones Gestoras nombraron una ponencia que redactó un nuevo estatuto tomando como base el EVN3 al que quitaron las referencias a Navarra, pero añadieron una disposición adicional en caso de que decidiera incorporarse.

El 6 de agosto se celebró en Vitoria la asamblea de los ayuntamientos vascos. Seis ayuntamientos tradicionalistas presentaron una enmienda a la totalidad que no prosperó. También hubo un intento de celebrar una reunión separada de municipios alaveses –algo parecido a la que provocó Azarola en Pamplona- que fue rechazado.

Se incorporaron ocho enmiendas, algunas respondían a reticencias planteadas por alcaldes navarros en la anterior asamblea. En la votación global se aprobó el Estatuto Vasco (EV4), con un descenso de 14.625 habitantes en Álava con respecto a la asamblea de Pamplona. También se formó la “Comisión de los dieciocho” (CD18) que tenía plenos poderes para preparar el plebiscito y presentar el EV4 en las Cortes.

Fin del bienio azañista

El 3 de septiembre el Gobierno cosechó una nueva derrota en las elecciones para el Tribunal de Garantías que sólo consiguió 5 de las 15 plazas. Las votaciones eran de segundo grado a través de los ayuntamientos. Navarra comprendía una circunscripción en la que ganó el tradicionalista Pradera (Victor); mientras que las provincias vascongadas abarcaban otra, en la que triunfó Basterrechea del PNV.

A pesar de que el Gobierno había superado una votación de confianza en las Cortes, el 8 de septiembre se celebró un Consejo de ministros en Palacio, en el que se analizó la situación. El presidente de la República planteó tres preguntas a los ministros: 1)¿Estiman que están quebrantados el Gobierno y la mayoría que le apoya?; 2) La continuación de este Gobierno, ¿facilita o impide la coalición electoral republicana cuya conveniencia defendió en su último discurso el Jefe del Gobierno?; 3) ¿Creen que este Gobierno es el que más conviene para afrontar las elecciones municipales próximas?

Como las respuestas no son satisfactorias, Alcalá Zamora retira su confianza a Azaña y abre turno de consultas. Con ello el bienio azañista finaliza. El presidente encarga a Lerroux, jefe del partido Radical Republicano (PRR), la formación de Gobierno con las mismas Cortes. La evasiva de Alcalá Zamora a la disolución de las Cortes, estribaba en el artículo 81 de la Constitución que limitaba a dos, las veces que un presidente podía disolver la Cámara.

La caía de Azaña supuso en el País Vasco la renovación de gobernadores civiles y el fin de la confrontación de las izquierdas con el PNV; obviamente se remplazaron las Comisiones Gestoras de la diputaciones vascas y la consiguiente incorporación de éstos en la CD18.

Aunque el 12 septiembre Lerroux ya disponía de un Gobierno, basado en radicales y afectos, tardó 3 semanas en someterse a la confianza de las Cortes. El socialista Prieto fue especialmente mordaz con los radicales, dedicándoles frases como: «Lerroux y los radicales se llevarán hasta las alfombras de los ministerios.» Lerroux a sabiendas de que no tenía ninguna oportunidad, comenzó su discurso con un elocuente: «Los que van a morir os saludan», se cumplió el vaticinio y no superó el trámite parlamentario.

Sin otra posibilidad, Alcalá Zamora designa al lugarteniente de Lerroux en el PRR, Martínez Barrio (Diego) para formar Gobierno; sabiendo que no tiene posibilidades, le entrega al mismo tiempo, sin fecha, el decreto de disolución de las Cortes. El 9 de octubre de 1933 se anuncia la disolución de las Cortes y se convocan elecciones generales para el 15 de noviembre.

Aunque el PRR tenía poca representatividad en el País Vasco, el PNV establece una alianza con el este partido y el Gobierno dimisionario para plebiscitar el EV4.

El plebiscito del 5 de Noviembre de 1933

Hoy día, la nueva casta política preconiza plebiscitos a doquier; al respecto, sería bueno recordar que durante la II Republica no se celebró ningún referéndum a nivel nacional; los tres únicos fueron de carácter estatutario autonomista: el catalán (02/08/1931), el gallego (27/05/1933) y el vasco (05/11/1933). Es decir, no hubo referéndum ni siquiera para sancionar la Constitución de 1931, a diferencia de la Constitución de 1978.

Mujeres haciendo cola para votar en el plebiscito del Estatuto Vasco, salvando las parciales de abril 1933, fue la primera vez que votaban de forma generalizada en el País Vasco.

El 31 de octubre de 1933 la Gaceta publicó el decreto para la celebración del plebiscito estatutario de la «región vasca» a celebrar el 5 de noviembre; firmado por el presidente de la República y el presidente del Consejo dimisionario, Martínez Barrio, no contemplando el nombramiento de interventores por los partidos políticos. Los partidos de la Conjunción republicano-socialista habían exigido dos condiciones para apoyar al EV4: la intervención de los partidos políticos en las mesas electorales y la celebración del plebiscito después de las elecciones generales; por considerar que un plebiscito previo aportaba una gran ventaja a los nacionalistas. No obstante, ni el Gobierno, ni la CD18 aceptaron el cambio; en consecuencia, la izquierda optó por la abstención.

El plebiscito se encajó a contrapelo en un calendario muy apretado, donde las fuerzas políticas estatales estaban sumergidas en la campaña de las legislativas. El resultado global de las tres provincias alcanzó el 84%, superando el 66,66% del artículo 12b de la Constitución. Ahora bien, Álava no llegó ni al 50%.

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El Estatuto Vasco de 1936 (III)