• jueves, 28 de marzo de 2024
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Blog / Capital de tercer orden

‘Solo’, ‘La tabla’ y la grandeza de la historias menores

Por Eduardo Laporte

El estreno de ‘Solo’, la historia de un náufrago atrapado en las rocas de Fuerteventura durante 48 horas, me despierta inevitables asociaciones con ‘La tabla’ y provoca una confesión.

Un momento del rodaje de 'Solo'. FILMAX
Un momento del rodaje de 'Solo'. FILMAX

Primero fue Matthew Bryce y ahora Álvaro Vizcaíno, cuya historia acaba de llegar a los cines en ‘Solo’. Pequeños relatos de supervivencia que atesoran lo grande del ser humano: el átomo de la aventura, la célula de la superación. La de Bryce surgió poco después de la publicación de ‘La tabla’, en la que conté una epopeya parecida, la de Xabier Pérez Larrea y sus 30 horas a la deriva encima de una tabla de windsurf. La lectura del caso de Bryce —«preparado para la muerte»— me hizo pensar, cómo no, en la historia que Xabier me contó con tanta generosidad en su casa de Huarte, hace ya cuatro agostos.

Pensaba que mi historia, la nuestra, era algo menor, que había arriesgado demasiado eligiendo ese tema. Habiendo terremotos, tsunamis, ajustes de cuentas en los carteles de Sinaloa y escaladores de ochomiles que pierden brazos y vidas, ¿a quién le iba a interesar una epopeya tan minúscula? El editor llegó a sugerir que se trataba de una parodia de las novelas de no ficción. De nuevo, había pinchado en hueso.

La noticia de Matthew Bryce y su particular acogida mediática, me hicieron pensar que quizá el ejercicio literario no había sido tan descabellado. Sus 32 horas, sus declaraciones sobre el miedo a no sobrevivir otra noche más, puesto que venía de padecer una… todo me recordaba a la peripecia de Xabi. También el detalle de que la noche que vivió en el mar fue la del domingo al lunes, siendo rescatado el lunes al anochecer. Dos horas más que añaden un escalofrío al relato: mientras Xabier fue rescatado a las 17h50 del 16 de abril de 1990, Matthew volvió a la vida —también izado por una cuerda hasta la paz de un helicóptero— cuando el sol también primaveral se hundía bajo el horizonte trayendo con él el presagio más negro: ahí se acababa todo.

Pero no.

La historia del surfista Álvaro Vizcaíno, sucedida en septiembre de 2014, pocos días después de que, perdón por colarme en la foto, me entrevistara con Xabier, sucede no tan mar adentro. Precipitado desde las dunas de Fuerteventura a un acantilado, la fuerte caída le rompió la cadera y le mantuvo casi inmovilizado y con fuertes sufrimientos durante 48 horas. Con su último aliento, tuvo fuerzas para lanzarse al mar y, apoyado, otro guiño, con una tabla de bodyboard, logró llamar la atención de tres policías que fondeaban en un bote.

Álvaro se salvó por sus propios medios, hecho que se cambia por cierto en la película. Salvarte o que te salven. ¿Es relevante? Xabier me confesó que pesaba sobre su conciencia el hecho de  haberse «rendido». Pero, ¿qué se puede pedir a un chaval de 17 años tras 30 horas tragando agua, luchando contra las olas, con el estómago ulcerado de la sal y, tras la hipotermia de la noche, sometido a un sol abrasador hasta la locura y sin esperanzas de, avanzado el día, ser rescatado?

ARRIESGADA EPIFANÍA

Quizá por eso añadí ese final. Un apéndice tierra adentro que Xabi me contó a título privado y que yo transformé en público sin consultarlo con él. Quería incluir el elemento épico que daba sentido a aquella historia y cómo aquel mal sueño, esas cruciales 30 horas, no habían sucedido en balde. Por eso la titulé «Epifanía». Me pudo la ambición literaria, el deseo de levantar una historia redonda a costa de contar unos detalles laborales que no se me revelaron para tal fin.

Me hubiera gustado —y estuve en contactos con un productor de Antena 3— una película sobre ‘La tabla’. Producida por el propio Xabier, como ha hecho Álvaro Vizcaíno en ‘Solo’. Hubiera sido feliz con un reconocimiento parecido para esa historia menor que, sin embargo, escondía, y esconde, toda la grandeza del ser humano, y que intenté sacar a flote con mis mejores artes. Es posible si no hubiera ido tan lejos en mi modus operandi la trayectoria del libro (apenas 300 ejemplares vendidos) hubiera corrido mejor suerte. Supongo que el destino de las historias no depende de nosotros. O quizá sí.

Me queda el consuelo de haber contribuido, aunque con el peso de un grano de arena, a que las pequeñas historias de superación tengan el tratamiento que merecen. Haber sido un ‘influencer’ silencioso, anónimo, sin reconocimiento, que trabajó desde una fe extraña en su trabajo y que se pone medallitas como ésta él solo. Pero me queda también el sabor agridulce de haberme dejado llevar por la avaricia, de no haber sido del todo honesto: el entrevistador que no está a la altura del entrevistado.  

Me la juego ahora también, con estas líneas confesionales que quizá sean impertinentes. Hace tiempo que quería lanzar una disculpa pública y nunca encontraba el modo, el momento. How do you sleep?, le reprochaba Lennon a McCartney en una canción llena de odio cainita. Quizá yo lo haga un poco mejor a partir de ahora. Ese es, y esto me lo enseñó Xabi, el verdadero éxito.

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