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Blog / El espejo de la historia

Cold War: el fin del aislamiento a Franco

Por Javier Aliaga

La Guerra Fría entre el bloque capitalista y el comunista, puso fin al aislamiento que sufría la España de Franco a partir de una resolución de la Asamblea General de la ONU de 1946.

Manifestación en la plaza de Oriente el 9 de diciembre de 1946, contra la injerencia extranjera.
Manifestación en la plaza de Oriente el 9 de diciembre de 1946, contra la injerencia extranjera.

La reciente película Cold War de Pawlikowski -muy recomendable para cinéfilos-, inicia su argumento tras la última posguerra mundial, en una paupérrima Polonia subyugada al poder de la Unión Soviética de Stalin. Al hilo de la época, sin nada que ver con el film, aquella Polonia fue el ariete internacional contra la dictadura de Franco en el seno del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

El delegado del Gobierno de Varsovia, Oskar Lange, presentó en abril de 1946 una proposición contra la España franquista, por constituir una amenaza a la paz mundial basada en absurdas falsedades: 1) Un científico alemán estaba preparando una bomba atómica en un laboratorio de Ocaña; 2) Medio millón de soldados amenazaban la seguridad francesa en la frontera de los Pirineos; y 3) En España se habían refugiado 200.000 soldados nazis armados.

La propuesta polaca no obtuvo los 7 votos necesarios. No obstante, se formó un subcomité para analizar la veracidad de estas acusaciones; las cuales lógicamente no pudieron demostrarse, pero concluyó, cautelosamente, que la amenaza de España para la paz mundial era “potencial” y no “real” como habían propuesto los polacos.

En aquel momento, la situación internacional de España era muy delicada por la presión, en distintos foros, del Gobierno republicano en el exilio; lo que se denominó como «The Spanish Question». En 1945 las potencias aliadas se habían mostrado en contra del régimen franquista en dos ocasiones -en la sesión constitutiva de la ONU de San Francisco y en la conferencia de Postdam- y al año siguiente, en marzo de 1946, el triunvirato -EEUU, Francia y Reino Unido- había emitido una declaración en el mismo sentido.

Adicionalmente, en marzo de 1946, la Francia del socialista Félix Gouin, presidente del Gobierno provisional, había cerrado la frontera pirenaica con la península en protesta por el fusilamiento en España del guerrillero Cristino García. Paradójicamente un año antes, las autoridades franquistas habían entregado a Francia al ex primer ministro –del Gobierno de Vichy-, Pierre Laval, para ser juzgado; el cual acabó siendo ejecutado por haber colaborado con el nazismo.

Polonia, haciendo el trabajo sucio de Moscú, continuó proponiendo medidas contra a Franco; finalmente, el 12 de diciembre de 1946, la Asamblea General de la ONU aprobó -35 países a favor, 6 en contra (entre ellos Argentina) y 13 abstenciones- la proposición 39 (I). Cuyo texto tilda de “fascista” al régimen franquista, que «fue impuesto al pueblo español por la fuerza con la ayuda de las potencias del Eje.»

Por lo cual era imposible la participación del pueblo español «en asuntos internacionales… con los pueblos de las Naciones Unidas.», recomendando «se excluya al Gobierno español de Franco como miembro de los organismos internacionales establecidos por las Naciones Unidas… hasta que se instaure en España un Gobierno nuevo y aceptable.»

La resolución tendría efecto hasta establecer «un gobierno cuya autoridad emane del consentimiento de los gobernados, que se comprometa a respetar la libertad de palabra, de culto y de reunión, y esté dispuesto a efectuar prontamente elecciones»

Para finalizar recomienda a sus miembros «retiren inmediatamente a sus embajadores y ministros plenipotenciarios acreditados en Madrid». Consecuentemente España quedó aislada diplomática y económicamente. Con todo, para el franquismo fue un alivio pues alejaba el fantasma de una invasión, debatida en numerosas ocasiones.

