• viernes, 29 de marzo de 2024
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Blog / Capital de tercer orden

Aparta de mí a los padres ideologizadores

Por Eduardo Laporte

La infancia debe ser el tiempo de la educación en valores pero no del compromiso político.

La Korrika de 2017 finaliza en el Paseo Sarasate de Pamplona. PABLO LASAOSA (11)
La Korrika de 2017 finalizó en el Paseo Sarasate de Pamplona. PABLO LASAOSA

Una foto en Facebook de un padre con dos niños. El tío miraba con cara retadora, flanqueado por dos querubines envueltos en una bandera de Free Palestine. El de la izquierda levantaba el puño, ese puño de múltiples lecturas, solidarias en general, pero también asociado al comunismo, a Stalin, a cuando la izquierda se pone totalitaria y se pone manos (de matar) a la obra. Un gesto si queréis ingenuo, pero que revela la asunción de un bando.

En este caso, el de los palestinos frente a Israel (y EEUU). La toma de conciencia. La elección de un bloque. Y, si bien sabemos que Israel es cruel con Palestina, también sabemos que no todo el pueblo judío, aun con su silencio cómplice, es responsable de ese conflicto sin solución. Pero la cara del chaval, junto al padre que le hace posar de esa guisa —padre por cierto que luce una camisa de un equipo de fútbol, con esa estética bolivariana del chándal— es todo un poema.

Porque, con ese rostro cándido y pelo ensortijado a lo Todd Flanders, el niño deja entrever la dulce coacción de la que ha sido víctima. Porque cuando un padre se aprovecha de su autoridad moral, afectiva, para ponerle una camiseta, una chaqueta política, a su hijo, este lo acepta como un mal menor, alienándose un poquito.

Son los padres ideologizadores, que tratan a sus hijos como un apéndice que modelar a su antojo, más que como un sujeto independiente capaz de ir formándose, con el tiempo, su criterio personal, político, ideológico. Con el derecho a rebelarse con su establishment particular, que no es otro que el de su entorno cercano.

Los padres deben propiciar las condiciones para que los hijos se formen su propio criterio así como para elegir su propio derrotero político, que podrá ser cambiante, titubeante, firme o contradictorio. Pero un padre no debería decir a su hijo cómo tiene que pensar, a qué partido tiene que votar, y si la república es mejor que la monarquía, o el libre mercado más natural y dinámico que la regulación estatal.

Un padre no debería usar a sus hijos como potenciales votantes de su República Independiente de su Casa. Son padres que educan en la consigna, y no en la libertad, en la madurez, en el pensamiento. Unos borregos que quieren que sus hijos sean tan borregos como ellos, no sea que les adelanten por la derecha y por la izquierda.  

POLÍTICA NO, RELIGIÓN SÍ

Aceptando que los progenitores no deberían marcar de un modo expreso el pensamiento político de un niño en el sentido de trufarles a consignas, embotar su cabeza con programas electorales y persuadirles para que abracen tal o cual siglas, ¿qué pasaría con la religión?

Porque los padres, sin ser ventrílocuos de sus hijos, deben elegir por ellos en la edad más tierna. Eligen qué nombre llevaran toda su vida (pobres Noels, Jarvises y Chloes, un minuto de silencio por todos ellos), a qué centro educativo irán y en qué ciudad vivirán. También la lengua que hablarán, con prioridad por una, porque aun en un escenario de bilingüismo absoluto, suele haber una lengua que pesa más que otra, normalmente la materna.

Los padres eligen aspectos clave en la formación de los niños, y pueden también religión o laicismo. La religión tiene contenido, cultura, escrituras consideradas sagradas y una tradición de siglos. El laicismo se apoya en valores éticos, de cuya fuente nadie se pregunta. Pero, ¿de dónde sale el deseo de hacer el bien? ¿No nace acaso de la misma fuente de la que nace el cristianismo? ¿No es tan parecida la motivación de una ONG como la de una asociación de carácter religioso?

En la peli Converso, una de las entrevistadas cuenta cómo descubrió un día que su trabajo en una ONG laica era igual al que lo que hacían grupos cristianos, en este caso con más magia. Con una salsa especial, más poética en cuanto que misteriosa, surgida de una fuente espiritual y no tanto de un programa político, social, con su asepsia correspondiente.

Recuerdo una amiga cubana que creció en la ausencia de religiones que dictaba el castrismo y echaba de menos, en los momentos críticos, algún elemento sagrado que adorar. Así que se inventaba tótems de cartón piedra y rituales individuales para realizar esas cosas connaturales al ser humano como honrar a tus muertos o desear los mejor para los seres queridos.

UNIVERSALIDAD

El cristianismo surgió para acabar con el sectarismo tribal de los judíos y propugnó una religión universal, que es lo que significa católico. Cualquiera podía formar parte de ella, los de los pueblos de la zona pero también los de más allá, barriendo con ello toda tentación de discriminación y de xenofobia.

La religión, bien entendida, debería ser así. No pasa lo mismo con la política, con la ideología, que funciona más por exclusión. Si tengo hijos, me gustaría que recibieran formación religiosa, ya que de adultos podrán renunciar a ella, pero no podrán echarme en cara el no haberles ofrecido esa vía. La vía laica me parece carente de la espiritualidad necesaria en la forja del carácter, en cuanto que el espíritu, esa luz interior, nos permite cabalgar la vida en mejor postura. Porque religión no debe estar reñido con espíritu crítico. Curiosamente, es a menudo en los caldos laicos donde más campa el dogma a sus anchas.  

La espiritualidad es el vino, dijo alguien, y la religión es la copa. Es necesario cierto molde para que poder beber ese bálsamo. Si tuviera hijos, elegiría formación religiosa, como elegiría también que creyeran en los mismísimos Reyes de Magos de Oriente: la infancia como proceso de encantamiento para caer después en un desencanto que te permita volver a un encantamiento posterior, maduro, vitalista, voluntariamente aceptado. Todas (las religiones) hablan de lo mismo, de la búsqueda de la armonía y de entender la vida como un todo en la que todo está unido. Eso y no otra cosa significa yoga: unión. Otra cosa es la torpeza de los hombres a la hora de gestionarlas, de imponerlas.

La política, en su formato adoctrinador, abaratada por esos padres domingueros, ideologizadores, tan habituales en las barras del comentarismo más toscón, apunta en la dirección contraria. Al estás conmigo o estás contra mí. Como el nacionalismo, vaya. Bajura de miras, lo que viene siendo.

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