De poco sirvió la tumultuosa manifestación que tres días antes, el 9 de diciembre, había recorrido las calles de Madrid para acabar concentrándose en la plaza de Oriente, con el lema “Franco, sí; comunismo no”.

El único país que siguió dando apoyo, logístico y comercial, fue la Argentina de Perón, cuya esposa Eva Duarte, sería extraordinariamente aclamada durante su viaje de 1947 por toda la geografía hispana.

Por aquel entonces, la política de bloques no estaba definida, el Kominform creado en 1947 por la Unión Soviética, aglutinaba países comunistas, incluyendo Italia y Francia representados por sus respectivos partidos comunistas, cada vez más fuertes.

La respuesta de EEUU fue el conocido Plan Marshall, o Ley para la Recuperación Europea que, además de intentar frenar el avance del comunismo en los países devastados por la II Guerra Mundial, promovía la cooperación económica entre ellos.

Salvo España, no hubo restricción para que los países del Este de Europa se acogiesen al Plan Marshall; de hecho Checoslovaquia solicitó su incorporación, pero la víspera tuvo que retirarse ante la tajante prohibición de Stalin.

Para romper el aislamiento, el franquismo abrió una oficina en Washington, al frente de la cual estaba el falangista Félix Lequerica, artífice del “lobby español” contratando, a precios astronómicos, varios despachos de abogados en la búsqueda de influencers entre los sectores más conservadores de EEUU.

Las gestiones de Lequerica a punto estuvieron de conseguir la entrada española al Plan Marshall; la Cámara de Representantes estadounidense aprobó una enmienda para incorporar a España, pero finalmente por presiones del presidente Truman, fue revocada.

El “lobby español” difundía el catolicismo reinante en la España de Franco, ensalzando que la guerra civil había supuesto la primera victoria al comunismo. Aquel impenitente anticomunismo, del que se jactaba obsesivamente Franco, supo encontrar afinidad en la sociedad norteamericana enfrascada en la “caza de brujas” de comunistas que protagonizó el senador católico McCarthy.

Al no existir misiles intercontinentales, el gran atractivo de España era la inmejorable posición geoestratégica de la península ibérica para el asentamiento de bases norteamericanas, como refleja el documento NSC 3 del Consejo Nacional de Seguridad de EEUU -desclasificado años más tarde-.

De este modo el cerco a la España franquista fue debilitándose a medida que aumentaba la política de bloques y la Guerra Fría. Así en 1948, Francia reabrió la frontera y firmó iniciales acuerdos comerciales, a la que siguió Reino Unido e Italia.

Lo sorprendente es que en 1950, con Franco en el poder, la Asamblea General de la ONU revocó la resolución de 1946, sin que se hubiesen cumplido ninguno de sus condicionantes; seguidamente, el cuerpo diplomático volvió a Madrid.

A partir de entonces, España se incorpora paulatinamente a la escena internacional: en 1952 entra en la UNESCO; en 1953 firma con la Santa Sede el Concordato y con los EEUU tres acuerdos -ayuda económica, el de asistencia a la defensa y el convenio defensivo-; y en 1956 entra en la ONU como miembro de pleno derecho.

A tenor de los pactos de Madrid de 1953, se construyeron 4 bases norteamericanas en la península: tres bases aéreas -Zaragoza, Torrejón de Ardoz (Madrid) y Morón de la Frontera (Sevilla)-, y la base aeronaval de Rota (Cádiz). Esta confraternización con los EEUU, que contribuyó a la continuidad de la dictadura, tuvo su cénit en 1959 con la visita de Eisenhower a Madrid que le rindió una apoteósica bienvenida.

En resumen, en pocos años la España franquista pasó, por mor de la Guerra Fría, de ser una amenaza a la paz mundial por la producción de una inverosímil bomba atómica, a ser protector de occidente albergando en su suelo las bombas atómicas americanas.

¡Paradojas de la política internacional!

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